Inversiones en China avanzaron a su ritmo más lento en la historia por guerra comercial

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Las inversiones en infraestructuras siguieron ralentizándose en agosto en China a niveles jamás vistos, una alarmante señal para el gigante asiático en plena guerra comercial con Estados Unidos pues se trata de un motor crucial de su crecimiento.

Los datos publicados este viernes por la Oficina Nacional de Estadísticas (BNS) confirman la sombría coyuntura en la segunda economía mundial, aunque aguanten el consumo y la producción industrial.

En el período enero-agosto, las inversiones en capital fijo crecieron un 5,3% interanual, una cadencia inferior a la de los siete primeros meses del año (+5,5%) y el ritmo más bajo jamás registrado.

El frenazo es preocupante pues este indicador mide los gastos en el sector inmobiliario, las infraestructuras de transporte e industriales, pilares del crecimiento chino, a menudo alimentado a base de inversiones públicas.

Todo ello se produce, además, en un contexto de guerra comercial con Estados Unidos, iniciada en julio a golpe de mutuos aranceles punitivos.

Este conflicto comercial "tiene desde luego impacto" y "arroja sombras sobre la recuperación mundial" según Mao Shengyong, portavoz de la BNS.

Crédito bajo presión

La coyuntura china ya estaba fragilizada por los esfuerzos del gobierno de frenar el colosal endeudamiento del país.

Esa labor supone atacar las "finanzas de la sombra" (no reguladas), restringir el endeudamiento de colectividades locales, endureciendo las condiciones del crédito, lo que consecuentemente frena las inversiones públicas.

Así, las inversiones específicas en infraestructuras sólo crecieron un 4,2% en los ocho primeros meses del año, el avance más débil desde que se publica este índice.

Es verdad que las ventas minoristas, que reflejan el consumo de los hogares, aumentaron más de lo previsto en agosto (9%), mejor que en julio (+8,8%) y por encima de lo esperado.

Por su parte la producción industrial creció un 6,1%, dato conforme a lo anticipado por el mercado.

Sin embargo, en su conjunto estas estadísticas "no aportan nada que modifique nuestra visión de un crecimiento que está en una trayectoria descendente", opinó Julian Evans-Pritchard, analista de Capital Economics.

"La política de reactivación adoptada por Pekín no ha logrado el cambio esperado en los gastos en infraestructuras o el aumento del crédito", agregó.

Más activa

Debido a la guerra comercial y a una coyuntura mediocre, el gobierno se comprometió en julio a aplicar una política presupuestaria "más activa" para alentar la actividad, a base de rebajas fiscales y más gasto público.

Pero estas medidas tardarán en surtir efecto. Entretanto, Washington se dispone a aumentar los aranceles sobre otros productos chinos valorados en 200.000 millones de dólares.

En este contexto, el presidente estadounidense Donald Trump se jacta al comparar la salud de ambas economías: "No tenemos ninguna presión para negociar un compromiso con China (...) Nuestros mercados se disparan, los de ellos se hunden" afirmó el jueves en Twitter.

Y el régimen comunista se libra a un difícil juego de equilibrismo: intenta reformar su economía en detrimento de la industria pesada y en beneficio del consumo interno, los servicios y las nuevas tecnologías, pero al mismo tiempo trata de reducir la deuda y amortizar los efectos de la guerra comercial.

La apuesta es complicada. "La economía china sigue desacelerándose en su conjunto, y ello va a empeorar; las exportaciones podrían caer en caso de escalada en la guerra comercial y por los problemas de las economías emergentes" advierte Ting Lu, analista del banco Nomura.

"Su margen de maniobra (..) se ha reducido sensiblemente", agrega el experto.

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