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Andrés Neuman revive a la autora del diccionario Moliner: “Es la abuela de todas las personas que aman las palabras”

El escritor argentino publica Hasta que empieza a brillar (Alfaguara), una novela donde relata la vida de la española María Moliner, la autora del famoso Diccionario del uso del español. Una historia de adversidades y que tuvo en su obra lexicográfica una especie de autobiografía oculta. “Recurrió a su memoria personal y sus circunstancias cotidianas, como una escritora secreta”, comenta en charla con Culto.

Andrés Neuman revive a la autora del diccionario Moliner: “Es la abuela de todas las personas que aman las palabras” Foto: Rafa Martí

Fue la curiosidad la que llevó al escritor argentino Andrés Neuman. Usuario habitual del Diccionario del uso del español, uno de los más recurrentes para los hispanoparlantes (con más de algún escritor entre sus fanáticos), junto con el de la RAE. Un buen día decidió a indagar sobre la historia detrás de él. Su autora fue la bibliotecaria y lexicógrafa española María Moliner, quien lo publicó en 1966.

De paso por Chile, donde se presentó en el ciclo La ciudad y las Palabras de la UC, Neuman comenta a Culto: “Empecé a investigar y me quedé asombrado: lejos de lo que solemos suponer, la vida de María Moliner es absolutamente fascinante. Entonces me puse a leer de corrido su diccionario —que escribió sola en su casa durante más de quince años— casi como un novela alfabética. Y sentí que, además de un monumento lingüístico, se trata de una obra de arte que nos revela entre líneas la intimidad de su creadora”.

María Moliner, la autora del Diccionario del uso del español

Esa investigación pronto pasó a la escritura, y así Neuman le dio forma a una novela llamada Hasta que empieza a brillar (Alfaguara), donde aborda la vida de María Moliner a medio camino entre el ensayo y la ficción. Ahí, no solo aborda el diccionario, sino todo lo que debió enfrentar.

“Entre otras adversidades, su padre la abandonó para fugarse a Buenos Aires. Eso la obligó a trabajar desde niña, y así pudo costearse sus estudios. Con admirable esfuerzo, logró ser la primera docente en la historia de la Universidad de Murcia o la primera mujer que dirigió la biblioteca universitaria de Valencia. Fundó más de un centenar de bibliotecas rurales y viajó para cuidar personalmente cada una de ellas. En plena Guerra Civil, redactó una ley para articular todas las bibliotecas de la España republicana: mientras su país ardía, ella trató de reforestarlo con educación y cultura”.

-¿Cómo fue el proceso de escritura?

Muy laborioso y a la vez muy divertido. Tengo la convicción de que, a la hora de escribir ficciones sobre personajes reales, investigamos para ganarnos el derecho a inventar. Así que me documenté durante años, y después traté de imaginarme que doña María era mi abuela imaginaria. En el fondo lo es: la abuela de todas las personas que aman las palabras.

-Has comentado que te parece que este Diccionario del uso del español de Moliner es una autobiografía oculta, ¿por qué?

Porque se trata de un diccionario de autora, escrito en un período vital y político muy concreto, que redefine el léxico de modo personal. Propone una suerte de ficción lingüística: en vez de limitarse a reproducir citas ilustres, doña María inventó buena parte de los ejemplos de uso de cada palabra. Y, al hacerlo, recurrió a su memoria personal y sus circunstancias cotidianas, como una escritora secreta.

-¿Qué es lo que más te llama la atención de este diccionario?

La mezcla de osadía y sentido común. Sus definiciones suelen resultar más claras y precisas que las académicas de la misma época, pero también muy sabias en lo emocional: es un libro que acompaña la vida. Sus ejemplos de uso son sutilmente rebeldes, impregnados de espíritu crítico y conciencia histórica. Y está escrito con un oído plural que descentraliza el canon, quizá porque ella misma fue una trabajadora nómada que se pasó décadas escuchando los acentos de distintas regiones. Eso nos la vuelve más hospitalaria y cercana en Latinoamérica.

Foto © Wiktoria Bosc

-¿Consideras que el hecho que María Moliner haya realizado este diccionario es una especie de declaración en pos de la situación de las mujeres de su época?

Y no sólo del pasado: igual que Moliner no daba ninguna palabra por sentada, los derechos requieren atenciones permanentes. Pero, más que una declaración explícita, al tratarse de una mujer tan pionera y acostumbrada a remar contracorriente, resulta inevitable percibir su conciencia de género y de clase. Doña María transgredió varias formas de autoridad: la política de la dictadura, la lingüística de la Academia, la moral de nuestros modelos familiares. Por eso hablamos quizá de la lexicógrafa más importante de todos los tiempos.

¿Sueles usar este diccionario a menudo? ¿Cómo es tu relación con él?

De admiración, amor y asombro, por decirlo alfabéticamente. Para escribir la novela lo leí casi entero durante años, siempre en cotejo con la décimo octava edición del diccionario académico, que es la que más consultó ella mientras trabajaba en el suyo. Ahora lo releo a ratos con curiosidad y placer, como un niño que asoma la nariz al misterio de su lengua materna.

La figura de María Moliner ha sido tratada en ensayos, biografías, documentales. ¿Qué desafíos encontraste al abordar su historia desde la ficción?

El de retratarla como personaje de cuerpo entero, con sus dudas, deseos y vulnerabilidades, poniendo la investigación histórica al servicio del relato novelesco, interpretando su intimidad a la luz de su producción intelectual, y viceversa. Para eso intenté concentrarme en un aspecto que atraviesa toda su biografía: su historia de amor por las palabras, los libros y las bibliotecas.

La novela profundiza en el olvido y la injusticia que sufrió Moliner, por ejemplo, con su no ingreso en la Real Academia Española. ¿Crees que su historia resuena de una manera particular en la actualidad?

Más allá de las circunstancias de aquella lamentable derrota, que fueron complejas y multifactoriales, el legado de María Moliner cuestiona el vínculo de fondo entre las interpretaciones académicas de la lengua (que a mí como filólogo me interesan muchísimo) y la comunidad de hablantes, que es quien la renueva y a quien en definitiva le pertenece. Ella introdujo miradas modernas que hoy forman parte de nuestro sentido común lingüístico. Por otra parte, su lucha por debatir serenamente sobre el sentido de las palabras me parece de especial valor, hoy que tanto tendemos a cerrar con violencia debates que en realidad no abrimos.

¿Cuál es el mayor descubrimiento que hiciste sobre María Moliner mientras escribías Hasta que empieza a brillar?

Me conmueve su manera de pensar el cuidado y cuidar el pensamiento. No por casualidad, propone “cuidar” como sinónimo de “pensar”, que es de donde proviene por etimología (cogitare en latín). En el diccionario oficial de su época, los ejemplos de uso de ese verbo omitían el sujeto: se mencionaba el cuidado de niños y enfermos, pero no a quienes realizaban esas acciones. Doña María modificó los ejemplos para nombrar y visibilizar a madres, abuelas, enfermeras. Cada palabra de su diccionario es un pequeño acto de generosidad y reparación.

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