Provoste: el todo o nada

Esta decisión tan difícil nada tiene que ver con la calidad humana de los otros candidatos, cuyas chances de éxito -de acuerdo a las encuestas- son nulas.


Chile nunca había atravesado desde 1990 por una crisis tan profunda. Una de sus expresiones es la dificultad para levantar candidaturas presidenciales viables, especialmente desde la centroizquierda. Adelantemos desde ya el argumento: la coyuntura en curso es extremadamente líquida en sus alineamientos electorales, en donde la dimensión de “liquidez” no significa que cualquier cosa pueda ocurrir.

Como prueba de esto, en los últimos 15 días se desató un grave proceso de fractura de Chile Vamos a raíz del tercer proyecto de retiro de los fondos de pensiones. Esto redundó en un verdadero colapso gubernamental, colocando en grave y, probablemente, irreversible riesgo de derrota electoral a su propia coalición en las elecciones de mayo.

La paradoja es que la división oficialista contrasta con una inusitada unidad opositora, la que no sería posible sin el rol que ha jugado desde el 17 de marzo la presidenta del Senado, Yasna Provoste, y que ha modificado el panorama presidencial de la centroizquierda.

Concentrémonos en algunos datos de la encuesta CEP. Primero, el Presidente y su gobierno cuentan con tan sólo el 9% de aprobación. Segundo, ninguna de las candidaturas presidenciales de la centroizquierda es competitiva frente a cualquier candidatura de derecha o frente a Pamela Jiles. Tercero, Chile es un país moderado, en que el 41% es de centro, el 20% de izquierda y apenas el 18% de derecha. Cuarto, que Yasna Provoste asoma como una de las líderes mejor evaluadas de la centroizquierda.

Ante este panorama, hay tres cuestiones a considerar. Primero, que todos los candidatos presidenciales de la centroizquierda han estado en campaña desde hace meses. Segundo, que ninguno ha despuntado y, sostenemos, ninguno lo logrará: ¿Qué razones podría haber para que de aquí a mediados de mayo alguno de ellos pueda conseguir, al menos, el 10% de respaldo? Ninguna. Si esto es así, ¿resulta razonable convocar a primarias presidenciales cuando la suma de los tres candidatos principales es del 7%? Categóricamente, no. El riesgo es que la primaria de Chile Vamos duplique o triplique en participación a la de Unidad Constituyente. Si estas premisas son correctas (como lo creemos), deberán adoptarse medidas drásticas. Más aún si luego de las elecciones del 15 y 16 de mayo -en medio de un shock de realidad para todos los partidos opositores- la posibilidad de ganar las presidenciales de noviembre se pone a centímetros de sus narices. Entonces, la pregunta por la conquista del poder dejará de ser abstracta, existiendo 48 horas para persistir en la primaria presidencial, o dar un golpe de timón que revitalice las bases sociales de la oposición.

La principal dificultad para razonar sobre este asunto es el patriotismo partidario que lleva a las élites de los partidos y sus candidatos a apegarse a decisiones previamente tomadas. Es un mito pensar que, tras las elecciones, el resultado que favorecerá a algunos partidos en uno o más niveles repercutirá favorablemente en sus candidaturas presidenciales, como si los partidos fuesen motores de propulsión de candidatos que carecen de fuerza de atracción propia.

Nuestra convicción es que lo racional es nominar directamente a Yasna Provoste como la candidata oficial de la centroizquierda, en un gran pacto de gobierno que abarque desde el PDC hasta el Frente Amplio. Esta decisión tan difícil nada tiene que ver con la calidad humana de los otros candidatos, cuyas chances de éxito -de acuerdo a las encuestas- son nulas.

¿Por qué Provoste y no otra figura? Primero, porque ha sido la única líder capaz de ordenar y disciplinar a la oposición. Segundo, porque entendió la necesidad de actuar mediante mínimos comunes (no para permanecer allí, sino para evolucionar desde allí) en un contexto de alta fragmentación ideológica y política de los partidos opositores. Tercero, porque ha tendido puentes con el gobierno, abriendo espacio para consensos y acuerdos nacionales que podrían materializarse en la anhelada renta universal de emergencia. Cuarto, su origen moderado, biografía personal, trayectoria política, su destacado liderazgo y sus fuertes vínculos con el mundo de los trabajadores pueden ser fuentes de identificación para nuevos votantes.

Cuando los ciudadanos reciben una oferta política innovadora, o perciben una elección como relevante, se vuelcan a las urnas. En el reciente plebiscito, votó cerca del 56% de los jóvenes de 18 a 24 años, 20 puntos más que en la primera vuelta presidencial de 2017. Las comunas populares de la Región Metropolitana, en tanto, aumentaron significativamente su participación respecto de 2017, destacando La Pintana y Puente Alto, que lo hicieron en cerca de 15 puntos. Si la centroizquierda pretende ser gobierno reencantando a estos nuevos votantes, necesariamente debe presentar una propuesta innovadora no sólo en contenidos y en ideas para un desarrollo más justo, igualitario e inclusivo, sino sobre todo para identificarse con el millón o más de personas que entraron a votar por primera vez en el plebiscito. La historia personal de la senadora Provoste puede ser una vía virtuosa para lograrlo.

Nada garantiza que esta propuesta sea exitosa. De lo que sí estamos seguros es que permanecer en la oferta actual de candidatos es la ruta segura para la derrota.

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