“Un demonio en coma”: el duro final de Mark Lanegan

Mark Lanegan. Imagen de El País.
Mark Lanegan. Imagen de El País.

Esta semana se supo de la muerte del músico estadounidense de 57 años, figura del rock alternativo de las últimas décadas y parte de la "generación maldita" del grunge de Seattle. Si bien aún no se conoce con exactitud la causa de su fallecimiento, el propio artista fue dando pistas de sus graves problemas de salud tras contagiarse de una cepa exótica de coronavirus, que le provocó la pérdida total de la audición, alucinaciones y varios períodos de coma inducido que registró en el libro Devil in a Coma.


Su partida puso de luto al mundo de la música. Su extensa carrera -pasando por bandas como Screaming Trees y Queens of the Stone Age al éxito como solista- lo posicionó dentro de los músicos más relevantes del rock alternativo anglosajón. Mark Lanegan fue un nombre clave para la proliferación del grunge en Washington, catalogado junto a otros músicos del circuito como parte de la “generación maldita” de Seattle, capital cultural indiscutible del género.

La vida de Lanegan, como la de varios otros artistas de la escena del grunge, estuvo marcada por las adicciones. Sin embargo, la suya comenzó mucho antes de iniciarse en la música. Hijo de padre alcohólico, tuvo su primer acercamiento con las drogas a los 12 años. A los 14, ya estaba inmerso en una fuerte adicción a la bebida y al juego.

A sus 18, ya versaba sobre su registro policial una serie de delitos relacionados al robo, la posesión de narcóticos, vandalismo y varios arrestos. Sus inicios en la música se dieron a principios de los ochenta. Para 1985 fundó Screaming Trees, banda formada por Lanegan, Mark Pickerel, y los hermanos Gary Lee Conner y Van Conner. La agrupación estuvo activa hasta los dos mil, y fue una de las más importantes para los primeros años del grunge.

Sin embargo, y al menos para Lanegan, sus motivaciones para integrar la banda fueron bastante claras: “Básicamente tuve que estar en una banda para costearme mi adicción”, señala en entrevista con el diario argentino La Nación.

Durante esa época, las drogas lo harían pasar por una de las etapas más difíciles de su vida. En 1992, su adicción a la heroína lo llevó al hospital. Las graves secuelas que le provocó el abuso de dicha sustancia hizo que los médicos consideraran la amputación de uno de sus brazos a raíz de una compleja infección extendida en su extremidad.

Un par de años después, en 1994, recibió un llamado de Kurt Cobain, vocalista de Nirvana, sin saber lo que vendría después. El músico no contestó. Ese mismo día, Cobain se quitó la vida con una escopeta. Otras versiones dicen que ambos habrían pasado juntos aquella tarde. Cabe destacar que los artistas eran íntimos amigos, e incluso se consideraban el uno al otro como hermanos, siendo transversalmente reconocida la influencia de Lanegan en las composiciones de Cobain.

Mark Lanegan y Kurt Cobain
Mark Lanegan y Kurt Cobain

A pesar de los excesos que caracterizaron gran parte de su vida, el músico logró mantenerse limpio de las drogas durante sus últimos años. Según consigna el reportaje de La Nación, Lanegan logró superar sus adicciones gracias a un tratamiento de desintoxicación financiado por Courtney Love, la viuda de Cobain. Logró mantenerse sobrio por cerca de 20 años.

En las últimas dos décadas potenció su carrera como solista, la que lo trajo a Chile en varias oportunidades. El 2020, en entrevista con la Rolling Stone, señaló que “para continuar en la música, tuve que distanciarme de todo el asunto de Seattle”.

Así, rehabilitado y radicado por ese entonces en California, Lanegan lanzó el 2020 su libro de memorias, titulado Sing Backwards and Weep, donde contó los detalles de su historia íntima, especialmente sus viviencias hasta 1997. La publicación de su autobiografía estuvo acompañada de Straight Songs of Sorrow, un disco de quince canciones que complementaron su proceso de retrospección.

“Acababa de escribir algunas canciones y al director de mi sello en el Reino Unido y a quien dirige mis publicaciones se les ocurrió la idea de un disco que acompañara el libro. Las canciones me llegaron y las considero como una especie de regalo que me dio la publicación, pues siempre escribo sin buscar nada”, dijo al medio argentino.

“Devil in a coma”: las complejas secuelas del COVID

Pese a que aún no hay claridad respecto a cuál fue la causa exacta de su muerte, sí es de público conocimiento que el último año fue uno de los más complejos de toda su vida, provocado por su contagio con una “cepa exótica” de coronavirus.

Durante los primeros meses de la pandemia, Lanegan fue un fehaciente negacionista de la pandemia, difundiendo teorías conspirativas sobre el virus y rechazando el proceso de vacunación. Sin embargo, y tras vivir en carne propia las consecuencias del COVID 19, el músico se retractó de su postura y se entregó al proceso de vacunación.

La enfermedad dejó vestigios en su cuerpo y su salud. Producto de su contagio, sufrió la pérdida de la audición, fracturas de costillas, alucinaciones y varios períodos de coma inducido que lo tuvieron al borde de la muerte en varias ocasiones. Todo esto quedó registrado en el libro Devil in a coma, donde Lanegan retrató con lujo de detalles las secuelas que sufrió a raíz del coronavirus, además de confesar que desde hace un tiempo que padecía problemas renales.

Portada del libro "Devil in a Coma", de Mark Lanegan. Editorial White Rabbit
Portada del libro "Devil in a Coma", de Mark Lanegan. Editorial White Rabbit

En el libro, el artista comenta que, antes de llegar al hospital, se había sentido enfermo durante varios días, hasta que una mañana despertó completamente sordo. “Con mi equilibrio inestable y mi mente en un estado de sueño surrealista y psicodélico, perdí el equilibrio en la parte superior de las escaleras. De cabeza, me desmayé en el alféizar de la ventana mientras bajaba la estrecha escalera de mi casa. Estallido. Mi esposa había salido a montar a caballo durante el día, y me desperté horas después sin poder escuchar nada, incapaz de moverme, dos enormes ronchas abiertas en mi cabeza y mi rodilla que no soportaba ningún peso”, versa uno de los pasajes publicados por The Guardian.

Entre la caída y las molestias respiratorias propias del virus, el músico describía con estas palabras el dolor que le aquejaba: “Mis costillas estaban rotas, mi columna magullada, maltratada y adolorida, y mi rodilla, ya crónicamente maltratada, había vuelto a desaparecer, como si me hubieran desgarrado algunos tendones o cortado un ligamento. Mi pierna era inútil. Cada intento de respiración era una batalla, sin importar lo mucho que intentara tomar una respiración natural”.

Aunque confiesa que el dolor era intenso y que no parecía mejorar, se negó a ir al hospital en reiteradas ocasiones. Pero su evidente deterioro físico llevó a su esposa, Shelly Brien (con quien Lanegan compartía proyectos musicales) a pedir una ambulancia a sus espaldas para que lo trasladara al hospital.

Allí, el diagnóstico fue claro: “Eventualmente terminé en cuidados intensivos, sin poder extraer oxígeno, y me diagnosticaron una nueva cepa exótica del coronavirus para la que, por supuesto, no había cura”, narra el compositor en su libro.

Así, la gravedad de la enfermedad llevó a que los médicos decidieran inducirlo al coma varias veces, en intervalos de inconsciencia que le dejaron múltiples secuelas físicas propias del proceso. Según informaron los médicos y enfermeras, Lanegan estuvo al borde de la muerte en más de una ocasión. Aun así, de las cosas más recordadas por el músico en Devil in a coma fueron las alucinaciones que vivió durante su estadía en el hospital.

Mark Lanegan y Shelley Brien. Fotografía de Shona Cutt Photography
Mark Lanegan y Shelley Brien. Fotografía de Shona Cutt Photography

“Me preguntaban tres veces al día si sabía dónde estaba y rara vez daba una respuesta correcta. A veces, conducía millas para entregar drogas a alguien en otra ciudad, o desmantelaba un automóvil robado después de la medianoche para vender o cambiar piezas. A veces, estaba encajonando papas y apilándolas en tarimas en la fábrica de papas o usando ganchos de metal para subir fardos de heno a un tractor bajo el intenso sol de verano del este de Washington, o estaba borracho cocinando panqueques y desayunos con huevos en un ajetreado restaurante después de beber y juerga toda la noche; algunas de las actividades entre muchas en las que había participado en mi juventud”, sentencia el músico.

Complementa Lanegan sobre aquel episodio: “A veces sentía que estaba en un autobús turístico en los Estados Unidos o el Reino Unido, y recuerdo haber pensado que estaba en un tren, viajando por Australia por un tiempo. China, Medio Oriente, las llanuras de Canadá, y donde me había criado en el noroeste del Pacífico había todos los lugares en los que imaginaba que estaba celebrando la corte entre los condenados. No tenía idea de dónde venían estos delirios, pero estaban siempre presentes”.

A raíz del dolor corporal, las dificultades para respirar y los pensamientos incesantes, el músico confesó haber deseado más de una vez volver a estar bajo los efectos del coma, en lo que el mismo describe como un “olvido temporal”. Durante su estadía en el hospital, recibió dosis altas de medicamentos como Seroquel (antipsicótico), Xanax (benzodiazepina) y OxyContin (analgésico) que, a medida que avanzaba el tiempo, dejaban poco a poco de curtir efecto.

Su paso por la unidad de cuidados intensivos se extendió por varios meses. Poco después de volver a su casa en Killarney, Irlanda, donde se vivió desde mediados del 2020 hasta su muerte, se dedicó a redactar su experiencia con el coronavirus y las particularidades de su estadía hospitalaria. Sin embargo, su sobrevivencia a los vestigios dejados por el coronavirus no fue suficiente asegurarle al músico más años de vida. Con tan solo 57 años, y al poco tiempo de su salida del hospital, el grunge perdió a uno de sus miembros fundadores, esencial en el estilo nihilista que dio voz a toda una generación durante los noventa.

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