Columna de Rodrigo Guendelman: Martínez Bonati, un gigante

Martinez Bonati y el mural que hizo en 1971 en el Centro de Estudios Nucleares de La Reina.


Por Rodrigo Guendelman, conductor de Santiago Adicto de Radio Duna

Es el único sobreviviente de esos tres maestros del arte que hicieron el mural del Paso Bajo Nivel Santa Lucía (Carlos Ortúzar e Iván Vial eran sus compañeros en el Taller de Diseño Integrado), el cual acaba de ser declarado Monumento Nacional. Fue el responsable de llenar de arte integrado a la arquitectura tanto la placa, como el edificio y el espacio público de la UNCTAD III o Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo en el Tercer Mundo, realizada en 1972 en Santiago. Formó parte del grupo Signo, junto a José Balmes, Gracia Barrios, Alberto Pérez y Roser Bru. Es autor de dos murales únicos en Santiago, realizados en hormigón. Por eso, y por mucho más, Eduardo Martínez Bonati es uno de los grandes candidatos al Premio Nacional de Artes Plásticas 2021.

A sus 90 años sigue pintando, responde con más lucidez que la de sus entrevistadores cada vez que es enfrentado a una conversación y no para de investigar acerca de materialidades y nuevas maneras de enfrentarse al proceso creativo. Su nominación a un premio -que merece con creces- y el hecho de que el mural cinético del paso bajo nivel haya vuelto a la conversación pública gracias a su nueva condición patrimonial, son la excusa para poner en valor a este inmenso baluarte de la cultura chilena. Porque seamos realistas: su nombre no suena de inmediato a la gran mayoría de los chilenos. Pero debería.

Probablemente influye el hecho de que haya vivido 30 años exiliado en España, desde 1975. O que los extraordinarios murales realizados en hormigón se ubican en dos lugares de difícil acceso: el Centro de Estudios Nucleares de la Reina y el Campus Antumapu de Agronomía de la Universidad de Chile, en La Pintana.

Tampoco ayuda la deplorable situación en la que se encuentra hace años el mural cinético del centro de Santiago. Ni contribuye el hecho de que la gente relacione la UNCTAD III casi únicamente con el arquitecto Miguel Lawner (quien lideraba en esa época la CORMU, mandante del proyecto), a pesar de que los responsables de la arquitectura son otros (José Covacevic, Hugo Gaggero, Sergio González, Juan Echenique y José Medina) y que el gestor de todo el arte de ese proyecto es Martínez Bonati.

En el libro “275 días, Sitio, Tiempo, Contexto y Afecciones Específicas. Curatoría para el Centro Cultural Gabriela Mistral”, editado por Paulina Varas y José Llano, se le pregunta a Martínez Bonati sobre cómo surgió la idea de llenar de arte el proyecto de la UNCTAD III (donde actualmente se encuentra el GAM). Y su testimonio es patrimonio puro. “Todo lo que ocurrió allí es una cosa que crece en una dirección que yo no conocía ni sabía lo que iba a ser. A mí me llamaron para ayudar con ciertos problemas de espacios, materiales, colores, revestimientos y cosas por el estilo... Entre el aburrimiento y las ganas de hacer algo y, sobre todo, la sensación de que era una oportunidad que no se podía perder, cuando ya me aprendí a leer todos los planos del edificio, me di cuenta de que estaba lleno de muros pelados… Entonces yo pensé en una idea y pedí a algunos artistas que me hicieran maquetas y bocetos de tapices y murales… Y es así como empezamos. Para poder solucionar el tema de costos, les pregunté a los arquitectos cuál era el mejor sueldo de un obrero y me dijeron que era el de “maestro de terminaciones de primera”. Entonces me pregunté ¿cómo no van a aceptar que los artistas trabajen como maestros? Y ahí realmente hicimos algo que no se había hecho en ninguna parte que conociéramos hasta el momento”.

Es tan cierto lo que dice este hombre que estudió en la Escuela de Artes de la U. de Chile. Prácticamente no hay un gran artista chileno que no haya participado en esta gesta: Matta, Antúnez, Colvin, Assler, Egenau, Castillo, Maruenda, Mesa, Venturelli, Carreño, Ortúzar, Bru, Barrios y un largo etcétera, hasta llegar a más de 35 nombres. Y, por supuesto, las Bordadoras de Isla Negra, cuya obra acaba de regresar al GAM después de casi medio siglo. Otra excusa para hablar de Eduardo Martínez Bonati. Es que cuesta encontrar a una persona que sea, al mismo tiempo, tan importante como creador y gestor, que esté detrás de obras públicas tan relevantes, que sea uno de los precursores del arte integrado a la arquitectura y que, aleluya, está vivo y coleando a sus 90 años. Premio Nacional de Artes Plásticas, por favor no te pierdas a Martínez Bonati.

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