The Luxury
Restaurantes y bares de lujo. Santiago se ha vuelto una capital vibrante y vanguardista, donde el diseño y la sofisticación están presentes. Medios internacionales así lo mencionan. Calidad, buena cocina, permanente innovación, tecnología, servicio. Aquí los indiscutidos.


Fotos: Jaime Palma y Alejandra González
Si el New York Times nos etiquetó como el destino N° 1 en “Los 41 lugares que hay que visitar el 2011” y nuevamente reincide escribiendo este martes “36 horas en Santiago”
, no cabe duda de que en nuestra capital está pasando algo. Sostienen que a partir de un movimiento creciente del gobierno para crear un Silicon Valley en el Sur, hay una energía que no puede ser suprimida. Textualmente dicen que: “Atrás quedaron los días en que la ciudad fue ridiculizada por su escena de la comida o por ser somnolienta y demasiado seria. Los sitios de artes como el Centro Cultural Gabriela Mistral, GAM, junto con vanguardistas galerías, boutiques y restaurantes, dan fe de una escena urbana que ha florecido”. Somos una ciudad que “abraza la cultura moderna” y que además “se ha vuelto decididamente vibrante”, señalan.
En tanto, la revista Vogue nos cataloga como una “capital moderna y civilizada”, “una ciudad sofisticada y fashionista” y agregan “por suerte, no faltan los buenos restaurantes para probar platos como la centolla o un cebiche de locos, acompañados por un Carménère, la marca registrada de los vinos chilenos (después de que desapareciera de Francia, Chile es el único productor de esta cepa)”.
Recorrimos, probamos, y nos introdujimos en un interesante diálogo con expertos (Héctor Riquelme, Pilar Hurtado, 800.cl, la Guía 100, entre otros). A veces estuvimos de acuerdo, otras en ningún caso, pero lo mejor fue que develamos un lujo, que se saborea bocado a bocado, sensación tras sensación, un lujo en que concordamos es saber vivir bien. Esta fue la lección que coronó este viaje.
El diseño se ha vuelto una absoluta carta de presentación para los restaurantes y bares. Los hoteles de grandes cadenas internacionales, de 5 estrellas, eran quienes tenían la delantera en estos menesteres. El Grand Hyatt Santiago y la puesta en escena actual de la arquitecta e interiorista Paula Gutiérrez o la que tendrá el 2013-2014 con la remodelación en proceso dirigida por el decorador Enrique Concha, es solo un ejemplo de la necesidad de estar en la vanguardia. Una decoración atractiva y sofisticada se ha vuelto una necesidad.
Pero fue la llegada del Hotel W hace 3 años lo que simplemente nos catapultó como una capital donde sí hay diseño y lujo. Sea a la hora que sea, al desayuno, en una reunión de trabajo, al almuerzo o en la noche, en el W se respira ese aire chic y cosmopolita. Pero más allá de eso la experiencia es única. Si se trata de marcas de lujo no están exentos. Copas Riedel, porcelana Raynauld, cubiertos Christofle; o tal vez la piedra del Osaka donde se sirve el pescado blanco crudo y se cuece al gusto del comensal, o en el NoSo, el plato de cobre que utilizan para crear una conexión gastronómica con el país. Y si encontraban que eso es un detalle, también tienen un director global de música que se encarga de seleccionarla según el momento del día y las estaciones del año, o un Green Council que se ocupa de la sustentabilidad. En términos culinarios no se quedan atrás: Osaka y NoSo van a la vanguardia.
A unas pocas cuadras y hace un año, el aristocrático y refinado The Ritz-Carlton Santiago dio un giro, trajo el Arola y renovó su área de restaurantes y bares por completo. La terraza es un deber, con muebles de la marca española Dedon, la comodidad y el confort están asegurados, a eso se le suma una atención con la que simplemente ganan la carrera, y no por una cabeza.
Si de tecnología se trata solo pregunten por el Wine Ipad. En él siempre podrán encontrar las 200 mejores etiquetas, algo que siempre se aseguran de renovar en su cava, catalogados por vinos de copa, cepa, año, botella, con todas las descripciones y fichas técnicas de cada uno. La cabeza del Arola de Santiago está en manos del chef Juan Morales, que en halagos y estrenando su nueva carta, platos chilenos presentados de una manera y con un sabor que de solo mencionarlos hacen agua la boca.
Y la barra de 100° Bar, con cubierta de ónix brasileño, apuesta a sorprender este verano con tragos con una mixología molecular, hechos en base a nitrógeno líquido que transforman el alcohol en sorbete. Se arma una caipiriña en el paladar. El autor de esta coctelería de alto nivel y certificado es Wladimir Guzmán. A esto hay que sumarle que es uno de esos lugares donde se puede disfrutar el apreciado Dom Pérignon.
El Tramonto del hotel Noi en Alonso de Córdova innegablemente se vuelve en un indiscutido. Su terraza, la quinta fachada del hotel, incluye piscina, bar y su mampara vidriada permite disfrutar la vista panorámica. Las luces domotizadas de la piscina son otro plus.
Si seguimos con hoteles, nos vamos a los pies del cerro San Cristóbal, al exclusivo boutique The Aubrey, una mansión con techos de terracota, donde se pueden ver desde lámparas de Tom Dixon hasta sillas Valdés. Es más, fue incluido en la revista Traveller de Condé Nast en su Hot List 2010. Su Piano Lounge es el nuevo pabellón con una exclusiva selección de cocktails.

Vamos ahora a los restaurantes propiamente tales, aquellos que no se encuentran ligados a una marca de hotel. No podemos dejar de mencionar a Boragó y a su galardonado chef Rodolfo Guzmán, quien por primera vez pone a Chile en la prestigiosa lista de los Top 60 of the World de wbpstars donde restaurantes como El Cellar de Can Roca o Arzak se distinguen. Aquí la sofisticación va por renovar la cocina chilena desde lo que considera invaluable: el producto endémico. Sus platos son verdaderas odas a los sentidos, desde las flores de las hierbas que cosecha en su huerta, hasta la cocción de horas y horas para obtener la reducción adecuada.
Pero no solo en la cocina se pueden ver productos endémicos. En la barra de Sukalde, la del chef Matías Palomo, también se puede apreciar lo mismo. Se rescatan productos nacionales y hacen maceraciones con calafate o chañar, por ejemplo y el Calafate sour es un deber.
Volvamos al mantel largo y al centro de la capital. Desde que abrió sus puertas en la esquina de Merced con Miguel de la Barra, el Ópera ha sido un nombre reiterado para los avezados, y por supuesto un lugar que no podemos dejar de mencionar. Su cocina francesa, panes de la casa, 400 etiquetas, su sommelier, el chef, por supuesto, el número de personas por velada -apenas 48- y el servicio. No nos olvidemos de su gallina trufada para dos personas, es decir, pechuga de gallina orgánica aromatizada con trufa blanca y láminas de puré de papas nativas y espinaca salteadas.
Si hablamos del Ópera, no podemos dejar de mencionar a su anterior chef, Mathieu Michel, quien también cuenta con esta delicatessen y es además el estreno del año con su nuevo restaurante en Nueva Costanera llamado Cumarú: 460 m², dos comedores, tres terrazas y un lounge, y las manos de la oficina de arquitectura de Gonzalo Mardones y del creador de esta impecable cocina belga francesa. Nada que decir, solo partir a disfrutar.
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