Catherine Millet: “Nuestra crítica al #MeToo era al encierro de la mujer en el papel de víctima”

La escritora francesa Catherine Millet en París, en marzo recién pasado. (Photo: JOEL SAGET / AFP)

La escritora y crítica de arte francesa fue una de las firmantes de la carta pública que cuestionó al movimiento #MeToo en 2018. Ahora publica un acucioso ensayo sobre D.H. Lawrence, el controvertido autor de El amante de Lady Chatterley. “Me parece que las contemporáneas de Lawrence fueron más audaces, no se pusieron en la posición de víctimas automáticas como lo hacen algunas feministas hoy”, dice.


No fue amor a primera vista. Cuando Catherine Millet recibió el encargo de escribir un artículo sobre D.H. Lawrence, sabía muy poco sobre él. Leyó entonces El amante de Lady Chatterley, su obra más célebre y escandalosa, una, dos, tres veces. Al principio no se sintió seducida por su estilo, pero paulatinamente la escritora y crítica de arte acabó enamorándose de Lawrence: de algún modo, “el interés intelectual entraña una especie de atracción sexual”, afirma.

Durante dos años, la directora de la revista Art Press y autora de La vida sexual de Catherine M. leyó toda la obra de D.H. Lawrence (1885-1930), así como sus biografías y correspondencia. De este modo dio forma a Amar a Lawrence (Anagrama), una declaración de amor y un ensayo minucioso y confesional sobre el escritor británico. En el libro, Catherine Millet remueve los mitos en torno al escritor acusado de pornógrafo y misógino, ilumina aspectos poco advertidos de su obra, y cruza sus reflexiones en torno a él con su propia biografía.

En los inicios del siglo XX, D.H. Lawrence le dio un lugar protagónico a la vida sexual en su obra, y en especial a la perspectiva de las mujeres. Las heroínas de Lawrence son mujeres que buscan la autonomía y la independencia, “mujeres modernas que no claudican en sus deseos y su voluntad y que no están menos habitadas por el inconsciente de la especie”, escribe Millet. “Mujeres libres como nunca antes y sin embargo insatisfechas como desde siempre”.

Con honestidad y convicción desafió la moral de la época y fue perseguido por la censura. A menudo sus libros circularon en ediciones secretas o clandestinas. El amante de Lady Chatterley, publicada en Florencia en 1928, fue prohibida en el Reino Unido, donde solo se publicó en 1960, 30 años después de la muerte del autor.

Acaso como ningún otro escritor, Lawrence describió con sensibilidad y realismo, en ocasiones con inusitado detalle, la sexualidad y el deseo femenino. “Puede que sea una paradoja, pero D.H. Lawrence ha dicho abiertamente más cosas a propósito de las aspiraciones femeninas que la mayoría de las novelistas que se dedicaron a exponerlas a todo lo largo del siglo XX”, afirma la escritora.

“¿Hemos sondeado la magnitud de la intuición genial de Lawrence cuando sugirió en sus novelas que la evolución del mundo estaba vinculada, no con el cambio de estatus social de las mujeres -una parca reivindicación feminista-, sino con la plena consecusión de su gozo sexual?”, se pregunta la escritora.

Hijo de mineros, novelista, poeta y ensayista, Lawrence era un amante de la naturaleza, de la libertad y la sensualidad, un entusiasta de la espontaneidad y contrario al racionalismo; amaba la espiritualidad pero estaba contra los tabúes de la religión. En cierto sentido, abrazó ideas que explotarían en la contracultura de los 60.

Catherine Millet cuenta que al inicio de su investigación le costó entender sus personajes. “Y luego comprendí la maravillosa libertad que les daba. Cuando te das el gusto de leer sus novelas, tienes la impresión de que lo estás siguiendo en su sueño. Curiosamente, fue la lectura del libro de Anaïs Nin, D.H. Lawrence, un estudio no profesional, lo que me impulsó a emprender una exploración que apenas había comenzado. Anaïs Nin dice que, al leer sus textos, uno podría pensar que fueron escritos por una mujer. Es absolutamente cierto. Un hombre que también entiende a las mujeres, no lo dejamos ir”, dice.

La obra de D.H. Lawrence causó un escándalo en su día y de alguna manera fue asociado al erotismo literario. ¿Es un malentendido?

¡Él se horrorizaría al ver sus libros en la categoría de “erotismo”! Y de hecho, incluso aquellos como El amante de lady Chatterley que contienen escenas sexuales muy explícitas, no se pueden reducir a eso. Más precisamente, Lawrence es el observador de la emancipación de la mujer. Y, por supuesto, la emancipación social de las mujeres les dio acceso a la emancipación amorosa y sexual.

D.H. Lawrence escapó de la censura británica y vivió en Italia, México, Estados Unidos y Francia.

Del mismo modo, se ha extendido la idea de que D.H. Lawrence está interesado en la sexualidad en general, pero usted explica que está más interesado en comprender la sexualidad femenina.

Sí y tal vez podamos encontrar la explicación en su biografía. Las mujeres que amaba y que lo amaban eran, en diversos grados, mujeres independientes. Sobre todo Frieda, con quien se casó, quien dejó marido, hijos y posición social para seguirlo, al joven escritor aún desconocido. O debe haberse encontrado, como muchos hombres en su época, y más aún hoy, inquieto por su comportamiento. La educación de los niños ciertamente no los preparó para enfrentar algún día las demandas de libertad de las mujeres. ¡Pero definitivamente él amaba a las mujeres! Entonces trató de entenderlas. Le gustaba enfrentarse a mujeres de carácter. Ellas se sentían confiados con él, le hablaban mucho y él las escuchaba.

D.H. Lawrence describió a mujeres liberales pero insatisfechas: ¿qué nos dice sobre el derecho al placer en la liberación femenina?

Imagínese: generaciones y generaciones de mujeres se han sucedido y, sin duda, una inmensa proporción de ellas solo han conocido “la posición del misionero” con un hombre que no necesariamente eligieron. Estoy absolutamente convencida de que las mujeres que a finales del siglo XIX comenzaron a luchar por sus derechos civiles y su libertad económica lo hicieron también porque les dio acceso a una libertad sexual y al inmenso territorio del placer que vislumbraban.

Desde luego, su lectura es muy diferente a la que hizo Kate Millett en los 70, quien acusó a D.H. Lawrence de sexismo y de reproducir la lógica patriarcal.

Creo que Kate Millett, cuyo libro Flying me gustó mucho, estaba cegada por la teoría fálica de Lawrence, que reconozco como bastante kitsch, y no vio los viajes femeninos que él describe. Sospecho que ella leyó los ensayos de Lawrence más que sus novelas, y que los leyó bajo demasiada influencia de lo que Henry Miller, un verdadero macho, dice sobre ellos.

Regresiones

¿Cómo cree que ha cambiado la situación de las mujeres desde que escribió D.H. Lawrence?

Incluso en las sociedades más avanzadas, la igualdad aún no es perfecta, ¡pero ha habido algunos avances! ¡Desde todos los puntos de vista! Si hablamos precisamente de la situación actual, hay por otro lado una regresión que señalar. Me parece que las contemporáneas de Lawrence fueron más audaces, no se pusieron en la posición de víctimas automáticas como lo hacen algunas feministas hoy.

En 2018, junto a un centenar de mujeres en Francia, firmó un manifiesto crítico contra el movimiento #MeToo, que generó polémica y fue criticado por el feminismo. ¿Qué opina del #MeToo hoy?

Nuestra crítica se refería principalmente, y justamente, a este encierro de la mujer en el papel de víctima, como si una mujer no pudiera defenderse sola, espontáneamente, de un hombre rudo o acosador. ¡En las denuncias en redes sociales, los gestos torpes de los hombres se convirtieron en el equivalente a una violación! Fue un poco exagerado. Dicho esto, si el #MeToo ha facilitado que la policía y los tribunales escuchen los actos delictivos reales de los que las mujeres pueden ser víctimas, mucho mejor.

Catherine Millet es autora de La vida sexual de Catherine M.

En el contexto actual de auge de los nuevos feminismos, ¿cómo ve las relaciones entre hombres y mujeres?

Bueno, ¡no me gustaría ser un hombre! Supongo que debe ser muy difícil cumplir las expectativas a veces contradictorias de las mujeres: cumplir una expectativa sexual que sin duda es más exigente que antes, y al mismo tiempo no lucir tu virilidad...

¿Usted suscribe algunas de las luchas del feminismo?

Yo tengo convicciones, las defiendo, hablo públicamente para defender causas, pero nunca he sido “activista”. Creo que el papel de los escritores y artistas es precisamente hacer oír voces singulares.

La obra de D.H. Lawrence y la suya propia abordan la sensualidad y el placer sexual; hoy este aspecto no parece muy presente en la literatura. ¿Cuál es su impresión?

Es difícil ser hedonista en este momento, ¿no? Parece que los bloqueos no han ayudado en absoluto a la tasa de natalidad. Más profundamente, creo que estamos viviendo una era de histeria identitaria. Teóricamente, la gente tiene más libertad que antes, pero es como si esa libertad, en lugar de disfrutarla, los asustara. Por eso tienen que integrar un grupo, étnico, sexual, que les proporciona un patrón de comportamiento y, como se ponen límites a sí mismos, quieren imponérselos a los demás. La lógica, inconsciente, es más o menos: “como me prohíbo disfrutar, te lo prohíbo a ti también”. Esto es lo que nos encontramos cuando criticamos al #MeToo: las mujeres querían regular su trato con los hombres, por lo que querían prohibirnos hablar de nuestra libertad en nuestras relaciones con ellos.

Vivimos una nueva revolución sexual en torno a las identidades de género: el movimiento LGBT+ ha ganado en presencia y en derechos específicos. ¿Podría considerarse un triunfo de la libertad sexual?

Yo encuentro formidable la visibilidad hoy, en nuestras sociedades, de todas las formas de sexualidad. Pero hay derivas. Escuchamos casos en los que los padres y los médicos alientan a los niños demasiado pronto a “elegir” su género. Y luego, con demasiada frecuencia hay agresividad de parte de los activistas de este movimiento hacia aquellos que son “estúpidamente” heterosexuales. Me pregunto si algunos no se arrepienten en el fondo de la completa marginalidad que tenían antes. ¿No había satisfacción en violar una norma? A partir del momento en que hay demasiada tolerancia hacia las prácticas sexuales singulares, este placer de la transgresión desaparece. Y así, para preservarlo, hay que mantener una cierta agresividad, para mantener la posibilidad de ser rechazado.

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