Gonzalo Cordero: “Los dirigentes políticos de derecha están a la izquierda de su electorado”

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Es parte del entramado profundo de la UDI. A su juicio, la derecha no debe ceder a las banderas de la izquierda. Dice que el 62% que votó Rechazo cambió la correlación de fuerzas en el país y que el gobierno de Gabriel Boric sólo será de administración.


Gonzalo Cordero no necesita tener un rol protagónico para influir en las decisiones políticas de la UDI. Mantiene ascendencia activa en su partido y sus análisis sobre la contingencia son requeridos con regularidad.

Militante histórico de ese partido, abogado, experto en comunicación política, miembro del consejo del Instituto Libertad y Desarrollo, Gonzalo Cordero es apuntado como un duro en la derecha. Él no se definiría así, pero sí sostiene que su sector no ha levantado banderas con franca convicción. Más bien, considera que la clase dirigente de la derecha se ha sentido acomplejada por los postulados de la izquierda.

La discusión constitucional, el rol que debería jugar la derecha hoy frente a un gobierno que, a su juicio, ha ido derivando hacia una administración con más tinte de Concertación que de revolución, y las grietas abiertas entre política y ciudadanía, son parte de su reflexión.

Más allá del proceso constituyente, ¿cuál debiera ser la estrategia política de la derecha para el próximo tiempo?

Para hablar de estrategia hay que partir por un diagnóstico. Yo creo que nuestro país tiene hoy día tres problemas estructurales relativamente graves. El primero es que el cambio de sistema electoral generó una situación que hace muy difícil la gobernabilidad. En segundo lugar, la economía. Progresivamente se han ido poniendo cargas que hacen más lenta la capacidad de crecer del país. Y, en tercer lugar, la deslegitimación que ha habido del uso de la fuerza por parte del Estado. Estos tres factores generan un contexto muy complejo.

¿La mayor complejidad sería la falta de gobernabilidad?

Creo que esos tres factores generan frustración. Se frustra la promesa del gobierno -en tanto institución- de ser capaz de tener un sistema institucional que funcione. Se frustra la promesa del mercado, del progreso material, y la promesa esencial del Estado, que es la de proveer seguridad individual. En ese contexto se deben entender las dificultades que está viviendo nuestro país.

Hay un debate en curso. Hay quienes consideran que el problema es al revés. O sea, que siguen vivas las demandas del estallido social y que el mercado no las resolverá solo.

Siempre he discrepado del diagnóstico que dice que eso que llamamos “el estallido” fue consecuencia del modelo. Por el contrario, fue consecuencia de su abandono. Eso llevó a que el país estancara su crecimiento, se generara frustración en la gente…

¿Y cómo debiera entrar la derecha a jugar en esta cancha?

La derecha, la centroderecha, no puede olvidar nunca que su ethos fundamental, el objetivo que justifica toda su acción política, es la libertad individual. Y el mejor sistema que conocemos para protegerla, para garantizarla, es el Estado democrático de derecho. Sólo así queda debidamente restringido el uso arbitrario del poder.

Llevado a la discusión actual, sectores de izquierda dicen que el uso arbitrario del poder lo está ejerciendo la derecha hoy…

Mira, Margaret Thatcher decía que el adversario del socialismo no es el capitalismo. Es la realidad. Cada cierto tiempo, la izquierda, particularmente la latinoamericana, esa izquierda utópica que conocemos tan bien, logra articular, darle viabilidad a su proyecto. Pero cuando eso ocurre, inevitablemente choca con la realidad.

¿Y cuál es la realidad?

Que ese proyecto de izquierda chocó con una inmensa mayoría de gente de clase media a la que le gusta el mercado, el consumo, la tarjeta de crédito. A esos sectores les gusta diferenciarse por los bienes posicionales que confieren estatus, y cuando ven que esos elementos están en riesgo, aparece el choque con la muralla que la izquierda no vio.

¿Se puede etiquetar de derecha o izquierda a un electorado bastante apolítico?

Bueno, es cosa de ver lo que pasó con el 62% que votó Rechazo. El proyecto de nueva Constitución era paradigmático de esa utopía de la izquierda. Lo que pasa es que cada vez que chocan con la realidad, necesitan dar una explicación. ¿Y cuál es la explicación más simple? Decir que la gente no comprende, que son las fake news, que es el poder de grupos ocultos. En el fondo, a la izquierda le surge la teoría de la conspiración con mucha facilidad.

Hay intelectuales de izquierda que advierten sobre una regresión conservadora. ¿Podría darse algo así?

Perdón, pero la regresión conservadora no fue más que el choque contra la muralla de ese 62% del país. Aquí está el fondo de la verdadera falla geológica que hay entre esta izquierda y la democracia: que cuando les pasa esto, la izquierda necesita justificarse sobre la base de que las instituciones democráticas están capturadas. ¿Por quién? Por esos poderosos.

Electoralismo

Aquí hubo una promesa, especialmente de la UDI: que la Constitución del 80 estaba muerta. ¿Cómo se sigue ahora?

Hay que avanzar hacia una nueva Constitución. Es un compromiso. La pregunta es: ¿Lo hacemos a través de las instituciones democráticas que abandonamos el 15 de noviembre del 2019 porque teníamos una pistola en la sien? Porque esa es la verdad de lo que pasó. Pero hoy día no hay un uso de la fuerza que haga esa excepción.

O sea, ¿no hay violencia en las calles que amerite negociar?

Digo que hoy no hay una pistola arriba de la mesa. Por lo tanto, no hay razón para negociar fuera del orden democrático institucional. Y cuando a mí me dicen que la Constitución tiene que ser hecha por un órgano 100% elegido, yo digo que el Congreso tiene el poder constituyente y fue recién elegido.

¿No hay un tema de legitimidad que es importante considerar?

¿Y el Congreso que acabamos de elegir no tiene legitimidad? Esto abre una discusión de principios que está antes que cualquier acuerdo constitucional. Para mí al menos, nunca se deben abandonar las instituciones del Estado democrático de derecho. Es lo que garantiza y resguarda del uso arbitrario del poder. Y esa es la única garantía de la libertad individual.

¿No hay un mandato: que la mayoría ciudadana dijo que quería nueva Constitución con un órgano ciento por ciento electo? ¿Cómo se desata ese nudo?

A ver. Esto no se trata de si uno se apropia o no de ese resultado. El punto es si, como consecuencia de ese 62%, el sistema político no debiera verse compelido a volver al sistema institucional como mecanismo de solución de nuestros desacuerdos. Ese es el punto.

¿Y no es un punto a considerar el rol de la ciudadanía en este proceso?

Ese 62% refleja que la ciudadanía no quiso el texto propuesto por la Convención. O sea, cuando la gente votó de esa manera, en esa magnitud, lo que rechazó fue el proceso constitucional y el texto. Separar ambas cosas es un artilugio insostenible. Por lo tanto, seguir insistiendo en que la búsqueda de una nueva Constitución se tiene que hacer con mecanismos ad hoc y con una lógica extrainstitucional, es inaceptable. Y lo digo como una persona de derecha que considera que la defensa de nuestro sistema institucional es el núcleo de nuestro proyecto.

¿Por qué un órgano 100% electo estaría alejado de esa institucionalidad? ¿Votar no es parte intrínseca de la democracia?

No, eso es electoralismo. Hay que tener mucho cuidado con no confundir la democracia con el electoralismo, cosa que a mí me parece que hace frecuentemente el periodista Daniel Matamala en las páginas de este mismo diario.

Para entender: ¿Por qué no le gusta la idea de una elección?

No es que no me guste una elección. Lo que no me gusta es que vayamos a hacer una institución especial para ese nuevo proceso y nos vamos a saltar las instituciones permanentes. Eso no es democracia. La centroderecha no debiera abandonar su fidelidad al sistema institucional.

¿La legitimidad del proceso no es un buen argumento?

Reitero. La legitimidad democrática está en el Congreso. Entonces, cuando me dicen que si los parlamentarios designan personas para que trabajen en un borrador, eso es un tutelaje, yo digo ¿perdón? La potestad constituyente la tienen los parlamentarios.

A su juicio, ¿cuál ha sido la gran derrota de la izquierda? ¿El 62% del Rechazo o que el Presidente Boric haya tenido que abrir su coalición hacia la centroizquierda?

Sin duda, la gran derrota está en el 62% del Rechazo. El cambio que tuvo que hacer el gobierno fue un efecto de aquello.

¿Ahí se acabó el gobierno de Boric, como ha planteado el cientista político Juan Pablo Luna?

Se acabó la promesa del proyecto político con el que el Presidente Boric llegó al gobierno. Lo defenestró la ciudadanía. Y de ser un gobierno cuyo proyecto era una revolución, aquí tuvo que asumir que mutaba hacia un gobierno de administración.

¿Y eso le abre un nuevo espacio de crecimiento a la derecha? Hasta ahora, no se ve que lo hayan capitalizado.

La derecha chilena tiene hoy día una anomalía muy particular: su electorado está a la derecha de sus dirigentes políticos.

¿Cómo es eso?

Mira qué opinan los chilenos en temas como la reforma previsional. Las encuestas demuestran que cerca del 70% quiere que sus cotizaciones vayan a su cuenta individual y que más del 90% quiere que los fondos sean heredables. Eso es otra manera de decir que prefieren la propiedad individual. ¿Y qué veo yo en los dirigentes políticos de la derecha, en los parlamentarios? Que no están en sintonía con esa gran mayoría de chilenos.

¿Cuál será la razón?

Yo creo que los dirigentes políticos de la derecha están influidos o determinados por el debate del microclima en que los dirigentes políticos de la izquierda o los acomplejan, o los arrinconan, o los atemorizan, no tengo idea.

¿Dice que la izquierda influye en los políticos de derecha?

Lo que veo es que los dirigentes políticos de derecha están más preocupados de la validación de cierta élite intelectual de izquierda que de la conexión con la mayoría de la clase media del país.

¿Eso significa que la derecha tendría que ser más de derecha?

Eso significa que la derecha tiene que ser más fiel a sus principios fundamentales, como lo es la libertad individual. ¿Y qué vemos? Que los dirigentes políticos de derecha están a la izquierda de su electorado.

Entonces, ¿deberían ser una oposición más dura?

Tienen que ser una oposición leal al sistema democrático, a las instituciones, pero sin complejos, sin ataduras.

En ese sentido, ¿les sale más fácil negociar con un gobierno que ahora tiene un tinte más concertacionista?

La palabra negociar no me gusta, pero ciertamente la derecha debiera estar abierta y disponible a convenir con el gobierno en ciertas materias. Pero eso puede darse siempre y cuando el gobierno también esté abierto a respetar la legitimidad democrática de la oposición, cosa que no siempre hacen.

¿No?

El gobierno suele ver en la oposición de derecha la conspiración de poderes fácticos y no la representación democrática de una parte muy importante del país. Entonces, en la medida en que haya ese respeto recíproco y que la derecha no traicione sus principios fundamentales, obviamente que hay mejores condiciones para llegar a acuerdos con un ministro como Mario Marcel o Carolina Tohá que con el ministro Giorgio Jackson o con la ministra Antonia Orellana. Eso me parece evidente.

Sólo para retomar un punto anterior, usted dice que la derecha está desacoplada de la ciudadanía…

Sí, de su electorado natural.

¿José Antonio Kast está mejor alineado?

José Antonio hizo un esfuerzo electoral muy exitoso y sorprendió. Lo interesante es analizar por qué sorprendió. Yo creo que eso tiene que ver con que hay un electorado de derecha que está ávido de gente que lo represente con más convicción. Sin embargo, creo también que Kast tiene un perfil de nicho del que no se va a poder desprender nunca.

¿Y Evelyn Matthei?

Al día de hoy, porque en política tres años son un siglo, las dos opciones que surgen claramente son Evelyn Matthei y Rodolfo Carter. Y yo no despreciaría en términos de potencia electoral a Franco Parisi, y lo digo con mucha preocupación.

¿Parisi podría atraer electorado de la derecha?

Al igual que en la naturaleza, el poder repele el vacío. Ahí donde hay un espacio, siempre hay alguien que lo ocupa.

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