La política y la desnudez

Foto: Agencia Uno.

"En Amarillos más de 20 mil personas nos estamos organizando para que veamos el traje con que están vistiendo a la Constitución y, como el niño del cuento, preguntemos. Lo que se ve hasta ahora no es para aplaudir".


Uno de los cuentos de la abuelita Irene era el de aquel rey que, enceguecido de vanidad, caminaba desnudo y a quien sus zalameros súbditos felicitaban por sus espléndidas vestimentas. El vergonzoso espectáculo continuaba hasta que un niño preguntó por qué aplaudían al rey si en realidad iba sin ropa.

Lo que se ha visto del trabajo constituyente me recuerda ese cuento. En una parodia de una discusión democrática, un grupo decide qué ropas son las que vestirán nuestra república. Hacen alarde de sus creaciones, se enorgullecen de los avances que significarán estas normas para los habitantes de Chile y, desde luego, obedientes cortesanos aplauden con entusiasmo el despliegue de poder de tales ropajes.

El espectáculo se vuelve tragicómico, sin embargo, cuando alguien se anima a hacer las preguntas más básicas y encuentra que solamente hay respuestas traslúcidas, sin sustancia. Queda entonces a la vista la pobre verdad, la cruda desnudez del trabajo realizado.

Chile será un estado plurinacional, nos dicen. ¿Qué es una nación? ¿Cuántas naciones existen en Chile? ¿Alguien puede nombrarlas?

Será también plurirregional, para que los habitantes de distintas partes se dicten sus propias normas mediante mini congresos. Las mejoras de las pensiones en Antofagasta, Santiago o la Ligua; la pobre calidad de la educación pública en Tirúa, Rancagua o Arica; la sequía que avanza en Petorca, Rapel o Curicó ¿se mejoran si cada uno de esos lugares se da sus propios códigos o leyes de pensiones? ¿Si quiero iniciar una constructora en Chillán tengo unas reglas, en Puerto Varas otras? ¿Tenemos acaso un problema de falta de leyes y códigos como para querer multiplicarlas decenas o cientos de veces?

Nos hablan de un sistema judicial, en vez de un poder judicial, donde el Ejecutivo tendrá injerencia en temas importantes sobre los jueces. El problema de la justicia que tarda 15 años en fallar un caso de colusión o que solo resuelve un porcentaje ínfimo de los delitos de todo tipo ¿Tiene que ver con que el presupuesto, vacaciones y ascensos de los jueces sean controlados por los políticos de turno? ¿Se mejora la necesidad de justicia y la democracia matando el principio básico de separación de poderes del Estado?

Tenemos ahora una supuesta deuda del 90% de los chilenos de hoy con el otro 10% de los chilenos actuales, derivado de luchas entre los desconocidos tatarabuelos de algunos de los primeros con los igualmente desconocidos tatarabuelos de los segundos. Esta deuda, justificará que quien maneja borracho sea castigado de una forma según si es tataranieto de un lado o del otro. Justificaría, además, que el voto individual de unos valga menos que el de otros. Permitirá que unos veten las actividades de otros según qué tatarabuelos hubo antes en distintas partes de Chile.

De pronto los hombres y mujeres pasaremos a tener un estatuto distinto. Si dos hombres van a juicio por un contrato de construcción, este deberá resolverse de un modo y de otro si son dos mujeres las que litigan y de otro más si la pelea es entre una mujer y un hombre. Ya no habrá una ley para todos, sino una para cada caso dependiendo de si quien mata, estafa o roba es Manuel o su hermana Rosa o si quien deja de pagar un impuesto es María o Juan. Y otra más, por cierto, si su apellido es Catrileo o González. Los chilenos ya no seremos iguales ante la ley.

En Amarillos más de 20 mil personas nos estamos organizando para que veamos el traje con que están vistiendo a la Constitución y, como el niño del cuento, preguntemos. Lo que se ve hasta ahora no es para aplaudir.

*El autor de la columna es abogado y exdirector del Servicio de Impuestos Internos

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