Los vanos
Semana del 15 de diciembre, 2012


En general, hasta los años veinte del siglo pasado los vanos ocupaban menos de la cuarta parte de las fachadas y estaban protegidos por diversos mecanismos que regulaban las relaciones con el exterior. El diseño de las ventanas era toda una ciencia, los sistemas de protecciones y los marcos estaban muy bien ideados.
En la actualidad existe un afán de proyectar grandes espacios vidriados, una verdadera obsesión por la transparencia, que en general viene de otros lugares climáticos, y que acarrea una serie de anomalías ambientales al interior por el exceso de insolación. Mucho de esto se debe a que sus proyectistas desconocen los efectos del sol en los diferentes lugares y horas (Chile tiene ciudades entre los 17° y 51° de latitud sur), y por otra parte, a que la técnica constructiva ha ido evolucionando hacia sistemas más ligeros, rápidos y económicos; pasándose de una arquitectura densa y opaca a una transparente y ligera, sin la debida adecuación con el medioambiente que la rodea.
En las primeras edificaciones el sol, los cambios de temperatura y los problemas acústicos, entre otros, prácticamente no eran problemas. En cambio ahora lo son por esta transparencia desmesurada.
Los vanos pueden ser mucho más grandes, gracias a las recientes posibilidades constructivas ofrecidas por las nuevas técnicas. Este incremento de tamaño no se puede hacer sin mayor estudio de sus consecuencias para el confort interior. No es razonable proyectar grandes superficies vidriadas olvidando los aportes solares o suponiendo que será posible compensarlos con sistemas reguladores climáticos. El problema no está en el tamaño de los vanos, sino más bien en la necesidad de los excesivos aportes solares y de luz.
Bienvenidas sean las grandes superficies vidriadas si su incorporación a la arquitectura se hace en beneficio de la calidad de iluminación interior y del confort térmico, pero nunca complicando la habitabilidad interior.
Una manera de asegurar un cierto éxito es idear o proyectar los vanos desde adentro hacia afuera; es decir, desde cada recinto preguntarse cuál es la cantidad ideal de luz, temperatura, aire y vistas que deben entrar a este espacio interior, más que idearlos basados en el cómo se verán desde la vereda del frente, es decir por una mera composición plástica, siguiendo alguna moda.
Hoy pareciera ser que muchos edificios son unas grandes esculturas con vanos para ser recorridas por el exterior, en donde sus interiores son una especie de rellenos poco amables, que deben soportar un gran, sofisticado e inútil disfraz. Conformando actualmente dos historias separadas, cosa que antes no ocurría.
Mucho de esto se aprecia en los concursos de arquitectura, donde en general se valora lo formal exterior, sin preguntarse o imaginarse lo que podría estar ocurriendo al interior.
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
1.
2.
3.
4.