Adiós, “Tiempos Mejores”: Tres escenas de cómo el 18/O barrió con la versión original de Piñera II

18 de octubre del 2019/SANTIAGO El presidente de la Republica Sebastián Piñera, junto al ministro del Interior, Andrés Chadwick, llega a la moneda, tras ser visto cenando en un restaurante en Vitacura, en medio de las manifestaciones por el alza de pasaje del metro. FOTO: SEBASTIAN BELTRAN GAETE/AGENCIAUNO

La vorágine de esa noche de viernes de octubre. El accidentado decreto que activó el Estado de Emergencia y sacó a los militares a la calle. El temor de que las marchas y protestas terminaran en La Moneda. ¿Evacuaron alguna vez preventivamente al Presidente? La reticencia a ceder ante las demandas sociales, a desarmar su equipo de ministros y a archivar el programa de gobierno. Un año después, el tramo entre ese viernes 18 y el lunes 28, cuando cayó el gabinete, todavía tiene recovecos ignotos. Y algunos testigos dicen tener "bloqueados" ciertos episodios.


1. La impresora que demoró el decreto

Fue cuando vieron arder el céntrico edificio corporativo de Enel que en La Moneda -a 800 metros de ahí- muchas y muchos quedaron de una pieza. La TV y redes sociales lo difundieron cerca de las 22:00. Varios se enteraron, por ejemplo, mirando el panel de pantallas que cuelga en una de las paredes de la Subsecretaría del Interior. Las evasiones masivas en el Metro, que llevaban varios días, habían mutado en desmanes hacía horas, pero ante esa imagen en el equipo que entonces dirigían Andrés Chadwick y Rodrigo Ubilla pensaron en lo peor.

El siniestro es recordado hasta hoy como el antes y después de esa larga jornada palaciega que pasado mañana cumple un año. Aproximadamente entre las 20:00 y las 22:00, el nervio operativo de Palacio estaba en Interior; volaban los teléfonos, y el subsecretario y los asesores de la cartera calibraban cómo frenar un caos que ya no solo devoraba la red de transporte público. Calculaban que con los 1.150 carabineros de Fuerzas Especiales que cumplían el turno de 12 horas en la capital no alcanzaban a cubrir cada uno de los accesos de todas las estaciones. Tampoco con el turno siguiente, que ya había sido activado.

El nervio estaba en Interior porque a esa hora no estaban ni el Presidente Sebastián Piñera ni su comité político de ministros. Se habían retirado poco antes de las 20:00, después de que Chadwick anunciara (19:15) que iban a aplicar la Ley de Seguridad Interior del Estado, y luego de la segunda o tercera reunión del día con la ministra Gloria Hutt (Transportes) y el Metro. La lectura era que las evasiones masivas y protestas respondían en parte al alza de $30 en la tarifa del pasaje, aplicada días atrás.

El Presidente, recuerda un testigo directo, dijo que tenía que salir de Palacio y que volvería más tarde. Cuando cerca de las 21:00 Twitter comenzó a esparcir la foto en que aparecía departiendo con familiares en una pizzería en Vitacura, en la Secom primero no creyeron que fuera cierto y tuvieron que preguntar. A la misma hora, el ministro del Interior estaba en su casa. La vocera Cecilia Pérez también.

Entre las 20:00 y las 21:30 ó 21:45, Ubilla -que se había quedado en La Moneda con los equipos del ministerio y la subsecretaría- discutió la situación con los mandos de Carabineros e Investigaciones. La PDI puso unos cientos de funcionarios para reforzar, pero los números tampoco alcanzaban: además de las estaciones de Metro que ya ardían, se pensaba en plantas eléctricas, puentes y demás infraestructura crítica. Se pensó echar mano a los uniformados de las comisarías, pero la idea se desechó para no dejar desguarnecido el resto de la ciudad en medio de la incertidumbre nocturna y con el fin de semana ya encima. Solo quedaba una medida para salvar el emblema del orden público.

Piñera salió de Romaria y en el camino de vuelta a Palacio pasó a buscar a Chadwick. Pérez diría al día siguiente que festejaba el cumpleaños de uno de sus nietos, que “también es ser humano”. Llegaron a La Moneda al filo de las 22:00 y entonces Ubilla subió a Presidencia a reportarle y expresarle su apreciación: aplicar Estado de Emergencia y sacar a los militares. El mandatario no lo decidió de inmediato, sino que primero consultó con sus ministros políticos, con Defensa y sus asesores. Al menos una hora antes, la Guarnición de la Región Metropolitana del Ejército ya estaban acuartelados en Grado 1.

Desde Interior ya habían hecho traer hasta la Contraloría a la subcontralora Dorothy Pérez para que estuviera lista para tomar razón del decreto; el contralor Jorge Bermúdez no estaba en Santiago. Al Diario Oficial debió ir su director, Juan Jorge Lazo. Fernanda Garcés, jefa jurídica de la Segpres, también tuvo que partir a Palacio para chequear junto a Carlos Guazzini, entonces su contraparte de Interior, la redacción del documento.

La hora corría y cerca de las 23 el jefe de asesores del Segundo Piso, Cristián Larroulet, y el entonces ministro Segpres, Gonzalo Blumel, cruzaron a Interior. Allí el aire ya estaba muy tenso y se trabajaba en silencio, cambiando las palabras justas. Recuerdan que los recién llegados les urgieron insistentemente a que apuraran el decreto para llevárselo al Presidente, pero la impresora elegida falló largos minutos y entonces los nervios escalaron. Acá las versiones se bifurcan: unas describen una discusión entre la gente de Chadwick y los visitantes; otras, que se les advirtió que si seguían presionando eso no ayudaría en nada.

Pero la impresora cumplió. El Presidente anunció pasada la medianoche el Estado de Emergencia. El resto recién empezaba.

2. ¿Y si entran a La Moneda?

Un año después, algunas de las personas que vivieron esos días días dentro o en derredor de La Moneda dicen tener o haber tenido pasajes bloqueados en sus cabezas. Otras, no. Pero casi todas las que conversaron con La Tercera PM bajo reserva sí recuerdan que uno de los temas habituales de conversación fue qué harían si las protestas masivas derivaban en el worst case scenario: que una turba irrumpiera con violencia en Palacio y superara las defensas.

Era cosa de ver, rememoran, lo rápido que escalaba el caos: saqueos y destrucción; enfrentamientos entre la policía, militares y manifestantes; muertos y heridos civiles en incendios y a manos de uniformados. En los primeros días todavía no irrumpía la demanda por una nueva Constitución, pero las críticas más feroces apuntaban al gobierno y pedían la renuncia del Presidente y de su ministro del Interior. Para algunos, era algo orquestado por la izquierda. Al día siguiente, sábado, hubo ministros increpados en las calles cuando salieron a liderar cuadrillas para limpiar el Metro; en el sector oficialista criticaban la medida como “ridícula y desconectada de la realidad”.

La noche del domingo 20, Piñera dijo que “estamos en guerra contra un enemigo poderoso, que no se detiene ante nada ni nadie” -después de escuchar a los jefes de inteligencia de las Fuerzas Armadas y Carabineros- y que había 9.500 uniformados desplegados.

Los edificios gubernamentales del barrio cívico eran considerados entonces un área segura. Se habían reforzado los anillos a cargo de Carabineros y además el Ejército tenía dispuesta una fuerza de reacción para ese caso extremo en que el símbolo constitucional y la Primera Magistratura corrieran peligro. Con el correr de los días, la violencia obligó a algunos ministros con oficinas en la Alameda a retirarse de su trabajo a bordo de zorrillos, guanacos y otros vehículos policiales blindados, como le pasó un par de veces a Cristián Monckeberg (entonces en Vivienda). Los números de los celulares del gabinete se filtraron por redes sociales y varios los cambiaron -cuentan- tras recibir amenazas y ser agregados a grupos de mensajería donde los insultaban.

A las semanas, en el Tribunal Constitucional -a 336 metros de Palacio- activaron un protocolo interno para el caso que les invadieran con bombas molotov. Compraron extintores esféricos para lanzarlos de vuelta y que también se activaban con calor. Habilitaron dos o tres bodegas como improvisadas “piezas seguras” y salidas alternativas. Los ministros hicieron hasta ensayos: calculaban que en el peor caso solo tenían unos diez minutos para que los fueran a rescatar.

En La Moneda el personal de entonces relata que no recibieron instrucciones “oficiales” de evacuación. Las y los consultados coinciden en que siempre entendieron que la prioridad era el Presidente. Si hubo un protocolo detallado para él, hasta ahora no se conoce (menos probable en estos días), pero dos o tres cosas estaban y están claras.

Una, que no era opción recluirse en el denominado búnker subterráneo de Palacio. Dos, que esa misma red de pasillos y estacionamientos bajo suelo permite salir a superficie por Agustinas, al otro extremo de la Plaza de la Constitución. Tres, que de ahí se enlaza con Morandé, que al igual que Teatinos estaba cerrada al tráfico y controlada por policías y militares, lo que a su vez habilita una ruta expedita hacia la Costanera. Cuatro, que como siempre ha ocurrido, hay helipuertos disponibles al lado, en las azoteas de los edificios Bicentenario y de la Cancillería. ¿Puede aterrizar un helicóptero en los patios de Palacio? La respuesta que dan es no.

Un año después, dos personas que vivieron esto por dentro aseguran haberse enterado de primera mano, pero con delay, que hubo al menos un par de ocasiones en que el sistema de seguridad presidencial dispuso que Piñera fuera retirado de allí por razones preventivas y que así se hizo. Fechas exactas no precisan, pero sí que en una de ellas abandonó Palacio cerca de las 17 horas. Una tercera fuente dice que -hasta donde supo- eso no ocurrió.

3. Ceder o no ceder

Que La Moneda reaccionó lento y que llegaba tarde con las medidas con que intentó aplacar el estallido fue una crítica que planteó la oposición casi desde el primer día. El sábado 19, la ministra Hutt rechazaba suspender el alza de tarifas del Metro diciendo que “hay una decisión que ya está establecida" y que "no es una discusión que tenga que surgir del nivel de violencia que hemos visto”. Al día siguiente, Piñera enviaba al Congreso un proyecto para anularla que se despachó el lunes 21. El martes 22, Hutt abandonó una rueda de prensa cuando le preguntaron si pensaba renunciar. Ella sigue hoy en su cargo.

Mientras ese fin de semana algunos todavía pensaban que el nudo estaba en los pasajes, ya cundía la impresión de que la crisis ameritaba una lectura y medidas más profundas y audaces. Pero la voz oficial del gobierno no asumía eso a cabalidad, y el discurso público dominante era el del orden público. Cuando el sábado 19 el ministro de Desarrollo Social, Sebastián Sichel, se desmarcó diciendo que “no podemos poner la carreta delante de los bueyes” y que “el problema es la inequidad que tiene Chile”, se llevó un rápido reto presidencial telefónico advirtiéndole que los voceros eran otros. Ese mismo día, la vocera Pérez decía que “las cosas se pueden hacer mejor”, pero sin hacer una autocrítica.

El domingo 20, Piñera comenzó a explorar con el Legislativo y el Judicial vías de salida en una cumbre en Palacio. Habló de “reducir las desigualdades excesivas, las inequidades y los abusos”. Pero dentro de los espesos muros de La Moneda la película era otra. Testigos rememoran que desde ese fin de semana hasta la siguiente hubo dos líneas de tensión que dividieron visiones. Una, hasta dónde ceder a las demandas sociales, con qué medidas y cuánto gastar. Dos, si -como ya insinuaban muy fuera de cámara algunas autoridades y dirigentes- habría que cambiar el gabinete.

Ceder en ambas implicaba arrojar al tacho el programa que lo había llevado de vuelta al poder y dejar caer a su anillo de ministros de máxima confianza que lo habían acompañado en su primer cuatrienio. Un año después y con este proceso aún caliente hay gente que recuerda lo que recuerda y otra lo que quiere -los historiadores del futuro tal vez despejen bien qué pasó en las entrañas de Palacio-; hoy algunas versiones ubican en el ala de quienes se resistían a entregar terreno a Cristián Larroulet y al entonces ministro de Hacienda, Felipe Larraín; en la opuesta, a Chadwick.

Esa misma semana hubo ministros sectoriales que comentaban a La Tercera PM que los dos primeros estaban alineados con una visión dogmática y poco flexible, y que de caer el gabinete, ellos también. Otros relatan que durante esos días Chadwick fue más de alguna vez a la oficina del jefe del Segundo Piso a discutir hasta dónde se debía llegar y por qué, y que eso habría incidido de alguna forma a que Larroulet se abriera a algunas medidas. Con Larraín dicen que eso nunca ocurrió.

El lunes 21 -al día siguiente que se filtrara el audio en que Cecilia Morel decía que “estamos absolutamente sobrepasados, es como una invasión extranjera, alienígena”- hubo también ministros que le dijeron al jefe de asesores presidenciales que todo el gabinete debía renunciar. Entonces circuló la versión de que él argumentó que no era el momento, que el gobierno se inventaría otro problema porque le pondría presión a la fecha del recambio y que el Presidente se quedaría sin esa última bala.

Cerca de las 15:30 de ese mismo día, Piñera le concedió una audiencia a un grupo de ministros sectoriales; el rewind de algunos recuerda a Cristián Monckeberg (Vivienda), Antonio Walker (Agricultura), Isabel Plá (Mujer), Carolina Schmidt (Medio Ambiente) y otros. Algunos querían saber de boca suya qué estaba pasando y qué pensaba hacer. “No tengo mucho tiempo, como comprenderán, estamos en una situación difícil”, les habría dicho, y les dio unos tres minutos a cada uno.

Al menos dos de los presentes le plantearon que el gobierno no podía seguir encajonado en el discurso del orden público, que había que recoger de lleno la lectura que la gente estaba hastiada y darle más peso a ese mensaje para buscar la paz social. Un año después, algunos recuerdan que el Presidente tomaba notas en silencio, que no hubo una discusión ni les contestó punto por punto, pero que sí les dijo que “acá ha venido mucha gente en estas últimas 48 horas a darme recomendaciones, pero me importan las de ustedes, porque son mis ministros”.

“No fue receptivo”, recuerda un testigo. Al día siguiente, martes 22, la Segpres dirigida por Blumel le envió a los parlamentarios de Chile Vamos una minuta con argumentos para rechazar el proyecto que buscaba reducir la jornada laboral a 40 horas, promovida por el PC. En la misma jornada -cuatro días después del 18/O- el Presidente anunció que enviaba al Congreso un conjunto de medidas (aumento de pensión básica solidaria, creación de ingreso mínimo garantizado y anulación de alza de tarifas eléctricas). “Reconozco esta falta de visión y les pido perdón a mis compatriotas”, coronó.

Exministros explican hoy que -en parte- el gobierno demoró días respuestas más audaces porque Piñera les decía que no creía útil negociar con la oposición pues pensaba que sus dirigentes no eran capaces de controlar ni a sus votos ni a la calle. El jueves 24, Chadwick le presentó su renuncia y le dijo que tenía que cambiar al gabinete; él se negó. Al día siguiente se cumplía una semana del estallido y estaba convocada una marcha que reunió a más de un millón de personas en Santiago.

Ese viernes se acabó el margen. Según algunas versiones, Chadwick, Pérez y Blumel llegaron a la oficina de Larroulet a las 7:30. El Número Dos les pidió que le ayudaran a convencer al Presidente; ya lo había hablado con la vocera. Incluso hay quienes dicen recordar que el jefe del Segundo Piso también estaba dispuesto a irse. Cuando llegó Piñera, partieron a su oficina y su brazo derecho le insistió en que debía cambiar a su equipo, partiendo por él y por Larraín, que no estaba presente. El mandatario guardó silencio unos instantes y les pidió que si así estaban las cosas, pues que lo ayudaran a buscar nombres. Esa tarde Chadwick y Pérez le avisaron por Whatsapp al gabinete que se les pedía la renuncia.

Desde entonces hasta el lunes 28 se sucedieron más de una decena de reuniones en Palacio y en la casa del Presidente para fichar a los nuevos ministros. Ahí recuerdan que el de Hacienda estuvo al margen, que no quería dejar su puesto, que no veía razones para ello y que el domingo no estuvo en La Moneda: ese día lo vieron en el gimnasio del Club de Golf Los Leones.

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