La importancia de la otra elección del próximo domingo
En una semana más los chilenos tendrán no sólo que elegir al próximo presidente o presidenta de la república, sino también a los 155 miembros de la Cámara de Diputados y a 23 de los 50 senadores. Una disputa que no ha tenido la misma atención que la carrera por La Moneda, pero que es igualmente clave para el futuro del país.

El próximo domingo los chilenos deberán concurrir a las urnas para elegir al futuro Presidente de la República y a la totalidad de la Cámara de Diputados, además de a senadores de siete regiones del país, que totalizan 23 de los 50 representantes de la Cámara Alta. Es la primera elección de este tipo que se lleva a cabo desde que en 2022 se aprobó la reforma electoral que estableció la obligatoriedad del voto y la inscripción automática. Son más de 15 millones de chilenos los que están habilitados para votar, lo que adelanta una participación histórica en unas elecciones a las que se presentan ocho candidatos a la Presidencia, 125 candidatos al Senado y más de 1.000 aspirantes a ocupar uno de los 155 escaños de la Cámara de Diputados.
Si bien no está en duda la importancia de la disputa por la primera magistratura, más aún por el carácter presidencialista de nuestro sistema político, es un hecho que esa contienda ha terminado monopolizando la atención de la actual campaña, olvidando la relevancia de la otra elección del próximo domingo, la del Congreso. En todo sistema democrático el rol del Parlamento es clave para la construcción de un entramado institucional coherente y para la elaboración de un cuerpo legislativo sólido. A ello se suma que la gobernabilidad de un país depende en gran medida de la articulación entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo, porque cuando esta no se produce el sistema se tranca y resulta imposible avanzar. Por ello, un buen sistema político reposa en gran medida en las capacidades y distribución de sus representantes en el Poder Legislativo.
Por eso, tan importante como la elección de quien dirija los destinos del país por los próximos cuatro años, es la de quienes ocupen los 155 escaños de la Cámara de Diputados y la de los 23 senadores que se incorporarán a la Cámara Alta. Es verdad que el carácter nacional y la propia dinámica de la disputa presidencial explican que ésta concentre más la atención, pero ello no debe hacer olvidar la relevancia que tendrá el Parlamento para quien gane esa contienda. La historia reciente del país es prueba de ello. Un Poder Legislativo donde terminan primando intereses individuales, motivaciones cortoplacistas y visiones populistas compromete no solo la buena gestión de la política sino también la salud de nuestro sistema democrático institucional y el avance de las políticas públicas. Y afecta, además, seriamente la confianza ciudadana.
A lo anterior se suma el hecho de que, al contrario de la contienda presidencial, que de acuerdo a lo que adelantan las últimas encuestas y al alto número de candidatos en disputa se decidirá en la segunda vuelta del 14 de diciembre próximo, la elección de los futuros miembros del Congreso sí se sellará el próximo domingo. Y el resultado de esas elecciones marcará parte importante del rumbo que tome el país a futuro y de la capacidad del próximo inquilino de La Moneda de llevar a cabo muchas de sus promesas de campaña. Los últimos gobiernos son prueba de ello. La falta de respaldo en el Congreso les ha impedido avanzar en muchas de sus propuestas clave. A lo anterior hay que agregar que la incapacidad de los actuales legisladores de avanzar en la urgente reforma política que requiere el país para destrabar el sistema, hará que la calidad del futuro Congreso dependa en gran medida de la elección que haga la ciudadanía el próximo domingo.
Es un hecho que la elección parlamentaria no ha concentrado la misma atención que la disputa por La Moneda. Más allá de algunos análisis electorales sobre la eventual conformación de ambas cámaras o de las proyecciones de los partidos, la disputa legislativa no cuenta con la misma oferta de información que ha tenido la carrera presidencial. Los electores se enfrentan así a un escenario incierto y confuso, al que, en muchos casos contribuyen los propios candidatos, entregando información incompleta, sin identificación partidaria y haciendo promesas que no están en condiciones de cumplir. Y si bien varios medios han buscado contribuir a una decisión más informada realizando incluso debates distritales, su repercusión está lejos de la que tienen los encuentros entre candidatos a La Moneda.
Por ello, recae finalmente en los propios votantes ponderar adecuadamente su voto el próximo domingo, teniendo presente que, en todo sistema democrático, el poder está distribuido y no todo se agota en quien finalmente ocupe la primera magistratura del país. La conformación del próximo poder legislativo no será inocua para el rumbo que tome el país ni para la gestión de quien resida en La Moneda. Un hecho que es válido no sólo en términos de la distribución de las fuerzas políticas en el Parlamento -que sin duda será relevante a la hora de gobernar, como lo demuestra la historia reciente- sino también de la capacidad e idoneidad de quienes lleguen finalmente a ocupar un escaño en el Senado o en la Cámara baja.
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