Rusia prosperó a medida que se integró con Occidente: una nueva guerra fría está desintegrando ese progreso

En la foto, tomada esta semana, se puede ver a un militar ucraniano en la región de Luhansk, en el este de Ucrania. FOTO: VADIM GHIRDA/ASSOCIATED PRESS

Una invasión a Ucrania desencadenaría sanciones radicales que paralizarían las pocas industrias del conocimiento que tiene Rusia y las acercaría a China.


La anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014 fue un punto de inflexión para la globalización. La integración económica entre oriente y occidente, que comenzó con la caída del Muro de Berlín en 1989, comenzó a desmoronarse.

Ese proceso se acelerará dramáticamente si Rusia invade Ucrania y se encuentra con sanciones punitivas por parte de Occidente. La ruptura resultante dejaría, efectivamente, a Rusia y China en su propio bloque económico y a las democracias occidentales basadas en el mercado en otro. Es demasiado pronto para predecir quién ganaría esta nueva Guerra Fría económica, pero no demasiado pronto para decir que Rusia perdería (perderá).

El final de la primera Guerra Fría transformó la economía de Rusia de dos maneras: los mercados reemplazaron la planificación central y el comercio, la inversión y los conocimientos técnicos occidentales inundaron el país. Sin duda, los beneficios tardaron mucho en materializarse. La transición se vio empañada por una depresión al principio, una privatización que dejó las joyas económicas de la corona en manos de los oligarcas y una catastrófica devaluación y morosidad en 1998.

Pero al final, surgió una economía de mercado reconocible. Antes de 1999, la inversión occidental generalmente se destinaba a acciones, bonos y otros activos en papel. A partir de 1999, la inversión directa en empresas se disparó.

Sergei Guriev, economista y exasesor del gobierno ruso, ahora en la universidad Sciences Po en Francia, dijo que el impacto fue especialmente profundo en los servicios. El retailer de muebles sueco IKEA, por ejemplo, ayudó a crear una industria rusa de bienes de consumo y fortaleció a competidores locales como Magnit y X5 Retail Group, que ahora operan hipermercados al estilo occidental en todo el país.

En esta foto de archivo se puede ver el logo de la compañía afuera de una tienda de IKEA en Saint-Herblain cerca de Nantes, Francia, 22 de marzo, 2021. REUTERS/Stephane Mahe/File Photo

La gran abundancia de ingenieros y matemáticos, combinada con el acceso a conocimientos técnicos occidentales dieron origen a varias empresas de tecnología de clase mundial, como Kaspersky Lab en ciberseguridad. Aunque Google y Facebook pueden operar en Rusia —a diferencia de China— la batalla por la participación de mercado la ganaron las startups locales Yandex en las búsquedas online, y VKontakte en las redes sociales. Los bancos privados rusos se volvieron relativamente competentes en servicios y pagos digitales. Mientras tanto, los altos precios de las materias primas en la década del 2000 permitieron al presidente ruso, Vladimir Putin, restablecer la disciplina en las políticas fiscales, monetarias y cambiarias, al tiempo que financiaba los pagos sociales que lo mantuvieron popular. Rusia había logrado completar el “largo y peligroso camino desde una autarquía total como la Unión Soviética”, afirmó Elina Ribakova, una economista nacida en Letonia que ahora trabaja en el Instituto de Finanzas Internacionales en Washington, D.C.

Y después, chocó con vientos en contra. Uno de ellos, dijo Ribakova, fue la “maldición de los recursos”. La facilidad para ganar dinero con la energía y los minerales privaba de capital a otras industrias y mantenía la moneda rusa demasiado alta para que la industria manufacturera fuera competitiva. Luego, y a partir de la disolución de la compañía petrolera privada Yukos y el encarcelamiento de su director ejecutivo, Putin señaló que de ahora en adelante él y su círculo íntimo, no los empresarios, controlarían los frutos del progreso económico.

La inversión occidental se desaceleró después de la crisis financiera mundial y la invasión rusa a Georgia en 2008, se recuperó y luego volvió a colapsar después de la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014. Las sanciones resultantes fueron “muy, muy costosas para el desarrollo económico ruso”, afirmó Guriev de Sciences Po. Estas “socavaron un mayor desarrollo de los sectores basados en el conocimiento. Si eres una empresa de TI o un banco que quiere expandirse más allá de Rusia, deberías olvidarte de eso. Una dirección rusa para tu sede es tóxica para los inversionistas, clientes y socios”. De hecho, muchas de las principales empresas privadas de Rusia están domiciliadas en otros lugares. El fundador de VKontakte dejó el país. En 2017, Estados Unidos prohibió el software de Kaspersky en las computadoras del gobierno federal por considerarlo como un riesgo para la seguridad. La compañía ha dicho que no había evidencia de eso.

Si Rusia invade el resto de Ucrania, las sanciones que EE. UU. y sus aliados están considerando, que podrían incluir el limitar el acceso de sus bancos al dólar y cortar su acceso a algunas tecnologías occidentales, acelerarían el desacoplamiento de Oriente y Occidente que comenzó en 2014.

Después de la Guerra Fría, la lógica económica convirtió a Rusia en el mayor proveedor de gas de Europa y a esta última en el mayor cliente de Rusia. Ambos ven ahora esa dependencia mutua como una debilidad estratégica. A corto plazo, una pérdida de gas ruso sería muy perjudicial para Europa, que carece de la infraestructura o los proveedores para reemplazarlo por completo con gas natural licuado (GNL). Aún así, el aumento de las importaciones de GNL desde Estados Unidos ha demostrado ser una válvula de seguridad. “Nadie habría pensado hace seis meses que Europa podría obtener… dos veces más GNL que de los rusos”, afirmó Georg Zachmann, experto en energía de Bruegel, un grupo de expertos (think tank) con sede en Bruselas. Para la década del 2030, dijo, la descarbonización reducirá significativamente el consumo de gas en Europa. Mientras tanto, Rusia, buscando reducir su dependencia de Europa, abrió un oleoducto desde Siberia a China el 2019 y está presionando por un segundo.

XI Y PUTIN
En esta foto se puede ver a Putin y Xi Jinping dándose la mano.

Putin y el líder chino, Xi Jinping, aprovecharon su reunión de la semana pasada para celebrar la profundización de los lazos entre sus países. Sin embargo, cualquiera sea la ventaja estratégica, un bloque económico con China será de dudoso beneficio económico para Rusia. Probablemente profundizará su dependencia de los recursos naturales a expensas de los sectores intensivos en conocimiento. Ruben Enikolopov, economista de la New Economic School de Moscú, dijo que las empresas rusas que no vendan algo de lo que China carece, como gas o recursos, no pueden esperar un acceso fácil al mercado chino: “En China, las empresas chinas siempre obtendrán tratamiento de preferencia. Es la manera en que ellos hacen las cosas”. A medida que se agoten las oportunidades para los empresarios tecnológicos rusos, que a menudo se formaron en universidades estadounidenses, el economista teme un éxodo de talento.

Amplias reservas de divisas, un banco central competente y una deuda pública baja protegerían a Rusia de los peores efectos de las sanciones. Y una nueva Guerra Fría no significa un regreso a la planificación central. Rusia es, y seguirá siendo, una economía de mercado, aunque fuertemente distorsionada por un sector estatal intrusivo, afirmó Enikolopov. Pero, sentenció, está destinado a quedarse más atrás mientras que el resto del mundo crece.

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