Cueca en pantalla grande
Y aunque la película Me Rompiste el Corazón es una recreación ficcionada, muchos de los personajes y lugares en esas tomas de San Antonio son tan verdaderos como las vivencias que acoge su banda sonora. Es una cinta sencilla y de casi palpable cariño en su producción. No la guía la técnica, sino que la poesía.

Es probable que los 97 minutos de Me rompiste el corazón contengan más cueca que todo el archivo del cine chileno. Son varias las cuerdas por las que afirmarse al nuevo estreno de Boris Quercia, un retrato biográfico de Roberto Parra Sandoval concentrado en la conmovedora historia de amor que al guitarrista y cantor iba a inspirarle la escritura de sus entrañables décimas a La Negra Ester. Una de ellas es la música, cuya firmeza justifica por sí sola la asistencia a la sala. La cueca articula escenas y explica la interpretación poética que el hermano de Violeta y Nicanor les da a las dificultades que enfrenta, orientando así una narrativa en sí misma, honesta e imperecedera.
Aunque muy intermitente, el recorrido sobre cueca en el cine larga ya en los albores de las películas hechas en nuestro país.
Se define a Una cueca en Cavancha (Luis Oddó, 1897) como la primera película que se filmó en Chile. Es hoy inencontrable, pero la cinta chilena más antigua que sí se puede ver, también muestra una cueca. Paseo a Playa Ancha, del francés Maurice Albert Massonnier, se estrenó en enero de 1903, con dos minutos de un baile de parejas inserto en un almuerzo al aire libre. El sitio web de la Cineteca Nacional resguarda otros doce filmes con escenas de pañuelos agitados en pareja, disponibles para visionado en línea (buscar por “La cueca en el cine chileno”) y con valiosa información asociada. También están allí Tonto pillo (1948, del prolífico José Bohr), con magnético protagonismo de la legendaria cantante Esther Soré (protagonista de un total de nueve películas, según la nueva biografía suya escrita por MIssael Godoy); además de, cómo no, Largo viaje (1967), la inolvidable cinta de Patricio Kaulen que en su minuto 28 inserta una dramática cueca funeraria, durante un velorio nocturno en el que ni el zapateo ni la borrachera consiguen distraer la tristeza por la muerte de un recién nacido.
En La Hechizada, historia de amor campesino dirigida por Alejo Álvarez en 1950, se puede ver a Margot Loyola bailando una cueca completa e impecable. Al contrario, es la cueca más absurda de todas la que se inserta con ánimo pintoresco al medio de Gun Shy (2017), fallida ficción anglo con Antonio Banderas como un decadente rockero que es secuestrado durante un viaje por Chile.
Al fin, ha sido el documental el género que ha llevado la cueca a la pantalla en su arraigo más profundo. La huasa, la brava y la joven se han ido ordenando en estrenos regulares desde que en 1999 Mario Rojas registró como era debido a Los Chileneros en La cueca brava de Nano Núñez. Y aunque Me rompiste el corazón es una recreación ficcionada, muchos de los personajes y lugares en esas tomas de San Antonio (como el bar “El Checo”) son tan verdaderos como las vivencias que acoge su banda sonora (supervisada por Álvaro Henríquez, 26 años después de una tarea similar para El desquite, con varios créditos coincidentes). Es una cinta sencilla y de casi palpable cariño en su producción. No la guía la técnica, sino que la poesía.
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