La fiesta que no fue en Plaza Baquedano

Aunque un grupo de personas llegó con parlantes, música y cervezas para celebrar, después de conocer los resultados en que la opción Rechazo se impuso por amplia mayoría, todo sirvió para apaciguar la pena. La derrota del Apruebo golpeó fuerte a los asistentes y también motivó una serie de actos de violencia contra los autos que transitaban por el sector.


-Todavía lo podemos ganar, tranquilos.

- Es mucha la diferencia ya.

El diálogo era entre dos mujeres, a eso de las 19.30 horas, en Plaza Baquedano. Una con megáfono pedía mantener la calma y esperar una victoria por parte del Apruebo, pero las cifras del Servel ya mostraban una clara tendencia a favor del Rechazo al texto propuesto por la Convención Constitucional. Eso le hizo ver la otra de las interlocutoras. La escena tuvo como escenario un sector de Santiago que es particularmente sensible. Desde el 18 de octubre de 2019 es el epicentro de protestas, el origen del estallido social que determinó un plebiscito de entrada en el que la mayoría pidió una nueva Constitución, cuya propuesta fue categóricamente rechazada este domingo por un 61% de los votantes. La derrota en la “zona cero” caló hondo.

Sin embargo, una hora antes, el ambiente era otro: se escuchaba en unos parlantes a Marcianeke a todo volumen y, antes de que las primeras mesas cerraran, se respiraba optimismo: banderas de los pueblos originarios, de agrupaciones LGTB+, barras bravas y jóvenes que llegaron para celebrar un triunfo.

El espacio, por ejemplo, que dejó la salida de la estatua del general Manuel Baquedano -retirada el 12 de marzo del 2021 desde la plaza- fue ocupado rápidamente por quienes querían fotografiarse desde lo alto con lo que creían sería una manifestación masiva. Era inevitable para ellos, según comentaban, acordarse de todas las protestas del estallido social.

Los reportes del Servel, sin embargo, fueron amainando los ánimos, aunque no del todo. “Está recién el 1,5% de las mesas, hay que esperar cuando haya más. El Rechazo no va a ganar”, decía uno de los presentes. Eran las 18.50 horas y la información de que la opción que desestimaba un nuevo texto constitucional ganaría ya empezaba a tomar fuerza. El reggaetón y la cumbia eran cada vez más necesarios para subir los ánimos.

Es que en la denominada “zona cero” del estallido social la información sobre los resultados del plebiscito iban llegando con varios minutos de desfase, pero ya a las 19.45 horas la desazón era total. La aplastante derrota ya era una realidad y el Rechazo ya comenzaba a sacar una amplia ventaja totalmente irremontable para los entendidos: casi 20 puntos.

Según las estimaciones que hizo Carabineros, a esa hora, no eran más de tres mil las personas que estaban en la plaza, quienes obligaron a suspender el normal funcionamiento del tránsito, pues utilizaron gran parte de la calzada. En algunos puntos, además, se encendieron tímidas fogatas, pero que a diferencia de otras violentas jornadas no alcanzaron a transformarse en grandes barricadas.

El amago de una fiesta, sin embargo, no detuvo los planes comerciales de los vendedores ambulantes, que llegaron al lugar. “¡Chela a luca!”, repetían los improvisados vendedores de cervezas, a quienes no les afectó el ánimo de derrota de los compradores, pues el alcohol fue un buen aliciente para pasar la pena.

Ya pasadas las 20.15 horas Baquedano pasó de la tristeza a la rabia y, con eso, el vandalismo estaba asegurado. Quienes habían llegado a celebrar de buena manera, emprendieron la retirada. “Ya no hay nada más que hacer acá”, repetían mientras tomaban sus cosas, envolvían sus banderas y tomaban rumbo por la Alameda hacia el poniente. Hacia el norte, en tanto, empezaban los desmanes.

Botellazos, piedrazos y palos eran arrojados con fuerza desde las veredas hacia la entrada de la Costanera Norte, mientras los autos tocaban las bocinas celebrando el triunfo del Rechazo. Ya en el semáforo donde comienza la principal arteria capitalina, algunos autos que estaban esperando pasar fueron blanco de delincuentes, que lanzaron patadas, golpes e, incluso, botellas de vidrio contra los parabrisas.

Un motorista que repartía comida a domicilio sacó, quizás, la peor parte de la jornada. Lo pararon, lo empujaron y lo tiraron al suelo, donde apenas tocó el cemento, una “lluvia de patadas” cayeron sobre su cuerpo. “¡Venzolano, conch... ándate!!”, le decían.

De ahí en más, y ya a las 21 horas, los actos de violencia continuaron. Se escuchó una que otra consigna por seguir, pero nada más que eso. La fiesta -esta vez- nunca empezó.

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