Edith Fischer: "Arrau nos inculcó que no había que imitar"

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La discípula chilena del pianista participa hoy en el ciclo del Teatro de la U. de Chile dedicado a Beethoven.

La discípula chilena del pianista participa hoy en el ciclo del Teatro de la U. de Chile dedicado a Beethoven.


Es la única pianista en Chile que puede realmente considerarse discípula de Claudio Arrau. Es decir, que aprendió de manera personalizada del maestro, durante dos años, de 1952 a 1954. Edith Fischer (1935) ahora homenajea a su mentor, como parte del ciclo de sonatas de Ludwig van Beethoven que ha presentado este año el CEAC de la U. de Chile.

Tras estudiar con Arrau en Nueva York, Fischer volvió a Chile brevemente y luego partió a Suiza, donde se radicó con 19 años. Retornó en forma definitiva en 2006 junto a su marido, el compositor y también pianista Jorge Pepi-Alos.

La intérprete es regularmente invitada a presentarse en Europa y Asia, y sostiene una posición firme en cuanto al espacio que se le otorga a la música de nuestro tiempo. "En el Municipal ha habido avances con respecto a obras chilenas, pero falta darle más cabida a la creación contemporánea en general", opina. "Otro tema es el de los cantantes chilenos, que a veces hacen funciones mejores que los grandes nombres que traen de afuera", añade.

También tiene su postura frente al debate en torno al Premio Nacional de Música. "La comparación entre clásico y popular es complicada, son dos caminos distintos", dice; sin embargo "ambos mundos merecen ser premiados, yo creo que habría que alternar o dividirlo en dos premios distintos".

Homenaje a Arrau

Cuando el Teatro Universidad de Chile se acerca a su fin, Fischer tiene la tarea de abordar dos de las sonatas más exigentes del genio alemán: la No. 28 en La mayor Op.101, y la monumental No. 29 en Si bemol mayor, conocida como Hammerklavier. "Reflejan un período de rebeldía de Beethoven", explica, "en que la complejidad se convirtió en un ideal para él". Etapa que luego daría paso, dice, a una fase "más espiritual, más tranquila", que sería la última del compositor, y "donde encontramos las tres sonatas finales" (Opp.109 a 111).

La Op.101 suele ser considerada el punto de partida de este Beethoven altamente cerebral. "Empieza de manera poética, manifestando una pregunta que queda en el aire durante todo el primer movimiento", describe, y tras un movimiento de mucha fuerza, finaliza con una fuga, "aunque no tan grande como la de la Hammerklavier". Esta última "es una fuga que es como tres fugas en una", afirma con humor. El apelativo de Hammerklavier se debe al tipo de teclado que surgió en la época, más cercano al piano moderno, y es que "Beethoven aquí pide más y más del instrumento, lo que hace que esta sonata suene muy orquestal".

"Arrau como maestro nos inculcó que no había que imitar, sino que cada uno tenía que encontrar su propia personalidad como intérprete", rememora Fischer. "Buscó toda la vida acercarse a una verdad de la interpretación en las sonatas de Beethoven", cuenta, y recuerda una recomendación sobre la Hammerklavier: "Decía que la fuga hay que tocarla durante seis meses, cuatro veces al día".

-¿Y siguió su consejo?

-No he podido hacerlo religiosamente tal cual, pero yo creo que se refería a que requiere gran concentración y muchísimo estudio.

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