Columna de Paula Escobar: Apagando incendios



Hacerse cargo, como le corresponde, de combatir los feroces incendios que han afectado al país le dio al gobierno la oportunidad de recuperar agenda, de poner a prueba y mostrar su capacidad y de simbolizar lo unitario: nos levantaremos juntos.

El Presidente y su gabinete se “desplegaron”. Lo de los ministros “enlaces” fue acertado. El modo de “chaquetas azules” le dio nuevos bríos a un gobierno que la tiene cuesta arriba, con una popularidad baja y que acumula una seguidilla de polémicas y crisis. La última dificultad -de gran envergadura- fue el episodio de las dos listas para la elección de consejeros constitucionales. Tener dos listas en sí podría no ser tan complicado, pero sí lo es el hecho de que se haya separado el Socialismo Democrático en dos. Que una de las coaliciones que sustentan este gobierno haya quedado en estado de signo de interrogación, o “dándose un tiempo”, como dijo la presidenta PPD, Natalia Piergentili, es un problema para el gobierno y su estabilidad (y para la viabilidad de una propuesta socialdemócrata para el país).

El trabajo en terreno aún está en proceso. Los incendios -feroces- se han ido enfrentando. Viene el arduo trabajo de reconstrucción.

Pero la compulsión -casi freudiana- al autogol hizo que se enredaran de nuevo el discurso y la atención.

Es lo que pasó con la polémica por el royalty a las forestales. Todo se puede discutir en democracia, de eso no hay duda, como dijo el Presidente. Así como también es una realidad que los incendios serán, desgraciadamente, cada vez más parte de nuestra vida debido al cambio climático y que entonces hay que repensar cómo prevenirlos y combatirlos.

El punto es cómo, por qué y, sobre todo, cuándo se plantea algo que se sabe que no tiene posibilidad de prosperar, y que ampliará el campo del desacuerdo. La semana pasada, el Presidente Boric habló sobre una regulación distinta a las empresas forestales. Pero luego el ministro de Agricultura, Esteban Valenzuela, se pasó varios pueblos y fue directo a solicitar un royalty para el rubro, sin coordinación/acuerdo/¿conocimiento? de los ministerios de Interior y Hacienda, al menos.

“Tenemos que pedir un royalty para las empresas forestales, y ese royalty debe tener fondos, con medidas a corto, a mediano y a largo plazo”, afirmó Valenzuela.

El ambiente se enturbió en horas. De un lado, quienes apoyaban la idea, del otro, quienes fervientemente, no. Las empresas forestales se “desplegaron” de inmediato para rechazar la idea. El malestar escaló a los gremios empresariales de inmediato, que endurecieron el tono. Pero lo peor es que el gobierno perdió la agenda, sin el respaldo de un proyecto serio al respecto, hasta donde se sabe. (Partiendo porque no procedería hablar de “royalty”, pues no se trata de un recurso natural no renovable de propiedad del Estado, como aclaró la ministra Tohá).

Es difícil entender cuál es el propósito de cambiar el foco de combatir con efectividad la enorme calamidad de los incendios para debatir un proyecto que -tal como dijeron la ministra Tohá y la subsecretaria de Hacienda, Claudia Sanhueza- no está en el plan de gobierno.

“Quiero recalcar que el gobierno tiene una agenda tributaria que está en el Parlamento, que es clara y está expresada en proyectos de ley (...) En esa agenda no está contemplado un royalty a la industria forestal”, dijo la ministra Tohá, dándole un portazo a la idea.

Este impasse debilita las posibilidades de sacar adelante lo que sí está en trámite, como son las reformas tributaria y de pensiones, que sí comprometieron en el programa de Boric y que son clave. Para ello se requieren votos de la oposición. El episodio, además, deja en evidencia las diferencias entre las dos coaliciones de gobierno. La presidenta del FRVS, Flavia Torrealba, discrepó públicamente de Tohá. “Lamento que la ministra Tohá haya cerrado con brusquedad una discusión que se estaba abriendo”, dijo a Ex Ante. “Me voy a quedar con las palabras del Presidente Boric, quien señaló que hay que conversar sobre qué tenemos que hacer para salvaguardar los ecosistemas y de qué forma podemos planificar mejor los territorios”, había dicho antes.

Estas descoordinaciones o “desprolijidades” pueden ser vistas como parte del rodaje o de la curva de aprendizaje de un nuevo gobierno. Pero ya ad portas de cumplir este su primer año, también pueden ser un síntoma que no se va a eliminar por decreto, sino cuando se aborde su causa. Y es la encrucijada actual del gobierno: o bien enfrentar la realidad que se tiene por delante, y construir mayorías para sacar adelante tres o cuatro cambios fundamentales y robustos que sean su legado, o bien dar rienda suelta a la política testimonial: proponer con mucha fuerza aquello que se sabe que no tendrá viabilidad política.

Ambas lógicas simplemente no son compatibles.

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