
El año mágico de Joan Didion: cuando el dolor y los fantasmas de una autora se convierten en un credo
Apuntes para John se titula un libro póstumo publicado por Joan Didion, convertido en uno de los lanzamientos del año y que materializan un culto creciente a la fallecida escritora. Son básicamente unos informes que hizo para su marido, donde le contaba sus sesiones con el siquiatra. Se muestra vulnerable, frágil, con dudas, con temores. Aborda la complicada relación con su hija adoptiva y otros fantasmas personales. El eje de una pluma tan dolorosa como esencial.

Fue una casualidad la que permitió que existiese un libro póstumo de Joan Didion. Fallecida en 2021, la escritora dejó 150 páginas inéditas cerca de su escritorio. Estas fueron encontradas y entregadas por sus familiares al archivo Didion/Dunne, de la Biblioteca Pública de Nueva York.
Esas páginas eran básicamente unos informes que Didion había hecho para su esposo, John Gregory Dunne, comentándole sobre sus sesiones de terapia psiquiátrica (por eso los dirige a un “tú”, a John). Sí, la autora de Los que sueñan el sueño dorado había comenzado un tratamiento con el psiquiatra Roger MacKinnon, en noviembre de 1999, para enfrentar todos sus fantasmas.
Esas sesiones fueron compiladas y publicadas como Apuntes para John, y en Chile se encuentran vía Random House. Es uno de los lanzamientos editoriales del año. Y la leemos brutalmente honesta. Una mujer de 65 años que a pesar del éxito conseguido como escritora, se mostraba frágil. Vulnerable. Revela los fantasmas que la acosaban: la difícil relación con su hija, Quintana (a quien habían adoptado y era alcohólica); reflexiones sobre su infancia, la distante relación con sus padres, sus luchas para escribir e incluso cómo veía su legado literario.

Las sesiones se registran hasta 2003. El dato no es menor porque, de alguna forma, este libro es el preámbulo a la terrible historia que conocimos en su conmovedor libro El año del pensamiento mágico. El 30 de diciembre de 2003, su marido falleció producto de un ataque cardiaco, y en 2005, la que dejó el mundo fue Quintana, producto de una pancreatitis.
Así, por ejemplo, el 29 de diciembre de 1999, anotó: “Hablamos sobre mis angustias respecto a Quintana. Básicamente consistían en que se deprimiera hasta el punto de estar en peligro. La premonición catastrofista, la llamada en mitad de la noche, tratar de tomar su temperatura emocional en cada llamada de teléfono. Dije que en algunos casos parecía justificado y que en otros era injusto con ella, porque debía de notar nuestra ansiedad del mismo modo que nosotros notamos la suya. ‘Sospecho que ella nota muy particularmente su ansiedad’, dijo”.
“Quería saber cuántos años tenía Quintana cuando llegó los detalles de la adopción. Hablamos sobre eso en bastante profundidad, y le dije que yo siempre había temido que la perderíamos. Viendo las ballenas. La supuesta serpiente de cascabel en la hiedra de Franklin Avenue. Él dijo que de la misma manera que todos los niños adoptivos tienen un temor profundo de que los volverán a abandonar, todos los padres adoptivos tienen un temor profundo de que les quiten el niño, Si uno no se enfrenta a esos miedos cuando aparecen, los desplaza, se obsesiona con peligros que puede controlar -la serpiente en el jardín- en lugar del peligro que no puede controlar”.

Agregaba lo que le comentó el siquiatra: “Obviamente, usted no se enfrentó a este miedo en su momento. Lo apartó. Ese es su patrón. Usted avanza, va tirando, controla la situación a través de su trabajo y su capacidad. Pero el miedo está todavía ahí, y cuando descubrió este verano que su hija corría un peligro que usted no podía gestionar o controlar, el miedo atravesó sus defensas”.
El 19 de enero del 2000, comentó: “Cuando Quintana vino a cenar el lunes por la noche, dije, después de un fin de semana difícil...yo conté en la cocina que le había enseñado al doctor MacKinnon algunas notas que había escrito sobre mi madre y que él me había hecho una pregunta sobre la que yo quería hablar con ella. Entonces le enseñé las notas y dije que la pregunta del doctor MacKinnon era si yo pensaba que la desconfianza de mi madre en los grupos, en las posibles agendas de otras personas, tenía algo que ver con mi propia reticencia a Al-Anon, que había salido con anterioridad. Dije que en ese momento tú (John) entraste en la cocina, y que la conversación se desvió, pero que entonces Quintana dijo: ‘Espera, quiero volver a lo que mamá estaba diciendo’. Sorprendentemente, cuando ella reformuló mi pregunta la tradujo de esta manera: ¡¿Te refieres a que tu resistencia a Al-Anon tiene algo que ver con mi resistencia a Alcohólicos Anónimos?’“.

“-Excelente -dijo el doctor MacKinnon-. Todo el mundo ha sacado un diez. ¿Qué dijo usted? Dije que había dicho que suponía que eso era a lo que yo me refería, sí. Ella respondió esto: dijo que tal vez, sí. Dijo que últimamente había estado reticente a ir a Alcohólicos Anónimos: suponía que tenía mal sabor de boca a causa de Molly, su espónsor, pero se había dado cuenta de que lo echaba de menos y de hecho planeaba asistir a una reunión la noche siguiente".
Y añade: “Él dijo que Quintana tiene la sensación de que no puede tener una conversación independiente con ninguno de nosotros, que el otro siempre está allí. Dije que así era como vivíamos tú y yo, siempre estábamos juntos. -Creo que usted necesita pasar tiempo a solas con ella-dijo él-. Hagan un viaje corto”.
“Dije que tú habías hecho un viaje así con ella hacía unos años, a Monument Valley, y que te había resultado tan gratificante que me habías instado a hacer lo mismo desde entonces, pero con su agenda y la mía no lo conseguimos. -Tiene que planificarlo según la agenda de ella-dijo él-. Hágalo”.

El 1 de marzo del 2000 escribió: “Me preguntó si estaba triste o deprimida. Dije que no. ¿Cansada entonces? Un poco cansada, dije, y un poco distraída. Dije que estaba trabajando en una película con un argumento complejo. Intento mantener todas las tramas en la cabeza. A veces me olvido de las tramas. Tantas que a veces me preocupaba temer un primer estadio de Alzheimer”.
“¿Es algo que teme? ¿Acaso no lo teme todo el mundo Algunas personas lo temen más que otras. Dependiendo de sus historiales familiares. Dije que tres de mis cuatro abuelos habían vivido lo suficiente para padecerlo y no lo habían tenido. Mi madre, a los ochenta y nueve, tenía daño cerebral residual de un hematoma subdural operado, pero ninguna clase de demencia. Mi padre había mostrado signos de demencia, tan pronto como 1984, cuando olvidó en cuál de dos hospitales había dejado a mi madre una hora antes, pero por otra parte mi padre había bebido mucho, especialmente los últimos treinta años de su vida".

En una de las últimas conversaciones registradas, el 3 de enero de 2002, Didion habla sobre la vejez. “Conversación sobre Zoloft. Aumento a un comprimido. Discusión sobre tragar, las pastillas y en general. Dije que notaba dificultades para tragar, que me ahogaba”.
“A medida que uno envejece esos músculos no funcionan de manera tan automática. Es como el equilibrio, tiene que lucharlo, volver a entrenar sus músculos. Es esencial combatir estas cosas, ser consciente de dónde está desarrollando debilidades y superarlas. Si durante tres meses trata de tomar conciencia del proceso de masticar y tragar, creo que notará una diferencia significativa”.

COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
1.
4.
Contenido exclusivo y análisis: suscríbete al periodismo que te ayuda a tomar mejores decisiones
Oferta Plan Digital$990/mes por 3 meses SUSCRÍBETE