
De tres cuartos a un tercio
Puede que estemos ante un llamado de atención importante. El plebiscito de entrada no es algo con lo que se pueda jugar. El apoyo de la ciudadanía para la creación de una nueva Constitución fue contundente, pero hasta ahora no podemos decir lo mismo respecto de quienes están a cargo de redactar la nueva Carta Magna.

Ha pasado más de un mes desde la entrada en funcionamiento de la Convención Constituyente y aún no tenemos grandes avances respecto del reglamento. Si bien lo anterior era esperable, llama la atención el modo en que la ciudadanía evalúa el trabajo de los convencionales. Tomemos como ejemplo los últimos resultados de la encuesta Criteria. Según este sondeo, solo un 30% de la población aprueba el modo en que la Convención está cumpliendo con su labor. El porcentaje de ciudadanos que lisa y llanamente desaprueba la gestión de la Convención es de un 44%. Los motivos de aprobación son variados: pensar que están buscando cambios positivos, que han logrado avanzar o el buen desempeño de su presidenta. Los motivos de desaprobación incluyen: gastos excesivos, lentitud o la preponderancia de agendas personales.
La misma encuesta da cuenta de un efecto polarización en la ciudadanía. Solo un 8% de quienes se identifican con la derecha aprueba el funcionamiento de la Convención, mientras que la aprobación de parte de quienes se identifican con la izquierda alcanza un 61%. La medición del rechazo a la gestión de la Convención apunta en la misma dirección: un 79% de ciudadanos de derecha la desaprueba, y un 18% de izquierda. En el centro político y entre quienes se consideran independientes la proporción de personas que está insatisfecha con la labor de la Convección es mayor. En suma, los resultados de encuesta Criteria -con todos los matices metodológicos que uno pueda introducir- distan mucho de ser alentadores.
¿Cómo interpretar estos resultados? Puede que estemos ante un llamado de atención importante. El plebiscito de entrada no es algo con lo que se pueda jugar. El apoyo de la ciudadanía para la creación de una nueva Constitución fue contundente, pero hasta ahora no podemos decir lo mismo respecto de quienes están a cargo de redactar la nueva Carta Magna. Recordemos que el Apruebo ganó con aproximadamente tres cuartos de los votos (78%). Es alarmante que la actual Convención cuente con alrededor de un tercio de aprobación de la ciudadanía.
Para muchos, hay razones para estar esperanzados. Una razón frecuentemente aludida es el buen clima humano que habría al interior de las comisiones especiales. Esto es una buena noticia y es, además, esperable. La interacción cotidiana con personas que piensan distinto nos hace más propensos al diálogo. Si en los años 90 los economistas podían decir que en situaciones de interdependencia estratégica la cercanía personal era irrelevante (“cheap talk” se la llamó), hoy sabemos que, tanto en teoría como en la práctica, eso afortunadamente no es así.
¿Será capaz este buen clima humano de hacer que nuestros constituyentes se pongan de cabeza a trabajar en la nueva Carta Magna? Hay dos fuerzas capaces de hacer que abrigar tal esperanza sea ingenuo. La primera dice relación con el contenido de las discusiones. Salvo en algunas comisiones, los temas de fondo aún no han sido discutidos en profundidad. Las audiencias públicas han sido muy diversas en cuanto a los temas tratados, así como a la calidad de las presentaciones, pero no es seguro que, en esta parte del proceso, deban tener la relevancia que han tenido hasta ahora.
Pero eso no es todo. El factor que más puede afectar el funcionamiento de la Convención es el impacto que están teniendo las redes sociales en las dinámicas deliberativas del pleno. No son pocos los constituyentes que están más preocupados del número de seguidores que tienen en redes sociales que de la discusión del pleno. A lo anterior hay que agregar el efecto que ya están comenzando a tener las elecciones de noviembre en la vida de la Convención. Esto afectará en mayor medida el clima del pleno, pero no podemos ignorar las distorsiones que puede introducir lo anterior en las comisiones.
La redacción de una nueva Constitución implica no solo voluntad de cambios y determinación política. Implica asumir un compromiso vital con el bienestar de todos los chilenos. Esperemos que la Convención logre sobreponerse a los factores que amenazan su llegada a buen puerto. Nuestro futuro depende de ello.
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