La importancia y pasión de los pilotos aficionados

Si bien no aparecen en los grandes titulares de la prensa y les cuesta más buscar auspicio que a los profesionales, los pilotos aficionados son fundamentales para el curso del Dakar.
En esta categoría no sólo participan los novatos del mundo motor, sino también los veteranos apasionados por este deporte. En este grupo están por ejemplo, chilenos como Boris Garafulic, quien a sus 51 años insistió este año en repetir su participación en la categoría autos, dejando por unas semanas la dirección de Vision Advisors (prestadora de servicios financieros).
Hernán Garcés, por su parte, es uno de los más grandes exportadores de cerezas de Chile, y también se ha tomado estas semanas libres para competir. Otros “dakarianos” amateurs son Álvaro Chicharro, destacado empresario del mundo de la construcción y Luis Eguiguren, socio de Fynsa Corredores de Bolsa, quien dejó el Dakar en la primera etapa, tras sufrir un desperfecto técnico en su camioneta Fotón.
El empresario chileno Axel Heilenkotter, también ha participado en la competencia. “A los 12 años empecé a probar con las motos y no me bajé más. Experimenté con el ‘enduro’ y en 2009, cuando el Dakar vino a Sudamérica, decidí ir aunque no participé de la competencia. Sólo recorrí los caminos de los vehículos de emergencia. Al año siguiente, cumplí el sueño y llegué hasta la etapa 9, debido a un problema al motor que me obligó a parar. En la versión posterior fui descalificado de forma injusta, pero la rabia se me pasó y aquí estoy en el Dakar 2015”, dice Heilenkotter.
A esta lista se suman también algunos jóvenes como el argentino Jorge Lacunza, que con 18 años es el piloto de menos edad del rally.
Esenciales
Expertos coinciden que sin los amateurs no hay Dakar. Según Pablo Vargas, periodista deportivo y ex navegante (copiloto) de rallys, estos abarcan entre el 85% y 90% del total de los inscritos. “Si bien no obtienen ningún beneficio como premio o reconocimiento en la competencia, quedan con la satisfacción de competir y de tratar de finalizar. Así, con sólo el honor en mano, se asemeja al aficionado que sube el Everest o que corre maratones”, señala Vargas.
En esta línea, Eduardo Piñeiro, gerente general de Moto Club Argentino , destaca que estos son los que más trabajan. “Deben lidiar con la falta de presupuesto y asistencia en ruta. Verlos llegar a un vivac y que nadie los espere (sólo su caja con mínimas herramientas trasladadas por la organización) es una muestra de la pasión que tienen por la competencia”, indica Piñeiro.
Incluso, las inversiones de los aficionados varían respecto a qué tan competitivos quieren ser. “Hoy, se puede arrendar el Mini All4 Racing en cerca de $500 millones por carrera o comprar una camioneta equipada en seguridad por $50 millones. Súmale la inscripción del piloto, más navegante y mecánicos, cifra que puede llegar al menos a unos $30 millones más, junto a la alimentación y logística”, indica Vargas. En total, competir en la categoría autos podría superar los $80 millones, cifra que suele ser difícil para los aficionados, ya que según el ex copiloto, estos no son cotizados por las empresas. “Tampoco ellos tienen mucha habilidad para salir a vender algún proyecto publicitario con el Dakar”, agrega Pablo Vargas.
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