Nuestro 4 de julio

26 DE ABRIL DEL 2019 FOTOGRAFIAS AL PATIO DEL EX CONGRESO DE SANTIAGO DONDE SE ENCUENTRAN DIVERSAS ESCULTURAS, PATIO QUE POSIBLEMENTE SERIA ABIERTO AL PUBLICO SANTIAGO, CHILE FOTO: LUIS SEVILLA / LA TERCERA26 DE ABRIL DEL 2019 FOTOGRAFIA AEREA AL PATIO DEL EX CONGRESO DE SANTIAGO DONDE SE ENCUENTRAN DIVERSAS ESCULTURAS, PATIO QUE POSIBLEMENTE SERIA ABIERTO AL PUBLICO SANTIAGO, CHILE FOTO: LUIS SEVILLA / LA TERCERA

Debemos cuidar nuestra nueva Constitución. Es demasiado importante lo que está en juego. Un eventual fracaso o incluso una propuesta que no sea respaldada por la ciudadanía en el plebiscito de salida nos pondría en un lugar complejo y peligroso, pero además regresivo. Llegó el momento de avanzar.


Estamos a solo días de iniciar la redacción de una página más de nuestra historia. Tal vez de las más importantes de todos los tiempos. Más allá de lo que puede sonar un cliché repetido, tendremos la oportunidad de forjar nuevas reglas del juego en democracia bajo una Convención Constitucional paritaria y con representaciones de nuestros pueblos originarios que refleja la diversidad del país como nunca antes habíamos visto. Nos sobran razones para celebrar, pero además para depositar esperanzas en lo que viene.

Sin embargo, un proceso tan importante como este ha demostrado también ser frágil. El acotado tiempo para llegar a un consenso nacional sobre la Carta Fundamental requerirá de los máximos cuidados. El éxito de este proceso no se limita ni descansa en los constituyentes electos, mucho menos en sus partidos y movimientos. Sino más bien lo hace en el país en su conjunto. La responsabilidad que tenemos todos quienes habitamos este espacio nacional compartido es enorme y se transforma en una oportunidad para poner en práctica nuestros mínimos civilizatorios, el respeto por la diversidad, el verdadero respeto por la sociedad y por qué no, ese tan manoseado amor por Chile.

Claro que las y los constituyentes electos deben poner de lo suyo. Este no es el espacio para gustos personales, menos para hacer crecer o generar nuevos ranchos de poder y clientelismo, forzar disensos solo para la construcción de identidades propias y de ninguna forma intentar forjar poder a costa del destino de todos. Desde la transparencia en sus acciones, pasando por el gasto de recursos hasta elementos tan relevantes como su dedicación y compromiso, serán elementos determinantes. Por ejemplo, sería inaceptable que, en vez de estar trabajando en las horas asignadas para su labor, se dividan en paneles de radios y matinales, como ya lo hemos visto por tanto tiempo e incluso con grados de descaro por parte de parlamentarios. No hay margen para las prácticas de la República que queremos dejar atrás.

Por fuera de la convención, muchos levantaron alarmas cuando se habló de rodearla. ¿Es esto tan dramático? Para nada. Siempre que las condiciones sanitarias y de convivencia lo permitan, sería incluso vibrante ver que los alrededores del Palacio Pereira y la sede del ex Congreso despertaran conversaciones ciudadanas, manifestaciones dialogantes y espacios donde se desencadene la interacción entre constituyentes y la gente. Calles, plazas, parques y establecimientos pueden ser una plataforma de construcción conjunta. Si bien no hay margen para que estos espacios terminen siendo tomados por minorías e incluso la violencia, es bastante poco probable que esto suceda a menos que el gobierno siga replicando su lógica represiva que ha logrado transformar a las policías en actores que terminan por escalar los conflictos en ves de desescalarlos. El control del orden público, pero más bien la garantía de espacios de diálogo y convivencia terminarán siendo la última oportunidad que el gobierno de Sebastián Piñera tendrá para hacer las cosas bien antes de salir de La Moneda.

En el éxito (o fracaso) compartido de este proceso, también está el capital. Los sectores más conservadores ya han transformado en práctica política instalar el miedo cada vez que sus intereses están en juego. Esto simplemente no puede suceder. El abuso de sus recursos para instalar realidades catastróficas que hablan de caídas de la Bolsa, devaluación del peso, autoexilio del país y tanta historia que le encanta repetir al capital criollo simplemente no pueden proliferar. Esperamos, pero por sobre todo necesitamos, que quienes tienen más poder económico y político, entiendan de una vez que el país no es su fundo y en vez de dinamitar la línea del tren, se suban a este.

Centros de estudios e instituciones académicas deben también ser parte de este esfuerzo. Los tiempos serán tan acotados que se requerirá tanto de la elaboración de propuestas como poner a disposición evidencia, como también actuar como ventanas hacia la ciudadanía, amplificando y difundiendo los avances del proceso. Es de esperar que todos los espacios estén a disposición de abrir diálogos, conversaciones, debates y compromisos conjuntos.

En la ciudadanía, en general, es donde descansa la mayor responsabilidad. Tal vez la más compleja. Existen una serie de mecanismos para que todos, dentro de las limitaciones de tiempo nos informemos. Pero por sobre todo seamos capaces de ejercer presión pública y transparente cuando sea necesario. No podemos quedarnos estáticos frente a lo que ocurre sin demandar información, transparencia, pero por sobre todo que se nos escuche para que las decisiones que ahí se tomen reflejen de mejor manera nuestros sueños, considerando también nuestros dolores.

Debemos cuidar nuestra Nueva Constitución. Es demasiado importante lo que está en juego. Un eventual fracaso o incluso una propuesta que no sea respaldada por la ciudadanía en el plebiscito de salida nos pondría en un lugar complejo y peligroso, pero además regresivo. Llegó el momento de avanzar. Con optimismo, sin miedo, pero por sobre todo con un profundo sentido de responsabilidad conjunta. Por ahora ya nos toca celebrar nuestro 4 de julio.

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