Editorial

La importancia de que los partidos no desacrediten las primarias

Es inevitable preguntarse por el sentido de que el oficialismo haya convocado a estas primarias si sus principales liderazgos políticos están dando a entender de antemano que en caso de perder podrían no sumarse a la opción ganadora.

Valparaiso, 28 de junio 2025 Preparativos para la Eleccion Primaria 2025 en la Scuola Italiana Sebastian Cisternas/Aton Chile SEBASTIAN CISTERNAS/ ATON CHILE

La idea de haber introducido la figura de las primarias fue con el propósito de contribuir a fortalecer nuestra democracia, en el entendido de que al involucrar activamente a la ciudadanía en los procesos electorales se fomente mucho más la participación -una dimensión sin duda clave en cualquier sistema democrático, de modo que decisiones que impactan sobre la marcha del país no queden en manos de unos pocos- y, a la vez, se brinde la chance de que la candidatura que va a representar a un determinado sector cuente con una legitimidad proveniente de las bases mismas. Pero para que las primarias efectivamente tengan sentido, no puede haber dudas de que los partidos que voluntariamente participan de ellas respeten a cabalidad sus resultados y no pongan en duda su compromiso de alinearse posteriormente con la candidatura que resulte vencedora, porque entonces lo que ocurre es que el resultado en los hechos termina “invalidándose” -aun si hay una participación masiva-, haciendo que el propio mecanismo pierda su efectividad.

Las primarias que tendrán lugar hoy tienen la peculiaridad de que solo participan los partidos del oficialismo, ya que las fuerzas de derecha optaron por medirse en primera vuelta, el próximo mes de noviembre. Pero ocurre que allí donde se habría esperado que esta primaria fuese una instancia donde la coalición gobernante no solo saliera especialmente fortalecida, sino que además validara las primarias como un mecanismo para zanjar los proyectos políticos en competencia, ocurre que se han visto una serie de señales erráticas que apuntan en una dirección muy distinta.

Es un hecho que este proceso ha dejado a la vista las profundas diferencias que existen entre el Socialismo Democrático (SD) y el Partido Comunista, como también las divergencias entre aquel y el Frente Amplio (FA), que dan cuenta de la fragilidad en que se sustenta la actual coalición gobernante. Pero lo que particularmente llama la atención es que sus principales liderazgos estén dando a entender de antemano que, en caso de perder, podrían no sumarse a la opción ganadora, lo que naturalmente lleva a preguntarse por el sentido de que la coalición haya convocado a estas primarias si al final detrás de ello no parece haber un ánimo de cuadrarse firmemente con sus resultados y actuar en coherencia con el veredicto de las urnas, lo que a ojos de muchos votantes sin duda debe resultar desconcertante.

Al examinar cómo se ha dado la dinámica de la campaña electoral, la candidata del SD derechamente planteó que no sería bueno para el país que gobernara el PC, porque donde lo ha hecho empobrece, y no han faltado las voces dentro de ese bloque que advierten que un triunfo comunista facilita las posibilidades de la “extrema derecha”. También han rondado versiones de que la DC u otros sectores podrían preparar un “plan B” en caso de que triunfe la candidata comunista, lo que no ha sido tajantemente desmentido y ello de suyo enrarece una primaria, porque de ser efectivo lleva implícito que algunos sectores no necesariamente respetarán el resultado.

El FA, por su parte, ha estructurado parte de su campaña criticando el período de la Concertación, volviendo otra vez sobre la noción de la “superioridad moral” de las nuevas generaciones, un predicamento que a este sector ya le ha jugado muy malas pasadas. Y si bien el Partido Comunista ha sido más contenido en sus críticas, el apoyo institucional que ha seguido entregando a regímenes dictatoriales, el hecho de que su candidata asegurara que en su gobierno no tendría de ministra del Interior a la actual abanderada del SD, o que una figura señera del partido como Daniel Jadue planteara que estas primarias “no lo convencen”, porque si llegaran a votar dos millones de personas entonces significaría que la derecha estaría interfiriendo, ciertamente no ayudan a formar la convicción de que estamos frente a un proyecto político bien cohesionado.

Es fácil colegir a partir de todo lo anterior que para ninguna de las candidaturas será fácil alinearse detrás de quien resulte vencedor esta noche, y más allá de que previsiblemente se darán las fotos de rigor y abundarán las frases en favor de la unidad, esta primaria inevitablemente deja un sabor extraño desde el momento en que sus líderes políticos dieron la señal de que los resultados podrían ser posteriormente relativizados, sin reparar en sus implicancias. Quienes ejercen liderazgos políticos deben ser conscientes de la importancia de cuidar estos procesos y evitar que se termine perdiendo el sentido de las primarias voluntarias.

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