Cómo se anuncia una guerra (contra las drogas)

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El Presidente Sebastián Piñera junto al ministro Andrés Chadwick en La Moneda.

Si bien técnicamente se basa en el exitoso modelo islandés, que implica reconocer la realidad particular de cada comunidad escolar y sus variaciones en el tiempo, el énfasis discursivo fue el combate: se habló de "la batalla", de "enemigo maligno", "no nos rendiremos".


Los jóvenes en Chile lideran los rankings de consumo de drogas en Latinoamérica, razón suficiente para que exista un programa de gobierno dedicado exclusivamente a esta materia. Razón suficiente para que la agenda liberal también tuviera algo que decir; pero que quizás, en su entusiasmo cannábico, no alcanza a ver que aquello que en ciertos lugares puede ser libertad, en otros, es estrago. Miopía, que ya sabemos, le ha costado cara al progresismo en el mundo.

Sin embargo, otra cosa es tratar de comprender por qué la implementación de un plan de prevención de drogas se hace por cadena nacional, como hizo ayer el presidente Sebastián Piñera. El plan "Elige Vivir Sin Drogas" para niños, niñas y adolescentes, fue transmitido con toda la retórica de la guerra. Si bien técnicamente se basa en el exitoso modelo islandés, que implica reconocer la realidad particular de cada comunidad escolar y sus variaciones en el tiempo, el énfasis discursivo fue el combate: se habló de "la batalla", de "enemigo maligno", "no nos rendiremos", incluso, el presidente utilizó una conocida cita del discurso "Sangre, sudor y lágrimas" de Churchill durante la segunda guerra mundial, para terminar con un "Dios nos ayude en esta gran cruzada".

Un entre líneas de sangre. Como todas las guerras contras las drogas. Como todas las guerras.

Las guerras sin duda se anuncian por cadena nacional, se acusan los enemigos internos y externos. ¿Puede la droga ser algo más que una guerra que siempre, la historia así lo confirma, termina convirtiendo a los consumidores en criminales? Y al mismo tiempo, ¿puede la oposición -alguna que ande allí afuera - articular algún discurso respecto de la miseria simbólica de la adicción a las drogas, sin quedar capturados por la retórica de la liberación cannábica? (de la que, por cierto, falta transparentar en qué se va a convertir aquello que promete, o amenaza, según como se quiera ver, ser el oro verde).

Lo técnico tiene envolturas. No basta con tomar modelos nórdicos para ser un país desarrollado. No es casual que el plan del país del norte se llame "Planet Youth", el planeta de los jóvenes; el espíritu del programa es la pregunta, es la escucha para intervenir de manera diferencial. "Elige vivir sin droga", es como se viste la ideología chilena, las cosas se eligen, se ganan, son desafíos individuales. Es el delirio de la meritocracia, que seguramente nos lleva a aparecer en las encuestas que somos los más felices de Sudamérica, la misma semana en que se revelan las altas tasa de suicidios en jóvenes y viejos en Chile. Jóvenes y viejos que eligieron mal, no eligieron ser felices, diría la moral del sálvese quien pueda.

El malestar, la adicción, el suicidio responden no a un enemigo maligno, sino que a una manera de configuración de lo social que hace síntoma en lo individual. Por lo tanto, las intervenciones son focales pero hay que pensar de manera global. ¿Por qué la cultura se ha vuelto menos miserable materialmente, pero cada vez más simbólicamente? ¿Qué rol juega la mercantilización de la vida, de los placeres, del sufrimiento?

Por último, al dar vuelta la página del diario, tras el anuncio del presidente, aparecía, quien fuera antes el representante de la lucha contra las drogas, Jaime Orpis, quien justo ayer declaraba sobre los vínculos sucios entre política y empresas. Algunos dicen "Dios es guionista", yo le llamo la racionalidad de la incoherencia.

Mientras se dan batallas, sabemos que siempre hay otros negocios. El mundo no puede nunca ser una metáfora de bandos de guerra.

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