El agujero de ozono sigue achicándose: nuevas mediciones vuelven a marcar un récord

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Esta semana reportaron que el agujero de ozono se está haciendo más pequeño, a pesar que las sustancias tóxicas continúan en la atmósfera.


El agujero de ozono antártico anual alcanzó un área promedio de 23,2 millones de kilómetros cuadrados entre el 7 de septiembre y el 13 de octubre de 2022.

Esta área agotada de la capa de ozono sobre el Polo Sur fue ligeramente más pequeña que el año pasado y, en general, continuó la tendencia general a la baja de los últimos años.

“Con el tiempo, se está logrando un progreso constante y el agujero se está haciendo más pequeño”, dijo en un comunicado Paul Newman, científico jefe de ciencias de la Tierra en el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la Nasa.

“Vemos algunas vacilaciones a medida que los cambios climáticos y otros factores hacen que los números se muevan ligeramente de un día a otro y de una semana a otra. Pero en general, lo vemos disminuir en las últimas dos décadas. La eliminación de sustancias que agotan la capa de ozono a través del Protocolo de Montreal está reduciendo el agujero” añadió.

Esto porque el Protocolo de Montreal prohibió y reguló la emisión de Sustancias Destructoras de la capa de ozono. “Aunque estas sustancias pueden permanecer en la atmósfera varias décadas, gracias al protocolo su concentración está disminuyendo” twitteó el Grupo de Investigación Antártica (@Antartica.cl) de la Universidad de Santiago.

La capa de ozono, la porción de la estratosfera que protege a nuestro planeta de los rayos ultravioleta del Sol, se adelgaza para formar un “agujero de ozono” sobre el Polo Sur cada septiembre.

Las formas químicamente activas de cloro y bromo en la atmósfera, derivadas de compuestos producidos por humanos, se adhieren a las nubes polares de gran altitud cada invierno austral. El cloro y el bromo reactivos luego inician reacciones que destruyen el ozono a medida que sale el Sol al final del invierno de la Antártida.

Máxima extensión

Investigadores de la Nasa y la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (Noaa por sus siglas en inglés) detectan y miden el crecimiento y la ruptura del agujero de ozono con instrumentos a bordo de los satélites Aura, Suomi NPP y NOAA-20.

El 5 de octubre de 2022, esos satélites observaron que el agujero de ozono alcanzó su extensión máxima en un solo día registrando 26,5 millones de kilómetros cuadrados, un poco más grande que el año pasado.

“Se trata del peor registro desde 2015 (aunque tendencia de largo plazo es aún positiva)” twitteó @Antartica.cl.

Esta extensión, es un reflejo de que “este año ha sido un año malo, es decir, con extensiones del agujero de ozono más grandes de las que nos gustaría” señala Raúl Cordero, climatólogo de la Universidad de Santiago.

Esto porque a pesar que este año pueda ser considerado un mal año por las mediciones, no cambia la tendencia general de que “seguimos proyectando que el agujero de ozono deje de abrirse en la segunda mitad de este siglo” añade Cordero.

Cuando sale el sol polar, los científicos de la NOAA también realizan mediciones con un espectrofotómetro Dobson, un instrumento óptico que registra la cantidad total de ozono entre la superficie y el borde del espacio, conocido como el valor total de la columna de ozono. A nivel mundial, el promedio total de la columna es de unas 300 unidades Dobson.

El 3 de octubre de 2022, los científicos registraron un valor de ozono de columna total más bajo de 101 unidades Dobson sobre el Polo Sur. En ese momento, el ozono estaba casi completamente ausente en altitudes entre 14 y 21 kilómetros, un patrón muy similar al del año pasado.

Algo que para los científicos chilenos que estudian el comportamiento de la capa de ozono en la Antártica no es completamente sorpresivo, ya que al igual que en las últimas temporadas, este año el agujero de ozono sea persistente.

Sin embargo, “no se esperaba una temporada particularmente buena del agujero de ozono debido a la erupción del volcán Hunga-Tonga en enero pasado” debido a que las partículas emitidas por las erupciones suelen facilitar la destrucción de ozono, comenta Cordero.

Como lo sucedido con la erupción del Monte Pinatubo de 1991, que liberó cantidades sustanciales de dióxido de azufre que amplificó el agotamiento de la capa de ozono. Sin embargo, no se han detectado impactos directos de Hunga Tonga en los datos estratosféricos antárticos.

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