César Vallejo y Trilce: las palabras encendidas por primera vez

Publicado en octubre de 1922 -hace 100 años- el segundo libro del fundamental poeta peruano se enmarcó en la literatura de vanguardia que se hacía en su tiempo. Con un ánimo de crear un lenguaje nuevo, Trilce reunió 77 poemas en donde importa más el sonido que los significados. De mano de dos expertos, en Culto revisamos sus claves.


Cuando vio la luz colarse por la puerta de la cárcel de Trujillo mientras se abría, César Vallejo lloró. En la cálida mañana del 26 de febrero de 1921, tras 112 días en prisión, volvía a ser un hombre libre. El poeta había sido acusado de formar parte de una turba que incendió la casa de una connotada familia de Santiago de Chuco, los Santa María Calderón. En libertad provisional, el autor de Los heraldos negros -su libro debut que había publicado en 1918- no perdió el tiempo y se reunió con sus amigos. “Fue llevado triunfal alrededor de la Plaza de Armas de Trujillo, y celebraron esa noche con una cena en el restaurante Valeriano”, relata su biógrafo Stephen Hart en César Vallejo: una biografía literaria (2013).

Ante sus amigos, y entre deliciosos comistrajos y febriles mostos, Vallejo se dispuso a leerles parte de sus nuevos versos. En la cárcel no había perdido el tiempo, pues se dedicó a crear y afinar un material que ya venía trabajando. Con 8 nuevos poemas, más la corrección de los anteriores, preparaba el libro que denominó con un nombre estrambótico: Trilce, el que se publicó por primera vez en octubre de 1922.

No hay que rebuscarse mucho para entender el título del libro, el mismo Vallejo, en una entrevista que concedió en 1931 para el periódico El Heraldo de Madrid, lo explicó: “Trilce no quiere decir nada. No encontraba, en mi afán, ninguna palabra con dignidad de título, y entonces la inventé: Trilce. ¿No es una palabra hermosa? Pues ya no pensé más: Trilce”.

Ese afán de inventar palabras era una tendencia en boga de su época, los primeros años de la década de 1920. Lo explica el poeta y crítico literario de Culto, Matías Rivas. “En esos tiempos, los poetas estaban jugando con la idea de inventar un lenguaje nuevo. A Vallejo hay que verlo en relación a otros poetas latinoamericanos: Gabriela Mistral, Vicente Huidobro y Pablo Neruda, cada uno en la suya, pero tenían ese norte”. De hecho, en ese 1922 también se publicaron los Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, del argentino Oliverio Girondo; y al otro lado del Atlántico veían la luz La tierra baldía, de T.S. Eliot y el Ulises, de James Joyce. Toda literatura vanguardista.

Compuesto por 77 poemas, denominados con números romanos, Trilce fue el segundo y último libro de poesía publicado en vida por César Vallejo. “Es un libro innovador dentro de la literatura latinoamericana como pocos. Lo que hizo Vallejo fue darle a la lengua latinoamericana el mismo estatus que le habían dado los franceses a su idioma con el trabajo de Stéphane Mallarmé. Porque en Trilce lo que vale es el sonido de las palabras. Cuando uno lo lee, no entiende exactamente de qué va cada poema. La musicalidad y las imágenes son lo que más importa en el libro”, señala Rivas.

Luis Fernando Chueca, doctor en Literatura, académico de la Pontificia Universidad Católica del Perú, uno de los especialistas peruanos en Vallejo, también suscribe esa última idea, y señala que Trilce, sobre todo, se juega en el lenguaje. “Muestra la decisión y la necesidad de Vallejo de hacer uso del lenguaje casi como si se utilizara por primera vez; un lenguaje que le permitiera decir -desde sus pliegues, sus bordes, sus fracturas, sus resonancias- lo nunca dicho. En una carta a propósito del libro, Vallejo hablaba de la ‘obligación sacratísima, de hombre y de artista: ¡La de ser libre!’. Y que, desde esta necesidad, se había asomado, en la escritura, a los ‘bordes espeluznantes’”.

Por ello, Chueca explica que la idea de Vallejo de libertad, de querer ir más allá, no se trataba de experimentación por el solo ánimo de transgredir. “Responde a una búsqueda, hecha desde el lenguaje mismo, de indagar y expresar radicalmente su condición de ser humano enfrentado a una serie de situaciones, individuales y colectivas, que lo obligan a replantearse y a revisar en carne viva prácticamente todo: sus afectos, las pérdidas y carencias; el deseo y la sexualidad; la condición migrante y el maltrato; la culpa, la familia, el dolor, la muerte y, por supuesto, el lenguaje”.

Matías Rivas complementa: “Trilce es más radical que lo que hizo Huidobro. Es uno de los libros donde se ha llevado más al extremo el concepto de poesía de vanguardia. Es un misterio latinoamericano porque no se sabe bien cómo Vallejo llegó a concebir un libro así”.

Un libro criticado

Cuando se publicó, no todo el mundo congenió bien con el volumen. De hecho, en la revista Mundial, del 3 de noviembre, el crítico Luis Alberto Sánchez escribió: “Lucho en vano, pues cada línea me desorienta más, cada página aumenta mi asombro. ¿Por qué ha escrito Trilce, Vallejo?”.

“Es cierto que en general fue mal criticado -señala Chueca-. Ahí están las desconfianzas de Luis Alberto Sánchez, que admiraba Los heraldos negros, frente a Trilce, libro al que calificaba de ‘incomprensible y estrambótico’, sobre todo por ‘las cabriolas verbales’ que presentaba. O la burla de Clemente Palma, el crítico más reputado de entonces, antes de leer el libro y solo a partir del título: ‘el libro de versos se titula Trilce… ¿Trilce?... ¿¡Caracho!... -como dice Durand- no tendrá tripa ese trilce?’. Y además muchas otras críticas y denuestos”.

¿Por qué pese a las malas críticas Trilce terminó trascendiendo? Rivas contesta: “Fue muy adelantado, fue precursor. En ese momento, la crítica estaba preparada para libros como Los heraldos negros, que tuvo buena recepción. Trilce es como un meteorito salido de la nada, muy difícil de descifrar aunque a través del conocimiento en Latinoamérica de lo que estaba pasando en Paris, con las vanguardias, ahí podemos entrar a Trilce. Uno entra después de leer a los franceses”.

Chueca comenta que hubo un segmento de la población que enganchó más con Trilce: “Si bien fue en general un libro que tardó mucho en poder ser leído más ampliamente (y en esa medida se adelantó a las posibilidades de su tiempo) hubo, sobre todo entre los más jóvenes, quienes percibieron que con él comenzaba algo inédito que tenía que ver con ese nudo indisoluble entre la palabra y la vida”.

Si bien, César Vallejo fue absuelto en el primer juicio en su contra, la familia Santa María Calderón apeló, la Corte Suprema anuló esa decisión y fijó un nuevo proceso. Tras haber publicado Trilce, y sin ganas de ir nuevamente a la cárcel, Vallejo se embarcó el 17 de junio de 1923 rumbo a París, escapando de la justicia 11 días antes de volver al tribunal. Nunca más volvió al Perú.

Luis Fernando Chueca hace una reflexión con la importancia del volumen. “Hoy, que Trilce está cumpliendo 100 años y la lectura de cada poema nos sigue dejando cientos de preguntas que resuenan sin poderse responder de modo concluyente, podemos todavía reconocer que Trilce sigue siendo una mirada a la hondura, el dolor, la solidaridad, la formación de la comunidad, el erotismo, erguido o erizado, el temblor, y en general la rebeldía ante esas múltiples cárceles que nos siguen constituyendo nuestra experiencia como seres humanos. Todavía sentimos las carencias que explora y la posibilidad de imaginar que las remontamos ‘potentes de orfandad’”.

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