Una semana en Qatar: las exposiciones que se toman el Museo Nacional durante sus 50 años
La institución cultural más emblemática de ese país conmemora medio siglo de historia con exposiciones que recorren su identidad desde las raíces del pueblo qatarí hasta su proyección contemporánea. Levantado sobre el desierto y con un peso cuatro veces superior al de la Torre Eiffel, el edificio es hoy un panorama imperdible para quienes visitan la ciudad.

Celebrando cinco décadas en el escenario cultural de Doha, el Museo Nacional de Qatar se mantiene como un símbolo de historia y futuro.
Lo que partió en 1975, cuando el palacio del Sheikh Abdullah bin Jassim Al Thani se transformó en sede de la memoria nacional, hoy es un edificio que parece surgido del viento y la arena.
El lugar fue restaurado en marzo de 2019 y rediseñado por Jean Nouvel, inspirado en la rosa del desierto, con un entramado de discos superpuestos entre luz, calor y brisa que busca replicar el entorno natural y árido de la nación.
La Tercera, en un viaje organizado por Years of Culture, la iniciativa que durante 2025 busca unir puentes culturales entre Chile y Qatar, pudo recorrer sus instalaciones.

La primera exhibición en el recorrido no es otra que la del propio museo. Para llegar al salón, los visitantes deben cruzar el edificio principal y el patio interior donde se ubica el antiguo palacio del Sheikh Abdullah bin Jassim Al Thani. Ahí, al ingresar, se encontrarán con un gran salón iluminado, cubierto de tela plegada.
A través de fotografías, planos y objetos recuperados de los antiguos depósitos, allí se reconstruye la historia de cómo nació la idea de un museo nacional y quiénes fueron sus impulsores.
Entre ellos, el consultor británico Michael Rice, uno de los primeros en insistir que, para crear un centro cultural de este tipo, había que conocer la arqueología del país.
Así buscó a la arqueóloga Beatrice de Cardi, quien llegó con su equipo para excavar en distintos puntos del territorio y descubrió piezas que redefinieron la historia nacional, incluyendo cerámicas que probaron conexiones con la cultura mesopotámica de miles de años atrás.
En el recorrido, se pueden ver videos y testimonios de ambos, reviviendo el periodo.
A partir de estos descubrimientos, el Emir convocó a la ciudadanía a donar objetos tradicionales, así como ropas, utensilios, armas, cajas, recuerdos familiares, que hoy conforman la “colección fundacional” del museo.

El recorrido sigue con la apertura de 1975, mientras se pueden observar objetos de esa época, como las invitaciones originales, la primera entrada numerada, la correspondencia con Rice y las medallas de oro y plata que se entregaban a las visitas oficiales.
El museo fue entonces el primero de su tipo en el país y, entre sus visitantes más recordados, estuvieron la reina Isabel II, el rey Salman de Arabia Saudita y el boxeador Muhammad Ali, que recorrieron sus pasillos cuando la ciudad aún no estaba en su plenitud.
Una de las piezas que más impresiona es una escultura de un agal negro (la cuerda tradicional que sostiene el ghutra a la cabeza de los qataríes), colocada sobre una base circular de bronce.
La obra de la artista Shouq Al-Mana, reimagina la instalación que formaba parte del museo original y que mostraba cómo la península de Qatar se fue modelando a lo largo de millones de años.
La última parte del recorrido nos lleva al siglo XXI cuando, después de décadas, decidieran darle un nuevo rostro al lugar. El artista Jean Nouvel vió una rosa del desierto, formaciones minerales que crecen bajo la arena, y propuso convertirla en arquitectura. El resultado fue una obra inmensa de acero y concreto, unas cuatro veces más pesada que la Torre Eiffel.

Pasado y modernidad
En otra sección del museo, apartada del eje central, está la exposición histórica permanente “The Formation of Qatar”.
Para llegar al salón hay que salir del edificio principal, cruzar el patio central e ingresar a las galerías de exhibición. Ahí comienza entonces un relato de un país que se moldeó a sí mismo por el mar, el comercio y el desierto.
En las vitrinas se pueden ver máscaras, cuchillos, pesas, trajes de cuerpo completo y pequeñas bolsas que los hombres usaban para sumergirse durante horas en busca de perlas,el antiguo motor de la economía qatarí.
Durante el recorrido, la guía explica que el color de cada perla dependía del molusco “y las más valiosas eran las perfectamente redondas, las que podían cambiar la vida de una familia entera”.
También muestra cómo cada tipo tenía un nombre propio y clasificación —khasa, louze, dana, entre otros— y recuerda que muchas mujeres del Golfo llevan nombres provenientes de estas joyas naturales. “Por eso las mujeres no usaban perlas, sino que las vendían para vivir, y los hombres les compraban oro”, afirma.
Más adelante, en otro salón separado por una proyección que recrea el viaje de los buceadores y la espera de las familias, está la enorme alfombra de Baroda, tejida en India con más de un millón de perlas, oro y piedras preciosas, y que brilla bajo la luz cálida.
“Fue encargada por un maharajá para cubrir la tumba del profeta Mahoma, pero murió antes de entregarla... Pasó de mano en mano hasta que el museo la recuperó”, cuenta la guía.
Para complementar la relevancia de las perlas, dice que “las mujeres se quedaban cerca de la costa y rezaban por los hombres y cuidaban a los niños... El regreso era una fiesta, pero también una despedida, porque el mar siempre pedía algo a cambio”.
En otro salón se pueden ver mapas, tratados y documentos originales que narran cómo las tribus fueron unificadas por el Sheikh Mohammed bin Thani en el siglo XIX. Sobre los muros, una película proyectada recrea las batallas previas a la firma del primer acuerdo con los británicos.
“Muchos piensan que los extranjeros vinieron por las perlas”, comenta la guía, “pero lo que realmente buscaban era la ruta: Qatar estaba en medio del camino comercial, y eso cambió su destino”.
Y ya cerca del final del recorrido, la historia llega al tiempo reciente, con vitrinas que narran la caída de la industria perlera y el descubrimiento del petróleo en 1939, con los primeros envíos en 1949. “Fue entonces cuando llegaron los británicos y con ellos la tecnología”, explica la guía.
“Trajeron televisores, radios, teléfonos… y el Emir quiso que su país aprendiera a usarlos”, agrega. En esta parte del trayecto, se muestra cómo la modernización se volvió política de Estado, con apertura de calles, escuelas y los primeros planos urbanos. Justo previo a la salida, se presenta un mapa gigante, sobre el que se proyecta cómo Doha fue creciendo año tras año y estableciendo su expansión.
Equilibrio desde lo marino
En el segundo piso del edificio central, frente a la tienda de recuerdos y junto al Auditorio Principal, se encuentra “Lehmesa: Return by Moonlight”, una de las exposiciones más recientes del Museo Nacional de Qatar e inaugurada en el marco de sus 50 años. Dedicada a la tortuga carey —la única especie en las costas del país—, mezcla algo de arte, ciencia y recursos interactivos para acercarse a la conservación marina.

El recorrido parte con un conjunto de esculturas de cartón reciclado que forman un arrecife a nivel del suelo. Entre corales lilas y anaranjados se ven tortugas, peces y una ballena tiburón. El artista, presente durante la inauguración, explica que todas las piezas fueron construidas con cartón reciclado para resaltar la idea de reutilizar lo desechado.

En el espacio siguiente, en una vitrina se puede ver una representación del “Samudra Manthan”, un mito indio donde un árbol se alza al centro y, a cada lado, se enfrentan dioses y animales que simbolizan la lucha entre el bien y el mal.
En el relato original, es la tortuga quien sostiene el mundo durante la batalla y simboliza el equilibrio. Frente a esta vidriera, un libro de páginas blancas llama a los visitantes a interactuar y, al pasar cada hoja, se proyectan imágenes y textos desde el techo.

La siguiente sala está iluminada en tonos ámbar y marca el paso desde la arena hacia el mar. Allí, un pinball muestra cómo “salvar” tortugas y peces, mientras proyecciones circulares simulan burbujas y reflejos sobre las paredes.
El recorrido sigue al ingresar a una galería azul cubierta de corales y redes suspendidas, donde uno puede recostarse para mirar en el techo el movimiento del agua.

Mientras, en una esquina, hay un videojuego inspirado en “Pac-Man”, que busca transformar la conciencia ecológica en un juego simple y al alcance de todos.
Cerca de la salida, aparece una escultura colectiva con peces y tortugas hechas por niños. Y es que “Lehmesa...” está pensada principalmente para familias, pero logra captar cierto interés también a los adultos con su despliegue visual y narrativa.
Habitar desde la ciudad
En la planta baja del Museo Nacional de Qatar, una sala amplia recibe la exhibición “Countryside: A Place to Live, Not to Leave”, una exposición que busca repensar la relación entre la ciudad y el campo.
Curada por Rem Koolhaas y Samir Bantal, esta versión funciona como un prólogo del proyecto mayor instalado en la antigua Qatar Preparatory School —ahora reconvertida en un centro de reflexión y creación comunitaria—, pero tiene su propio peso narrativo sobre educación, territorio y futuro.

Durante la inauguración, uno de los curadores explica que la exhibición explora el potencial del mundo rural como un espacio para la innovación, la sostenibilidad y la vida.
Además, añade que el proyecto busca “replantear nuestra relación con el campo, que ha sido históricamente marginado en la conversación sobre el desarrollo”.

En el centro de la sala se extiende un mapa diseñado por Buckminster Fuller, una visión del planeta sin fronteras, símbolo de interdependencia.
En palabras del curador, “la muestra no propone nostalgia, sino una forma diferente de mirar el presente, donde la tecnología, la educación y el territorio pueden volver a encontrarse”.

Recuerda el origen del proyecto, vinculado al Qatar Preparatory School, construido en 1963 y reabierto en 2025 como sede del programa: “Un lugar de educación se convierte ahora en un espacio de reflexión sobre cómo vivimos, aprendemos y construimos el futuro”.
El guía destaca que el propósito de la exposición es invitar a una mirada distinta sobre los equilibrios entre campo y ciudad, a reimaginar la relación entre lo urbano y lo rural, subrayando que el futuro no se construye necesariamente desde la separación o el progreso individual, sino desde la conexión y el trabajo en conjunto.
- Los tickets para ingresar a los museos de Doha están disponibles en el sitio web de Qatar Museums. En el caso del Museo Nacional de Qatar, la entrada es gratuita para todo público, excepto para los adultos no residentes en Doha, quienes deben pagar una tarifa de 25 riyales qataríes (poco más de 6.000 pesos chilenos).
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