Columna de Joaquín Vial: “Trump: Malas noticias”

Joaquín Vial R-T.
Joaquín Vial R-T., profesor adjunto Instituto de Economía UC, Investigador principal ClapesUC.

“El sistema global basado en reglas para resguardar el libre movimiento de bienes y capitales está en vías de demolición. Este sistema permitió que los países en desarrollo, incluido Chile, se sumaran a la economía global, lo que se tradujo en una reducción dramática de la pobreza y el hambre en el mundo. A su vez, permitió que los consumidores de países ricos pudieran acceder a bienes más diversos y baratos. Todos perderán en este escenario marcado por la discrecionalidad”.


Lo que antes era un riesgo, ahora es una certeza: Trump está empeñado en destruir el orden económico y político de la posguerra. ¿Por qué esto es malo para Chile?

En lo político, la destrucción de un sistema basado en reglas y su reemplazo por la ley del más fuerte es mala noticia para los países en desarrollo, especialmente si son pequeños, como Chile: a partir de ahora vuelve a imperar el simple poder y no las reglas.

Ya hay hechos que sirven de ejemplo: desde la creación de Naciones Unidas quedó deslegitimada la anexión de territorios por la fuerza, y en eso se basó la condena a Rusia por la invasión a Ucrania y la adopción de sanciones. Con la justificación de Trump a la invasión, ahora habría “chipe libre”, y los países podrían contar con el apoyo de los EE. UU. sólo si tienen algo muy valioso que ofrecer.

Como si no bastara, en menos de un mes amenazó a Groenlandia, Panamá y Canadá y, además, alienó a Europa al aceptar las justificaciones de Putin para invadir Ucrania. Esto significa que los gastos militares van a subir en todo el mundo, con los países buscando frágiles alianzas bilaterales, en medio de desconfianza generalizada y muchos conflictos grandes y pequeños.

En los últimos 80 años Estados Unidos fue un “árbitro” que exigía respetar reglas del juego globales y, al menos en América, separaba a los que querían pelear. Ahora el árbitro se llevó el pito y la pelota para la casa.

En lo económico, las amenazas de tarifas y barreras al comercio tanto con adversarios como China, así como con tradicionales aliados como Europa, México y Canadá, abren la puerta a una ola global de proteccionismo con mayores costos para los consumidores, tasas de interés más elevadas, y menor crecimiento global (excepto, tal vez, de la industria militar).

El sistema global basado en reglas para resguardar el libre movimiento de bienes y capitales está en vías de demolición. Este sistema permitió que los países en desarrollo, incluido Chile, se sumaran a la economía global, lo que se tradujo en una reducción dramática de la pobreza y el hambre en el mundo. A su vez, permitió que los consumidores de países ricos pudieran acceder a bienes más diversos y baratos. Todos perderán en este escenario marcado por la discrecionalidad.

Es posible que parte de estas iniciativas se reviertan en el futuro, cuando los consumidores de los países ricos se den cuenta de que han sido estafados y lo manifiesten en las elecciones. Pero eso tomará tiempo y entre medio los conflictos armados pueden llegar a causar enormes tragedias. Pero al menos existe una buena probabilidad de que después de un tiempo y con mucho esfuerzo, estos destrozos se reparen.

Hay otro plano en que los efectos son irreversibles: retrasar hasta fines de la década el cambio de la matriz energética de los países desarrollados significa que la cantidad de esos gases en la atmósfera seguirá aumentando. Como el clima depende de los gases acumulados, eso tendrá efectos que se sentirán antes y por más tiempo, con impactos perdurables en el clima de las próximas décadas.

Para países como Chile esto significa que habrá más y mayores olas de calor, especialmente en la zona central y centro-sur del país, así como menores precipitaciones. Al mismo tiempo, vamos a ver más fenómenos climáticos extremos como aluviones y marejadas.

Justo en momentos en que el país comienza a aquilatar la necesidad de ajustar el gasto público y de dar urgencia al aumento de la productividad, tendremos que destinar más recursos para prevenir y amortiguar desastres climáticos. Mucha inversión que se podría haber destinado a nuevas infraestructuras o a mejorar la calidad de vida de la población, ahora habrá que destinarla a proteger lo que tenemos en vez de progresar. Por otra parte, habrá que recortar otros gastos del gobierno con el fin de dejar espacios en el presupuesto fiscal para muchas de estas inversiones que no serán abordadas por el sector privado sin los incentivos adecuados.

Es poco probable que estos temas entren en la campaña presidencial que se inicia, pero quienquiera que gane la elección tendrá que convivir con esta realidad y sería bueno que todos los aspirantes a cargos públicos vayan pensando cómo abordar los desafíos que van a enfrentar.

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