Tim Birkhead, ornitólogo: "La mayoría de la gente querría ser un pájaro"

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Tim Birkhead, junto a un polluelo de arao. Crédito: Tim Birkhead

El científico británico es uno de los más reconocidos del mundo en el estudio de los reyes del cielo. Ahora se acaba de editar en español su libro Los sentidos de las aves, donde explica cómo esas criaturas interactúan con su entorno. Aquí aborda sus pájaros favoritos y también la acelerada desaparición de muchas especies debido al deterioro del medioambiente.


Al padre de Tim Birkhead le encantaba salir y ocupar su tiempo libre en observar el ir y venir de las aves. Un día, cuando Birkhead tenía once años y su familia estaba de vacaciones en Gales, ese hombre llevó a su hijo a una pequeña isla llamada Bardsey. El lugar no sólo es famoso por la leyenda que dice que ahí está la tumba del mago Merlín, sino que también por ser el sitio de anidamiento de unas 30 especies como cuervos y búhos, más miles de otros pájaros que paran ahí de camino a sus refugios de invierno. Luego de pasar horas observando a esos ejemplares, Birkhead vio un hombre con un telescopio y una libreta de notas. Su padre lo miró y le dijo: "Quizás podrías hacer algo como eso cuando crezcas".

El niño se tomó muy en serio esas palabras e, incluso, llegó a dejar de ir algunos días al colegio para ir a ver aves. Pronto, su padre se dio cuenta de que observar parte de ese reino aéreo -poblado por 18 mil especies alrededor del mundo- se estaba convirtiendo en algo más que un pasatiempo para Tim. "Me obsesioné y él se preocupó mucho. Incluso me dijo que nunca iba a conseguir un trabajo observando aves. Pero lo hice y en la Universidad de Sheffield, donde he estado desde 1976, he logrado combinar mi interés científico en los pájaros con mi pasión por enseñar", cuenta Birkhead a Tendencias.

Hoy el apellido de este investigador (69) es sinónimo de prestigio mundial en el campo de la ornitología y, además de numerosos galardones científicos y charlas TED, su carrera ostenta más de una decena de libros sobre temas como las conductas de reproducción de las aves y la historia de la práctica del avistamiento a lo largo de los siglos. Una de esas obras se titula Los sentidos de las aves, la cual acaba de ser publicada en español y narra las distintas maneras en que esas criaturas interactúan con su entorno: ¿Qué se siente ser un vencejo y surcar el cielo a más de cien kilómetros por hora?, ¿cómo es que un kiwi incapaz de volar sobrevive en la oscuridad absoluta de la noche neozelandesa?, ¿qué pasa en la cabeza de un ruiseñor cuando canta?

El ornitólogo explica que estudiar el sentido del olfato o el tacto en las aves es una manera de ahondar aún más en la antigua fascinación que los humanos han sentido hacia estas criaturas: "La mayoría de la gente querría ser un pájaro debido al vuelo. Las personas han fantaseado con volar durante siglos, y figuras como Leonardo da Vinci en el siglo XVI dieron todo de sí para inventar máquinas voladoras. Por supuesto que desplazarse como un ave sería maravilloso, pero esa noción de volar libre también es un símbolo de bienestar humano y de la alegría de vivir".

-¿Por qué cree que es necesario estudiar a las aves? ¿Qué nos pueden enseñar?

-Los pájaros son los monitores del ambiente en el cual vive la gente. Un declive en su población refleja un deterioro del entorno, porque ellos son nuestro sistema de alerta temprana. Analizarlos y estudiar sus números y proliferación es la mejor manera de sondear lo que pasa a nuestro alrededor. Además, la investigación de las aves también puede ayudar con estrategias de conservación, como la restauración de hábitats y la implementación de programas de reintroducción de especies. Pero más allá de las grandes necesidades humanas en términos de las condiciones en que vivimos, las aves también le entregan bastante placer a la gente. Observarlas, darles de comer como ocurre con las personas que alimentan colibríes en Chile o en los jardines británicos, y escuchar cómo cantan, sobre todo al amanecer, de alguna manera tiene un efecto calmante en el cerebro humano.

Un mundo alado

Los pájaros son amos tardíos de los cielos. Primero llegaron los insectos y durante más de 100 millones de años ellos fueron los reyes absolutos de las alturas. Luego vinieron los enormes dinosaurios alados conocidos como pterosaurios. Finalmente, hace unos 150 millones de años empezó a notarse la presencia de nuevas criaturas, unas que eran más aerodinámicas y estaban cubiertas de plumas. Las aves habían nacido y, según constata el ornitólogo alemán Peter Berthold en su libro Migración de las aves, hoy su población global abarca entre 200 mil y 400 mil millones de individuos.

El número impresiona, especialmente si se le compara con la población humana de siete mil millones de personas. Sin embargo, sólo se trata de una ilusión porque ese número está experimentando un rápido declive producto de fenómenos como la deforestación, la contaminación y el cambio climático. Un ejemplo de la devastación en curso se aprecia en un estudio publicado en septiembre por la Universidad de Georgetown en Estados Unidos: sus autores calculan que desde 1970 la zona de Norteamérica ha perdido tres mil millones de pájaros, un tercio de toda la fauna aviar de la región.

Otras cifras son igualmente catastróficas, ya que estiman que en 2100 el 14 por ciento de todas las especies de aves podría haber desaparecido. Además, hasta el 25 por ciento tendría el estatus de "funcionalmente extintas", es decir, su población sería tan baja que ya no tendrían ningún rol preponderante en sus ecosistemas. Chile no está ajeno a esta crisis y en el país existen varias especies emblemáticas que se encuentran amenazadas, como el picaflor de Juan Fernández, el aguilucho de cola rojiza y la tagua cornuda. "Es una catástrofe que también predice un desastre para la humanidad. ¿Cuánta evidencia necesitan los políticos para ver que estamos destruyendo nuestro propio medioambiente?", se pregunta Birkhead.

- ¿Qué espera para el futuro de las distintas especies de aves?

- Todas las señales muestran claramente que las poblaciones de pájaros alrededor del globo están en declive. Unas pocas especies están aumentando su número, pero son una minoría y a menudo son ejemplares invasores, como ocurre con el ganso de Canadá en el Reino Unido. Existen esfuerzos monumentales de conservación en pleno desarrollo que están controlando la reducción de ciertas especies particulares, pero la pérdida de miles de millones de aves en Norteamérica sugiere que estamos peleando una batalla muy compleja.

Para el ornitólogo, esta pérdida de biodiversidad es una tragedia que podría acabar con gran parte de la rica gama de protagonistas de su libro. En Los sentidos de las aves desfilan ejemplares tan domésticos como las gallinas que poseen una eficiente visión bifocal, es decir, ocupan un ojo para recoger las semillas que están a sus pies y el otro lo usan para detectar la presencia de un zorro en el horizonte o un halcón en el cielo. También aparecen los ruiseñores de Berlín, que se han visto forzados a aumentar el volumen de su canto en 14 decibeles para hacerse oír sobre el ruido del tráfico urbano. El guácharo de Ecuador duerme con los ojos cerrados y hasta podría volar sin mirar a su alrededor, porque, al igual que los murciélagos, usa la ecolocalización para desplazarse en la oscuridad de las cuevas en que habita. Y aunque cueste darse cuenta, las orejas del gran búho gris, presente en lugares como Alaska y Finlandia, son asimétricas: una está ubicada en un punto más alto del cráneo que la otra, para así detectar con precisión la ubicación horizontal y vertical de una presa.

-¿Qué especies le parecen más sorprendentes?

- El camachuelo común –que habita Europa y Asia- tiene la habilidad de imitar el silbido humano con hasta tres tonos distintos. Los loros y los cuervos pueden emular la voz humana, pero este espécimen silba de manera más clara y hermosa que cualquier otra ave. También esta el halcón peregrino –una de cuyas subespecies habita en Chile-, que estuvo a punto de extinguirse por el uso de los pesticidas como el DDT. Desde la prohibición de ese compuesto hoy es más abundante e, incluso, se reproduce en ciudades. De hecho, ahora puedo escuchar a varios que están anidando en los edificios de la universidad. Es el depredador aviar supremo, porque puede lanzarse a 150 kilómetros por hora cuando cae sobre una presa.

Birkhead –cuyo libro La cosa más perfecta, centrado en los huevos de pájaros, sirvió de base para un documental del famoso naturalista inglés David Attenborough- agrega otros dos nombres a su resumen de favoritos. "El pingüino emperador de la Antártica puede sumergirse a 500 metros y permanecer bajo el agua por hasta 30 minutos. El picaflor azul, el cual habita en Chile, también es fascinante. Los picaflores pueden reducir su temperatura corporal durante la noche y entran en un estado similar a la hibernación, como una forma de ahorrar energía", señala.

Si bien esta lista tiene varios ejemplares más, el investigador asegura que su top one es el arao, un ave marina similar al pingüino que habita en el hemisferio norte y que es capaz de volar. El científico ha dedicado casi medio siglo al estudio de estos pájaros que llegan a vivir hasta 21 años. "Sé más sobre él que sobre cualquier otra ave y, sin querer sonar demasiado engreído, lo conozco más que a cualquier otra persona. Es una especie muy social, longeva y básicamente monógama que se reproduce en enormes colonias instaladas en riscos e islas. Su huevo es muy inusual".

Tal como cuenta Birkhead, los huevos poseen una pintoresca y colorida forma puntiaguda, por lo que durante siglos fueron extraídos por cazadores que luego los vendían a museos y coleccionistas privados. Hoy esa práctica está prohibida en el Reino Unido, lo que ha permitido que los científicos estudien su inusual diseño. De hecho, fue el ornitólogo inglés quien logró establecer que su morfología evolucionó para evitar que rueden hasta caer por las empinadas paredes rocosas. Para establecer esa y otras conclusiones, Birkhead visita cada año las colonias de araos que anidan en la isla galesa de Skomer.

Fue en ese lugar donde surgió la idea de escribir Los sentidos de las aves. Un día observó a un arao hembra darle la bienvenida a su pareja cuando el macho se aproximaba volando desde el mar. "Las dos aves pasaron a saludarse mutuamente con evidente entusiasmo. Apenas podía creer que el ave que estaba incubando pareciese haber visto —y reconocido— a su pareja a varios cientos de metros en mar abierto", escribe el ornitólogo en un capítulo del libro dedicado al sentido de la vista. "Skomer es para mí y para muchos otros el lugar más hermoso del mundo. Ha permanecido virtualmente intacta y también ocupa un sitio especial en mi corazón porque ahí es donde conocí a mi esposa. Al observar varias conductas de los araos me di cuenta de que en los cerebros de los pájaros estaban pasando muchas más cosas de las que creíamos. La idea rondó en mi cabeza por más de treinta años antes de escribir Los sentidos de las aves", explica a Tendencias.

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Un ejemplar de frailecillo ártico vuela en la isla de Skomer. Crédito: Tony Wood/Creative Commons[/caption]

Los matices del apareamiento y la vida en pareja de aves como el arao ha sido una de las obsesiones de Birkhead desde los inicios de su carrera. En ese rol de paparazzi de la naturaleza, el científico ha explorado enigmas como la habilidad de las aves de disfrutar del sexo. La respuesta no es fácil, porque en especies como el acentor común el acto es sumamente apresurado: se requieren cámaras de alta velocidad para registrar la copulación que dura una décima de segundo.

En el otro extremo está el gran loro vasa de Madagascar, que despliega un abrazo íntimo de hora y media con su pareja y lo que parecieran ser sonidos de placer. Por ahora, dice el científico, el único pájaro que muestra una capacidad para sentir placer durante el sexo es el bufalero piquirrojo africano: "La pareja copula hasta por 30 minutos, lo cual culmina en una eyaculación, inseminación y lo que parece ser un orgasmo masculino. No tenemos certeza de que eso se repita en la hembra".

-¿Por qué la sexualidad de las aves le resulta tan fascinante?

-Desde tiempos de Darwin, se asumió que los pájaros eran modelos de monogamia. Pero a partir de la década de 1970, observaciones de individuos marcados con anillos de colores mostraron que ambos sexos, a pesar de tener lazos de largo aliento con una pareja, a menudo copulaban con otros ejemplares. Luego, técnicas de ADN confirmaron que los descendientes fuera de la pareja son comunes entre los pájaros monógamos. Prácticamente, no existen especies de aves que sean verdaderamente monógamas… quizás el llamado cisne blanco o Cygnus olor sea uno. La promiscuidad de las aves ha sido una de las pasiones de mi vida.

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Los sentidos de las aves

Autor: Tim Birkhead.

Páginas: 288

Editorial: Capitán Swing.

Precio: 17,57 euros en Amazon.es.[/caption]

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