Por Felipe RetamalNeobolero: la huella de Macha y el Bloque Depresivo en una nueva generación
El grupo liderado por Aldo “Macha” Asenjo se apresta a hacer historia en el Estadio Nacional. Un proyecto que propuso una mirada a la canción latinoamericana, que han continuado nuevos exponentes, como Catalina y las Bordonas de Oro, entre muchos otros. Una lectura que apela a mover el estilo a un público masivo, con una depurada apuesta artística. “Ya no es una música de viejos, es una música de todos”, dicen.

Habitual en salones, bares y estudios de radio, el bolero se hizo de un nombre como un estilo doliente y de interpretación intensa. Y en los próximos días, el estilo fraguado entre guitarras, requinto y voces dolientes, sonará hasta la última gradería en un gran estadio. Eso sucederá el próximo sábado 20 de diciembre, cuando se presente Macha y el Bloque Depresivo en el Estadio Nacional. Un hito absoluto para la cartelera musical del año, con un concierto que no necesitó de la promoción habitual de entrevistas o difusión en grandes medios, para agotar todas las entradas, a tono con la historia del proyecto, impulsado por un colectivo que tiene al frente a Aldo “macha” Asenjo, en paralelo a lo que plasman en Chico Trujillo y La Floripondio.
Lo del Bloque, ciertamente sorprendió. Las entradas para el show en el Coliseo de Ñuñoa se vendieron en apenas unos días, acaso como un reconocimiento a la persistencia. Desde sus inicios hacia 2010, han mantenido una agenda de presentaciones en vivo, lo que les ha permitido llenar el Teatro Caupolicán en cinco ocasiones seguidas en 2023. Pero el hito del Nacional tiene un antecedente. “El año pasado ya habían cambiado de estrategia, en vez de hacer más Caupolicanes, hicieron conciertos en estadios comunales. Habían estado en Puente Alto, en Conchalí, todo lleno. Entonces, cuando está comprobado que pueden llenar un espacio céntrico y en distintas comunas, en el fondo hay agua en la piscina. Y yo creo que ellos también querían hacer algo distinto. Entonces, me pareció como un paso bastante lógico”, dice Cristóbal González Lorca, músico, productor y autor del libro Lo que hay que soñar hay que vivirlo. Una crónica musical sobre El Macha (autoedición).

El fenómeno del Bloque también se sustenta en sus características musicales. La interpretación del Macha, el trabajo de sus músicos como José “Joselo” Osses y Raúl Céspedes, les han permitido consolidar un sonido propio. Tanto que hasta se apropiaron, con total seguridad, de un tema como Turista de Bad Bunny y de otros cortes más antiguos, como Quémame los ojos, popularizada por la orquesta Huambaly y temas propios como Los Continentales. Para el académico Juan Pablo González, Doctor en Musicología de la Universidad de California y autor de varios libros sobre música chilena, eso explica en parte, el interés del público. “Es una respuesta natural al exceso de música en streaming, del uso de la IA para ‘crear’, el concepto de producción que sustituye al concepto de creación, liderado hoy por la llamada música urbana -dice a Culto-. Es el péndulo que siempre ha ocurrido en la historia de la música; nos saturamos esa artificialidad que nos ofrece la industria y queremos verdad, naturaleza, ser humano, queremos sinceridad, sonido acústico. Y sin duda que lo que viene haciendo el Macha y el Bloque va por ese lado”.
Hay asimismo un atractivo en el hecho de que el grupo lleve una carrera fuera de los cauces convencionales. Un hito que le dio popularidad fue la difusión del registro de un concierto en el Théâtre de la Ville de París, en octubre de 2012, con Álvaro Henríquez de invitado. “Hay gente que dice que ese fue una suerte de primer disco -dice Cristóbal González Lorca-. Y en parte lo fue, ese registro sirvió para que mucha gente que no lo había visto en vivo, entendiera de qué se trataba el proyecto. Al principio había gente que pensaba que Álvaro Henríquez era integrante de la banda, por ejemplo”.
Con solo un disco oficial publicado en 2018, y una carrera sustentada fundamentalmente en sus shows en vivo, la huella del Bloque ha permeado hacia una generación de jóvenes intérpretes y cultores del bolero y la canción latinoamericana; una escena de neobolero. Catalina Plaza, es la cantante de Catalina y las Bordonas de Oro, banda que desde su origen en 2022 ha destacado por su cuidado trabajo con el bolero y la música latinoamericana. Este año, su buen disco debut, Presagio, fue reconocido con el Premio Pulsar al Mejor Álbum Balada o Música Romántica. Para ella, que era una niña cuando fue publicada la sesión en Paris de 2012, el proyecto del Macha es clave. “Han hecho un trabajo gigantísimo en lo que el bolero se refiere, es de los grupos que han mantenido vivo esta música desde hace mucho tiempo”, dice al teléfono con Culto. Para la cantante, el Bloque logró “chilenizar” el bolero. “La esencia chilena del bolero creo que está en el trabajo que ha hecho el Macha. Suena a Chile, creo que eso es lo más valorable para mí. Es un bolero muy chileno, muy de cantina, la gente se siente muy representada porque saca el bolero de lo más clásico y vuelve al bolero bohemio que a la gente le gusta escuchar”.
En la casa de la cantante Fiona Murillo, del Dúo Pajarito, no se escuchaba bolero, ni música folclórica. Reconoce que enganchó cuando conoció ese repertorio cantado por amigos y estudiantes en los pastos del Campus Oriente de la Universidad Católica. “Y me gustó, me encantó. Me empecé a acercar de a poco, me quise hacer amiga de esas personas, hasta hoy en día son mis amigos”, cuenta a Culto. Fue ahí donde coincidió con su compañera Amaia de Arteagabeitía con quien formó el proyecto que, sostenido en sus refrescantes armonías vocales, trabaja música latinoamericana desde 2019. Esta semana, estuvieron en el concierto ciudadano Chile canta a Gabriela, que celebró los 80 años del Nobel de Mistral. Para ella, la voz del Macha, a quien conoció recientemente, tiene una identidad. “Él es muy único. Siento que no finge, no trata de ser alguien más, no trata de hacerlo perfecto. Siento que es algo muy auténtico lo que él hace y creo que también eso es lo que le gusta a la gente. Es muy humano, siento yo”, dice.

El grupo Gamuza, integrado por tres amigos de colegio, Joaquín Meyer, Gonzalo Anais y Diego Casas Cordero, comenzó tocando rock en la sala de música. Con los años, y por su interés en la música latinoamericana, derivaron hacia un fino bolero de cuidados trajes y voces. Acaban de publicar su primer álbum, La amistad hecha bolero, en una formación de guitarras y percusiones, muy al estilo de los antiguos tríos de boleros. Para ellos, lo del Bloque fue una referencia. “Sin duda el Macha y el bloque depresivo son y han sido desde un inicio un gran referente en lo que estamos haciendo -dice Meyer-. En ese sentido hemos tomado mucha la esencia musical, lo que transmite en escenario el Macha y el Bloque Depresivo, y hemos llevado eso a un repertorio de canciones de autoría propia”.
La afamada sesión del Bloque Depresivo en París, sonaba mucho en la casa de la actriz y cantante Valentina Lambert. “La escuchaba los domingos en la casa de mi papá con mis hermanos y familias, o también viajando -dice a Culto-. Desde pequeña escuché en general, música latinoamericana y desde ahí llegué al bolero y empecé a cantarlo”. Cuenta que puso mucha atención al disco homónimo del Bloque y que los ha visto varias veces en vivo. “Ese disco me atrajo de una manera más sensible al bolero. Creo que entré a esa música y a querer escucharla con más detención por los arreglos de ese disco”. Hoy, es la cantante de Valentina y Los del Mar, un grupo de reciente formación (su primer show fue en julio de este año en Casa Piñones), que explora el repertorio del bolero puertorriqueño, en que predomina el sonido del requinto, y el trabajo de cantantes, habitualmente mujeres (como Virginia López o Aidita Avilés), que colaboraban con diferentes bandas. “Es como un bolero de playa, fresquísimo, es como sabroso”, dice.

El Nuevo bolero chileno
Casi todos estos cultores, son veinteañeros o están en sus primeros 30 años. No vivieron la época de oro del bolero, hacia los años cincuenta. A pesar de que con los años el estilo se ha asociado a la “canción cebolla”, Juan Pablo González aclara que el asunto es algo más complejo. “Ese concepto fue acuñado por Antonio Skármeta, en relación a lo que hacía Lucho Barrios, que hacía vals peruano, del norte, de Chiclayo, que es distinto al vals de la Chabuca Granda, que es vals fino. Él también hacía bolero, de guitarra, distinto al de Lucho Gatica que era un bolero fino, de orquesta, de gente elegante, es decir, hay varios boleros”.
La aparición de estos nuevos cultores del bolero, coincidiendo en una era marcada por las plataformas digitales y el uso extendido de efectos, es nada menos que una etapa más en su historia, de acuerdo a la apreciación de Juan Pablo González. “El bolero se comenzó a exportar desde México, había llegado desde Cuba, tuvo su auge en la década de los 50’. En los sesenta sigue Lucho Gatica y Armando Manzanero pero ha enterado el rock y el boom del folclore. Pero no desaparece del todo, se mantiene en la memoria, están los tríos de bolero tocando en los mercados. Después Luis Miguel, según Lucho Gatica aconsejado según él, produce este revíval para los jóvenes de los 90’, ahí vuelve a aparecer el bolero en el ámbito mediático. Siempre ha habido presencia del bolero, ha tenido distintos momentos. Y este momento del neobolero, es una nueva etapa que le da un impulso más que le da relevancia a las nuevas generaciones”.

A pesar de ser una música de otra época, los músicos cuentan que la reacción del público ha sido positiva. Así pasó con Catalina y las Bordonas de Oro. “Fue muy interesante, porque desde un comienzo que la gente reaccionaba muy bien a los conciertos. La gente se daba cuenta de que sabían muchas canciones de esa época -dice Catalina Plaza-. La gente, siento yo, se había olvidado de que le gusta esta música y cuando la traes con una apertura nueva, se da cuenta que puede gozar de ella sin vergüenza. Ya no es una música de viejos, es una música de todos”.
Con todo, los artistas reconocen que no es fácil llevar adelante un proyecto con una propuesta musical que no está pensada para encajar en las fórmulas del pop mainstream, y no siempre encuentra espacio en las parrillas radiales. “Lo más difícil es encontrar a la gente, que sabemos, están ahí, solo que a mi parecer, también son personas, a veces, alejadas de las redes. Es difícil competir con otros ritmos que son más bailables o alegres. A veces siento que no mucha gente quiere conectar con la tristeza o emociones distintas a la euforia”, dice Gonzalo Anais, de Gamuza.
Esas experiencias comunes y el encuentro entre los músicos han ayudado a formar una escena de cultores del bolero y la música latinoamericana, que apunta a un alcance masivo. “Hay una escena de jóvenes que cantan música latinoamericana, que es algo que siempre ha existido, pero hoy surgió el interés por hacer proyectos más grandes, no tocar solo en una picada, sino que se escuche a nivel nacional -dice Fiona Murillo-. Y eso es bacán, porque nosotros nos conocemos en general entre todos los chiquillos, con Gamuza, el trío Esmeralda, Catalina y las Bordonas de Oro, hemos compartido muchas veces”. De hecho, los músicos de Las Bordonas, también suelen acompañar en directo al dúo Pajarito. “Son los mismos -apunta Fiona Murillo-. Con los chiquillos también partimos siendo amigos. Y ahí empezamos a crecer juntos y aprender”. También han publicado colaboraciones, muy a tono con las claves de la industria, de hecho el Dúo Pajarito lanzó la canción Noche no te vayas, junto a Catalina Plaza como invitada. Una apreciación similar expresan desde las filas de Gamuza. “Es un ambiente bastante amable entre colegas y la colaboración es muy parte de esta nueva comunidad, porque sí, es una comunidad y una que está agarrando mucha fuerza”, dice Diego Casas.

Por su mirada hacia la música latinoamericana, relevando ritmos e instrumentación, los cultores locales pueden asimismo recoger un énfasis que en su momento también se planteó desde las filas de la Nueva Canción Chilena, recordando por ejemplo, el interés de Isabel Parra en los ritmos venezolanos, o el trabajo de Víctor Jara con música y ritmos de Bolivia. Para Catalina Plaza, hay una explicación. “Creo que en Chile somos de los pocos países en América Latina que saben a profundidad de otros géneros. Por ejemplo, tú vas a Argentina y te tocan solo música argentina, que es muy bacán, pero no tocan otras músicas. En cambio, en Chile los músicos te tocan tango, te tocan vals peruano, te tocan algún bolerito mexicano. Y eso igual lo tiene el Macha, que pasa por varias partes, pasa por bolero, por cumbia. Acá somos buenos para agarrar de todos lados y hacer algo súperoriginal”.
Para Juan Pablo González, el fenómeno del neobolero es asimilable a otros hitos en la historia reciente de la música chilena. “Lo del neobolero yo por relaciono más bien con la nueva cumbia y también con lo que hacen Los Celestinos con el vals peruano, creo que va por ahí. Con la Nueva Cumbia interpretada con más ‘autenticidad’. Pero las autenticidades son construidas. Violeta Parra es una gran constructora de autenticidad y el Macha también, son generaciones, sectores sociales que están afuera del mundo original del bolero o del vals peruano”.
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