“Alquilo mi vientre”: los secretos del creciente mundo de la maternidad subrogada en Chile

Emilia Cabeza fue la gestante del hijo de su mejor amiga en 2018.

Las declaraciones de la ministra de la Mujer a propósito del vientre subrogado de una actriz en España reabrieron el debate sobre esta técnica de reproducción asistida. Una que en Chile, a pesar de la falta de regulación, funciona en base al altruismo, viajes al extranjero o compensaciones económicas.


El 28 de marzo pasado, la hermana de Emilia Cabeza (52) le pidió por WhatsApp que encendiera la televisión. Le escribían para avisarle del caso de la actriz y empresaria española Ana Obregón, que con un óvulo suyo, espermios de su hijo fallecido y a través del vientre de otra mujer, se había convertido en madre a los 68 años.

La sorpresa que causó el caso de Obregón -porque en España y en otros países es ilegal la gestación subrogada- también generó un debate en Chile. La misma semana de la noticia la ministra de la Mujer, Antonia Orellana, recordó a través de un mensaje en su cuenta de Twitter una exposición que realizó en marzo pasado, en Nueva York, acerca de los peligros de esta práctica con fines comerciales:

“La desregulación habilita la explotación sexual de mujeres, la trata y la venta de niños/as. El tema de la #CSW67 fue la tecnología y mi posición fue clara: ‘no prestamos el cuerpo’ y es indispensable erradicar la violencia en todas sus formas, incluidas las que se abren hoy”.

Ana Obregón

No era la primera vez que a Cabeza le pedían que prendiera la pantalla. Hace cinco años, la misma petición le había llegado, en reiteradas ocasiones, para que viera el caso de una pareja chilena que iba a tener un hijo mediante gestación subrogada. Solo que el mensaje, esa vez, venía acompañado de una duda: quienes la contactaron querían saber si la mujer aludida ahí era ella.

Efectivamente lo era. La imagen apareció en un reportaje de Mega, emitido en 2018. Ahí, de espalda y con fondo oscuro, estaba Emilia Cabeza: la mujer que Marión Yáñez y Claudio Fuentes habían escogido para que llevara el embarazo del que sería su hijo genético.

La historia había partido antes. En 2013, a través de una vecina del pasaje de Huechuraba en donde vivía, conoció a Marión Yáñez, una contadora. Cabeza, además, estaba casada, tenía dos hijos y era dueña de un local de comida casera en Independencia. Los fines de semana los pasaba con las amistades del barrio. Una de ellas era la mamá de Yáñez, que una tarde la invitó a su casa y le presentó a su hija, Marión.

-Desde que nos conocimos, nunca más nos separamos. Pasamos muchos años juntas, compartíamos almuerzos, veraneábamos. Incluso, fuimos a su matrimonio con Claudio -recuerda Cabeza.

Después de la celebración de su matrimonio, según relataron a la prensa durante ese tiempo, Yáñez y su marido, Claudio Fuentes, decidieron ser padres. Pero tras diversos intentos, tratamientos y pérdidas, llegaron a una respuesta: Yáñez no podía gestar.

Mientras eso ocurría, en 2018 el tema de la maternidad subrogada ya era noticia en Chile: en los medios había sido entrevistada una madre de 50 años que había llevado en su vientre dos gemelas de su hija. En agosto del mismo año, detuvieron a una pareja de chilenos que tomaba un vuelo a Santiago desde Lima, con dos recién nacidos -unos mellizos gestados a través de un vientre subrogado en Perú-.

Emilia Cabeza sabía de todo eso.

-Me interesó, porque yo veía a Marión, que muchas veces llegaba llorando a mi casa, diciendo que no podía ser mamá. Entonces yo la ayudé a buscar opciones.

Después de hablarlo con su marido y sus dos hijos, y que estos estuvieran de acuerdo con la idea, Emilia Cabeza se decidió:

-Le propuse ser el vientre gestante de su hijo.

El zar de la fertilidad

Son pocos los rincones de la consulta del doctor César Cafatti, en la Fundación San Cristóbal de Vitacura, en donde no hay una foto de algún recién nacido. Están en las paredes, en su escritorio, en estantes y en cuadros enmarcados. En esas imágenes están los hijos de sus pacientes.

-Ellos me mandan sus fotos y yo las pongo en mi oficina. Son muchos, porque en lo que va de mi carrera he sacado a unos 5.300 lactantes.

Cada vez que Cafatti, un ginecólogo-obstetra especialista en fertilidad, recibe a una pareja que no puede gestar y que busca un vientre subrogado, les da la misma respuesta.

- Yo los voy a ayudar, pero aquí esto no está regulado.

En Chile, a diferencia de otras técnicas de reproducción asistida, no existe una ley que determine si se puede o no prestar el vientre para un embarazo con óvulos ajenos a la mujer que gesta. Así lo explica la abogada y directora del Departamento de Derecho Privado de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, Fabiola Lathrop:

-No existe ni siquiera una regulación en general sobre la donación de gametos, ni la manipulación de embriones. Todas las técnicas de reproducción médicamente asistidas en Chile son productos de prácticas clínicas o de funcionamiento por costumbre.

Pese a eso, el llamado “vientre de alquiler” existe en Chile y funciona, básicamente, por tres motivos: el primero es algo altruista -como suelen llamarlo los médicos-, es decir, cuando una familiar o cercana se ofrece para llevar el embarazo de una pareja que no puede hacerlo. El segundo es cuando una pareja no puede gestar y decide buscar un vientre en una mujer fuera de su país. Los países más recurrentes a los que las parejas chilenas viajan son Perú, EE.UU. y, hasta antes de la guerra, Ucrania. Y el último motivo para ser madre subrogante es económico: se alquila el vientre a una pareja desconocida a cambio de recibir una compensación económica. En Rusia, Ucrania, Israel, Georgia, Kazajistán, Bielorrusia y algunos estados de EE.UU. eso es legal.

Cafatti reconoce que por años ha ayudado a parejas con este proceso mediante las dos primeras formas. Sobre todo a través de la opción de viajar a Perú. Desde que se especializó en fertilidad, explica que en ese país las técnicas de reproducción asistida avanzaron mucho más rápido que acá. Pero, además, la legislación allá es mucho más abierta, por lo que ha dado pie para que el vientre subrogado sea una práctica más recurrente que en otros países de Latinoamérica.

-Los derechos reproductivos amparados por la Constitución y el Código Civil deben ser respetados. No porque una mujer no tenga un útero significa que no puede ser madre. Menos con el desarrollo tecnológico que tenemos hoy en día-, dice.

A Lima partió viajando en los 90, porque allá había mejores herramientas para estudiar los embriones. Eso le permitía a Cafatti saber cuál de todos ellos formados por una pareja era el más propenso a convertirse en un recién nacido sano. En esos viajes empezó a entender cómo funcionaba la maternidad subrogada y comenzó a generar lazos.

-Yo conozco a mujeres allá que están dispuestas a ser madres subrogadas, han tenido experiencias pasadas y entienden cómo es el proceso. Con ellas yo he conectado a los pacientes que deciden viajar.

El sistema funciona así: una vez que una pareja decide viajar en búsqueda de un vientre subrogado, en Lima estudian su embrión o se implanta vía fertilización in vitro. El embarazo de ella puede desarrollarse tanto en Perú como en Chile y, ad portas de dar a luz, lo más común es que ingresen al país de nacionalidad de los padres para el momento del parto.

La manera altruista es más sencilla que esa, pero no exenta de complicaciones. Así lo vino a entender después Emilia Cabeza, quien a mediados de 2017 llegó hasta la consulta de Cafatti acompañada de Marión Yáñez y Claudio Fuentes. Después de pasar todos los exámenes y ser evaluada por un psicólogo, le implantaron un embrión compuesto por un óvulo de Yáñez y un espermio de Fuentes.

El proceso los primeros meses anduvo bien. No era para menos el riesgo: Cabeza se había embarazado a los 47 años. Por eso, el seguimiento con el doctor era mensual. Yáñez se encargaba de darle vitaminas y los medicamentos que le había recetado Cafatti para que el bebé estuviera sano. Pero, junto con eso, también había otro proceso: el de asumir que este embarazo no era ciento por ciento propio.

-Siempre fui muy consciente de que este no sería mi hijo. De hecho, este embarazo jamás lo sentí como el que tuve con mis hijos.

Con el tiempo su caso se fue haciendo conocido. Yáñez y Fuentes fueron invitados a matinales, noticieros y aparecieron en revistas y diarios. Lo que pocos sabían era que cada vez que la pareja asistía a una de estas entrevistas, Emilia Cabeza estaba ahí, tras las cámaras, mirando cómo ellos contaban su historia.

-Siempre me quise mantener anónima. Los veía en el matinal desde el sector de los camarógrafos. Pero cuando terminaba el programa, recuerdo que todos los animadores se paraban a abrazarme.

La situación con el esposo de Cabeza comenzó a cambiar pasados los primeros meses de gestación. Ella dice que él empezó a sentirse incómodo, no solo por la constante presencia de los dos padres que querían saber de su hijo, sino que también pasó a ser un problema en la intimidad. Lo más difícil, cuenta, fue al momento del parto: cuando, entre cámaras y un equipo de prensa que venía siguiendo por semanas a Cabeza para registrar el proceso, él le preguntó si podía entrar al pabellón, junto con Yáñez y Fuentes. Cabeza se negó:

-Lo miré a los ojos y le dije, viejo, esta guagua no es de nosotros, es de ellos.

El mercado de la gestación

De los ocho grupos de Facebook que existen sobre vientre subrogado, hay uno que concentra la mayoría de los posteos de mujeres que en Chile ofrecen ser madres subrogadas. Este es un ejemplo:

“Hola, tengo 23 años y me ofrezco para alquilar mi vientre. No tengo ningún vicio, no tengo enfermedades, estoy sana y ya he tenido mi primer hijo por parto natural. Me encuentro en Chile”.

El grupo se llama “Vientre en alquiler Venezuela Colombia Perú Ecuador Chile” y tiene alrededor de 1.900 miembros. No sólo hay mujeres dispuestas a tener un embarazo subrogado, también hay parejas que buscan la manera de hacerlo y personas fuera de Chile que dicen tener “fundaciones” que reclutan “madres sustitutas”.

Hasta ese grupo de Facebook llegó hace dos años María Cristina, una recepcionista venezolana que prefiere mantener en reserva su apellido. “Hola, soy gestante subrogada, estoy en Chile. Si realmente estás interesad@ y estás dispuest@ a hacer este proceso, envíame un mensaje privado. POR FAVOR, NO COMENTAR ESTA PUBLICACIÓN”, posteó el 19 de febrero de este año.

María Cristina llegó a Chile en 2019 y vive en Santiago Centro junto a sus dos hijos. Antes de que hiciera esa publicación, cuenta, ya había tenido una experiencia con la gestación subrogada. Lo hizo en 2017, cuando vivía en Caracas y, a través de redes sociales, encontró una pareja ecuatoriana que buscaba hacer este proceso en Quito.

-Viajé para allá a hacerme todos los exámenes y me instalé en la misma ciudad durante 10 meses hasta que di a luz- cuenta.

La razón por la que lo hizo no era altruista: María Cristina dice que la situación económica de su país la hizo buscar otras fuentes de ingresos para poder salir. Por eso, al llegar allá, la pareja le costeó todos los gastos médicos, le pagó un arriendo para vivir y, adicionalmente, la compensaron con 20 mil dólares: casi 16 millones de pesos.

A Chile llegó a trabajar al centro de atención al cliente de una empresa, donde sigue hasta hoy. Solo que su sueldo, explica, no siempre es suficiente. Mensualmente recibe $ 500 mil y con ese ingreso debe mantener a sus dos hijos y pagar un arriendo. Por eso, además de recepcionista, quiso probar suerte en Chile con el vientre subrogado. Pero hasta ahora nadie le ha ofrecido un trato que la convenza.

En el grupo de Facebook también hay otras mujeres. Está Macarena (28), una chilena que vive en Temuco que, con el fin de pagar sus estudios de Administración, quiso, por primera vez, ofrecer su vientre para gestar.

-El problema es que aquí la gente no dimensiona el costo que esto significa para nosotras. Hay parejas que me han ofrecido $ 500 mil en total, yo busco que me paguen unos $ 15 millones como mínimo.

También está Lina (28), que llegó hace un año desde Colombia a vivir a Antofagasta. Su negocio de anticuchos tampoco le alcanza para vivir.

-Económicamente lo necesito, pero, por otro lado, siempre he querido ayudar a una persona que de pronto no tenga la capacidad de gestar. Tengo familiares que no pueden, entonces es una ayuda, pero también una entrada de dinero que a veces hace falta.

Esto es lo que ha generado más controversia. Que se haga comercio con el cuerpo, explica la abogada de la Universidad Católica María José Gassibe, es lo éticamente complejo.

-El problema más grande es asegurar la verdadera libertad de la mujer que pone el cuerpo, la subrogante. A la larga, es un servicio. A eso apuntaba lo que decía la ministra Orellana. Porque esa situación se presta para que haya abusos hacia la mujer que está en esa situación.

A eso se le suma otro problema: ¿Quién es la madre después del parto? Según explica Gossibe, hasta ahora en Chile la legislación ha sido confusa:

-La norma dice que la mujer del parto es la madre. Pero, por otro lado, tenemos otra que dice que son padre y madre el hombre y la mujer que se someten a técnicas de reproducción.

Eso ha llevado a que este tipo de casos se resuelvan en fallos judiciales inéditos. Hasta ahora, ha habido cinco fallos a favor de parejas que han tenido hijos por gestación subrogada en Chile. La forma legal de hacerlo, según explica el abogado experto en Derechos Reproductivos y Maternidad Subrogada, Cristóbal Santander, es esta:

-A través de una acción de impugnación y reclamación de maternidad, donde tenemos como demandantes a los padres intencionales -que pueden haber aportado genéticamente al proceso o no-, además de una demandada que sería la colaboradora gestante. Esto se resuelve con pruebas biológicas y una serie de documentos que dicen relación con esta voluntad de procrear.

Eso sí, comenta Santander, a la hora de resolver estos casos se consideran todos los derechos: el del recién nacido, el de los padres intencionales y el de la gestante, donde se respeten los derechos sexuales y reproductivos.

-Todos estos derechos tienen que saber estar resguardados por independencia de la voluntad procreacional.

Así lo hicieron cuando Emilia Cabeza dio a luz al hijo de Marión Yáñez y Claudio Fuentes, quienes desistieron de participar de este reportaje.

-Hicimos todo el proceso legal en el que, básicamente, yo di al niño en adopción a mi pareja de amigos.

El tema es que después de eso, cuenta Cabeza, algo se quebró. Tras retomar su vida normal, Yáñez y Fuentes comenzaron a alejarse de ella cada vez más, asegura.

-A mí, por supuesto, me dolió entregar al niño, pero yo sabía que tenía que hacerlo. Pero después sentí que empecé a ser una amenaza para ellos.

Cabeza pasó de ver una vez por semana al hijo de sus amigos a no tener contacto nunca más con ellos. En estos cinco años que han pasado ha tenido que recurrir a psicólogos y volver a retomar su vida después de un proceso que para ella fue único.

Por eso, dice, no se arrepiente de haberlo hecho, pero sí está segura de una cosa:

-Aunque es una ayuda muy linda, no lo haría de nuevo. Tú necesitas una madre gestante que sea una familiar muy cercana, para que no se corte ningún lazo. O alguien muy ajeno a la pareja, a la que le ofrezcas una compensación y no la veas nunca más. El vacío que deja esto es muy grande.

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