Travieso, chacotero y esforzado: el tenis recuerda conmocionado a Ignacio Tejeda

Ignacio Tejeda (izquierda) junto a José Tomás Traipe, hace algunos años. Foto: gentileza J. T. Traipe.

Los entrenadores y amigos desclasifican las anécdotas y planes del deportista, que falleció ayer, a los 17 años, víctima de un cáncer. "Él estaba enfocado en irse a Estados Unidos", señala su técnico Gabriel Aboitiz.


“Era un palomilla, pateaba la perra cuando perdía, pero siempre siguió luchando y buscando mejorar. Tenía un carácter extrovertido, era expresivo en sus emociones y eso siempre es bueno”. Con estas palabras, Carlos Marchant, uno de los primeros entrenadores de Ignacio Tejeda, describe cómo era el tenista cuya muerte ha generado tanta conmoción. El joven tenista falleció ayer a los 17 años, víctima de un agresivo cáncer que lo tuvo luchando por casi 11 meses.

José Fuentes, padre de Cristóbal Fuentes, compañero de entrenamientos del deportista, coincide con el ex coach del Club Manquehue, y destaca el aspecto bromista del joven. “Siempre era bueno para la chacota, muy alegre. Siempre se estaba esforzando y mantenía sus ganas, aunque no se le dieran los resultados. Sus entrenamientos eran casi como los de un profesional. Compartimos mucho con él en los viajes. A veces iba con nosotros y otras veces con la familia de Cristian Garcés, que es Andrés de León”, señala.

Fuentes recuerda que Nacho tuvo una experiencia en Mallorca, entrenando en la Academia de Rafa Nadal. “Estuvo entrenando con el tío Toni en su centro de operaciones”, recuerda, mientras que Marchant complementa que “coincidió con un viaje de su padre y le hicieron el contacto para que estuviera entrenando ahí por una o dos semanas”.

Gabriel Aboitiz tomó la posta en el Manquehue y entrenó a la joven promesa, quien ya tenía un objetivo claro para su carrera. “El Nacho tenía un gran potencial como tenista. De chico era destacado, de adolescente le costó y él estaba en enfocado en irse a estudiar a Estados Unidos a una buena universidad. Para eso se estaba preparando y él lo tenía súper claro”, afirma.

El técnico también fue testigo de cómo empezó todo esa dramática jornada del 12 de marzo del año pasado. “Hace 10 meses, íbamos a empezar a entrenar, pero de pronto dijo que tenía un dolor en el pecho y que no podía respirar. Después se hizo los exámenes y le descubrieron esa masa”, recuerda. Hoy, en ese mismo lugar, se vivió un momento muy emotivo. “Nos juntamos con todos los compañeros en el club para tener un espacio de duelo. Ignacio era un muy buen cabro, cariñoso. Se mandaba embarradas, pero cuando lo retábamos, te daba un abrazo y se te pasaba el enojo. Era muy querible”, agrega.

Sobre las travesuras de su pupilo, destaca varias, especialmente las que protagonizaba con Luc Boulier, tenista y uno de sus grandes amigos. “Una vez estábamos en unas cabañas en La Serena y de repente escuchamos ruidos en la otra habitación. Ahí el parcito rompió unas ampolletas porque estaban agarrándose a almohadazos”, desclasifica. Y añade: “En otra ocasión se quedaron en pana en la carretera y mientras el conductor llamaba a la grúa, ambos se pusieron a jugar tenis en la carretera”.

Una vez que se supo de la enfermedad y de las costosas alternativas de tratamiento, se inició una campaña para reunir los recursos, en la que participó prácticamente todo el mundo del tenis, algo que es valorado por Sergio Elías, presidente de la Federación. “Su figura levantó la solidaridad de muchos, y lo más importante es el legado que deja. Unió al tenis alrededor de él, lo que prueba que todas las diferencias son superficiales y demuestra que existe la familia del tenis”, sostiene.

Precisamente esa cadena solidaria fue un gran incentivo anímico para Nacho. “En un momento se bajoneó, pero con los saludos le cambió hasta la cara y estaba contento por todo lo que habían hecho”, cuenta Carlos Marchant, quien hasta el final estuvo en contacto con la familia del joven oriundo de Antofagasta.

A mediados de diciembre, su madre, Jennifer Hidalgo, envió un mensaje a la comunidad del Club Manquehue. En él agradeció por el apoyo en el proceso y ahí anunció el regreso a Chile, luego de que en Estados Unidos les confirmaran que ya no había algún tratamiento efectivo para la enfermedad. Además, Ignacio, agotado, ya no quería más terapias ni tratamientos. Solo le pidió a su familia estar tranquilo. De ahí en adelante, el grupo enfrentó el último tramo de la vida de Ignacio con espiritualidad y oración. Ayer, en la tarde, su vida terrenal se extinguió.

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