Juan Fernández en tensión: Sin conectividad, isleños iniciaron racionamiento eléctrico y tienen 1.500 langostas varadas

Isla de Robinson Crusoe

El poblado de San Juan Bautista, que congrega a mil habitantes, teme el ingreso del Covid-19. Tienen una posta, dos médicos y un solo ventilador mecánico. “Si llega un contagiado, nos morimos todos”, dice el alcalde, Leopoldo González.


Los campanazos de la iglesia, anunciando el Domingo de Ramos, marcaron el regreso de la habitualidad a la isla de Robinson Crusoe. Ese día, los casi mil habitantes del poblado de San Juan Bautista salieron a la calle, tras cumplir estrictamente la cuarentena dictada dos semanas antes para las tres islas que componen el archipiélago de Juan Fernández. El resultado ha dado un respiro: hasta ahora no hay contagios de Covid-19.

Jorge Palomino, ministro laico-católico, celebró la liturgia con un pequeño grupo de familias que llegaron a la capilla, para comenzar las actividades de Semana Santa . “La gente se está soltando de a poco, pero la comunidad está deprimida por lo económico”, cuenta.

La política preventiva se vivió cargada de expectación entre los isleños, y detuvo por completo la actividad económica, educativa y social de la localidad, que cuenta con una posta, dos médicos, un enfermero y sólo un ventilador mecánico para mil personas. “Si llega un contagiado, nos morimos todos”, advierte el alcalde Leopoldo González, quien el pasado lunes liberó de manera oficial al comercio para su reactivación.

Sin embargo, se mantiene el toque de queda, el cierre de locales nocturnos y se dispuso una restricción energética preventiva. “Esto se hace para ahorro de combustible, por cualquier eventualidad. Esperamos un buque (de provisiones) para fines de mes. Ahora estamos con velas en las noches”, dice Germán Recabarren, quien trabaja en transporte marítimo. “Sin la línea aérea funcionando no podemos operar, acá tenemos todo varado, sólo opera la economía local”.

El alivio y temor de las provisiones

Para el 20 de abril se espera el zarpe de un buque de la Armada para abastecer a la Isla Robinson Crusoe. Y si bien ahí viajan los bienes esenciales para los lugareños, los esperan con temor. Saben que aislados están seguros, pero que todo contacto con el exterior puede desatar una desgracia.

Por ello, la Armada se encuentra trabajando los protocolos para dicho atraque, mientras que la Empresa Transmarko SA ya hizo circular las condiciones para los traslados de las mercaderías: No se permitirán materiales de construcción ni artefactos domésticos. Sólo se embarcará alimentación y medicamentos, los bienes vitales. Y para su recepción, los isleños deberán “presentarse con mascarilla y guantes, respetar el control de ingreso, mantener dos metros de distancia y el llamado será por turnos”, detalla la firma.

Langostas varadas y familias separadas

Tanto en las islas Robinson Crusoe como Alejandro Selkirk se detuvieron las faenas de los pescadores. En ambas zonas la cuarentena los halló en faena y en diciembre fue la última vez que pudieron embarcar langostas hacia el más importante comprador: China. Hoy en viveros yacen unos 1.500 crustáceos, sin poder ser comercializados en la temporada, pues el país asiático suele llevarse el 90% de la producción. “No sabemos qué va a ocurrir”; cuenta Ximena Segura, quien junto a su marido comercializan el producto.

En cuanto a las clases, desde Robinson Crusoe se intenta seguir los lineamentos del gobierno central, aunque ha sido complejo. “Muchos no tienen computador en su casa y la señal de internet se pierde días completos”, dice Segura. Por ello, se ha analizado retomar las clases presenciales, pero tampoco es fácil: la escuela estaba en trabajos de reparación y mantención cuando se desató la pandemia y los trabajadores, que eran del continente, se fueron, dejando la labor inconclusa. “Tenemos prácticamente el año perdido”, comenta Segura, quien además preside el centro de padres de la única escuela de la isla.

Otro tema controvertido es la separación de familias que los afecta. Hay 45 habitantes que quedaron en el continente, impedidos de regresar. “Algunos son padres que tienen a sus niños en la isla. Es una situación muy compleja y angustiante”, relata la apoderada.

En estas condiciones y la incertidumbre con que vislumbran el futuro, los isleños están reimpulsando actividades de la zona, que les permitirían autosustentarse frente a emergencias: la caza de animales, recolección de frutos y los huertos familiares. Todo, en una cruzada para el coronavirus no llegue a ellos.

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