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El minero que sobrevivió al derrumbe de El Teniente

Rodrigo Piñones dice que no la cuenta dos veces. En el turno del 31 de julio, donde murieron seis trabajadores, estuvo a metros de perder la vida. Su primo, Paulo Marín, no corrió la misma suerte. Este es su relato de ese día y las reflexiones que le quedan después de la tragedia.

Una de las fotos donde todo el grupo de trabajadores de la constructora Gardilcic aparecen juntos, durante una completada semanas atrás del derrumbe. En la foto aparecen Moisés Pavez y Jean Miranda.

Entre chorrillanas y unas cervezas, Rodrigo Piñones (46) y Paulo Marín (48), primos hermanos por parte materna, compartían su día libre el sábado 26 de julio. Fueron a comer con sus familias a un local de Illapel. Ambos vivían en Las Cañas 2, un sector agrícola de esa comuna. Estaba finalizando el descanso de su modalidad de turnos: siete días de descanso y siete días en la mina. Se avecinaba una semana de trabajo en El Teniente, la mina subterránea más grande del mundo, ubicada a una hora de Rancagua, donde trabajaban con más familiares en la constructora Salfa.

Piñones dice que con Marín son amigos desde que eran niños, cuando jugaban en las calles de esa comuna de la Cuarta Región. Lo conocía como a un hermano.

Paulo Marín estaba contento: su nuevo trabajo en El Teniente estaba más lejos del riesgo, y lo dejaba más cerca de su casa en Illapel. Foto: Facebook

También recuerda que en 2007, años antes del turno del 31 de julio, decidió cambiar de rubro. Piñones estaba trabajando en el campo, mientras estudiaba técnico agrícola, cuando uno de sus hermanos, que ya había comenzado a ganarse la vida como minero en la Cuarta Región, lo invitó a una obra. Su primer trabajo fue en Guacolda, en Huasco.

-En comparación a lo que uno ganaba acá, trabajando en el campo, mi sueldo mejoró bastante. Uno antes trabajaba por pegas al día. Y como minero me ofrecieron ganar 500 lucas. En Illapel era imposible ganar esa plata. Era mucho más que el sueldo mínimo en esos años.

Rodrigo Piñones empezó como ayudante de minero. Es decir, colaboraba, por ejemplo, cuando había que traer mangueras que enjuagaran y enfriaran los equipos de perforación mientras extraían cobre. “Ayudaba en todo lo que el maestro de primera necesitaba”, recuerda. Con el tiempo sumó experiencia: trabajó en Los Bronces, La Escondida, Chuquicamata, Los Pelambres y Andina. Ese recorrido lo llevó a convertirse en maestro de primera: el grado más alto al que podía aspirar.

En 2024 entró a trabajar a Salfa Montajes para realizar labores en El Teniente. En tanto, su primo Paulo, que estaba haciendo turnos en Chuquicamata, quedó sin trabajo. Estuvo un mes cesante desde junio, hasta que también lo llamaron de Salfa. Había seis mineros de Illapel trabajando para Salfa en Codelco El Teniente.

El turno siete por siete que hacían los primos comenzaba el lunes a las 8.00. La jornada se extendía por 12 horas. El descanso era en un hotel para mineros de Salfa, en Coya, la localidad más próxima al cerro El Teniente. Al octavo día tomaban un avión a La Serena, para llegar nuevamente a Illapel.

Rodrigo Piñones recuerda el turno del 31 de julio. Comenzó con la rutina de siempre: subiéndose al bus junto a Marín. Piñones cuenta que su primo era una persona más bien seria, pero que se soltaba estando en confianza. Esa mañana bromearon sobre cosas que hablaron el fin de semana.

Dice que Marín estaba contento. Le gustaba que El Teniente quedaba más cerca de su casa que Chuquicamata. También estaba tranquilo, porque su trabajo como perforador era mucho menos pesado que el de “desarrollo”, que es como le llaman a extraer mineral. Había una cosa más: quería llegar ese fin de semana a ver a su nieto y a sus animales.

Esa mañana, luego del papeleo en El Teniente, se equiparon, se pusieron cascos, escucharon al capataz y se dividieron el trabajo. Era una cuadrilla de ocho. Marín también era maestro de primera. Piñones dice que no estaban en un sector donde se extrajera mineral, sino que trabajaban habilitando una zona que estaba en construcción. Su tarea del día ese 31 de julio era perforar los muros de roca para que otro equipo, posteriormente, pudiera instalar cañerías de agua y cables de alta tensión.

Piñones explica que el lugar donde tenían que trabajar era muy cerca del barrio cívico, el área donde están los casinos y oficinas de Codelco.

-Esa es una zona segura. Se supone que ahí no pasa nada. El túnel estaba fortificado con barras, con pernos. También tenía cables de seguridad y una malla de seguridad. Es casi tan seguro como trabajar en una oficina. Porque ahí trabajan los Codelco.

Estaban instalando pernos y perforando rocas junto a otros cuatro compañeros y su primo cuando Piñones sintió una explosión. Eran, según la investigación posterior, las 17.34.

-Después del ruido, yo estaba tapado en piedras. No nos dio tiempo para nada.

Rodrigo Piñones nunca más volvería a ver a Paulo Marín.

La oscuridad

Piñones dice que todo se oscureció después de la explosión.

-Yo no vi más a mis otros compañeros. Empezaron a caer piedras. Yo solo reaccioné y me tapé la cabeza con los brazos.

El casco saltó, dice, mientras sentía que seguían cayendo rocas sobre su cuerpo. Se empezó a desesperar cuando, ya en el piso, sintió cómo el peso de las rocas se apilaba sobre su cuerpo tendido. Las describe como piedras del tamaño de una pelota de fútbol, incluso más grandes. Piñones recuerda que gritaba y pedía auxilio.

Un jefe de turno llegó con un primer equipo. Instalaron un foco y empezaron a mover piedras. Le sacaron una grande que tenía sobre su pierna izquierda que no lo dejaba moverse y, sabría después, le produjo un esguince.

-Sentía dolor y angustia de que me pudieran sacar antes de que cayera todo. Después de que me sacaron, el lugar donde yo estaba quedó completamente tapado.

Piñones seguía sin saber nada de su primo Paulo. A las horas, le comunicaron que había fallecido. Lo habían encontrado bajo la roca.

-Me lo dijeron cuando estaba en la clínica -recuerda Piñones-. Les preguntaba constantemente a los paramédicos que me iban atendiendo si es que tenían noticias. Al final uno me dijo: el Paulo ya no está. Lo habían encontrado muerto.

Los peritajes policiales han ido mostrando la magnitud de la tragedia en El Teniente. Foto: PDI

Posterior al derrumbe, Codelco evacuó a todo el personal que trabajaba en ese nivel y en el resto de Andesita, unas 550 personas. Esa noche, en la minera estatal ya existía certeza de lo que estaba pasando. Existían dos focos de emergencia: el lugar donde trabajaba Piñones junto a su primo, donde operaba la constructora Salfa, y otra galería a 800 metros, que no conecta directamente con ese primer lugar, en el que había otro desprendimiento de roca. En ese sitio, cinco trabajadores de la constructora Gardilcic estaban perdidos detrás de un muro de roca. Los trabajos comenzaron de inmediato, señalan en Codelco. Destinaron a los mejores equipos de rescate con geofísicos y geomecánicos, que incluso participan en emergencias fuera de la mina, convocados por Bomberos de O’Higgins. En este caso, lo primero que se hizo fue destinar camiones autónomos teledirigidos, ya que en el lugar aún existía actividad sísmica.

El jefe de la Brigada de Homicidios de la PDI de Rancagua, el subprefecto Juan Reyes, dice que el fiscal de Flagrancia que se constituyó en el lugar alertó, a las 21.40, que había que recabar antecedentes sobre la muerte de Marín, además de comenzar a monitorear el rescate de los extraviados. Llegaron a la medianoche con un perito criminalístico y con rescatistas del Equipo de Trabajos Verticales de Alto Riesgo (ETVAR). Cuatro horas después, luego de cumplir con los protocolos de ingreso, pudieron bajar a El Teniente. Reyes describe la ruta al sitio del accidente de Gardilcic como un trayecto en auto de 15 minutos, que forma una especie de espiral descendente hacia el séptimo piso bajo la superficie. Recién a las 11.00, cuando se redujo la actividad sísmica en el lugar, tanto Reyes como el fiscal Claudio Meneses pudieron llegar a la muralla de roca en el nivel Teniente Siete, 900 metros bajo tierra. Al mismo tiempo, Codelco hizo un llamado a expertos en emergencias de rescate previas, como a aquellos que participaron en el rescate de la mina San José en 2010. Así, Máximo Pacheco, presidente ejecutivo de la compañía, contactó personalmente a Laurence Golborne, exministro de Minería de Sebastián Piñera. También fueron contactados André Sougarret y Octavio Araneda, expresidentes ejecutivos de Codelco. Hubo una reunión por Zoom con los equipos técnicos de la minera, dice un participante. Allí, relata, todos sabían lo que tenían que hacer. La gran preocupación era que los esfuerzos de rescate podían dañar alguno de los cuerpos de los fallecidos.

Para ese entonces, detalla el mismo miembro del equipo, si bien se concurría a la emergencia como si hubiera vida detrás de la roca, existían señales para pensar lo peor. Si bien la estatal tenía la localización de los cinco mineros perdidos, que trabajaban para la contratista Gardilcic, ya que operaban con un rastreador que limitaba su ubicación a un sector muy acotado, otros factores apuntaban a que no había mucha esperanza. La primera señal es que el desprendimiento fue muy violento y había una cantidad de roca muy grande que tapaba todo el lugar, hasta el techo. Lo segundo es que si bien la señal de celulares es débil o inexistente en los túneles, las radios sí funcionaban, pero no había respuesta del otro lado. El último factor es que en la prensa trascendió que existían refugios que hacían pensar en una situación parecida a la de 2010. Pero este miembro del equipo de emergencias dice que esa tesis no hacía sentido.

-Sí, en El Teniente hay refugios. Pero eso funciona cuando estás a una distancia del accidente, pero no bajo el lugar mismo del desprendimiento. Lo otro es que, si bien hay refugios, tampoco es que haya refugios cada cien metros. Eso no existe.

Foto: PDI

Piñones, en tanto, admite que era lógico esperar lo peor.

-Pensé que estaban todos muertos. Que era imposible que los encontraran con vida, por la cantidad de roca que cayó. Se hablaba de un refugio, pero ¿cómo alguien va a arrancar al área del refugio? A alguien que lo agarró la onda expansiva, quizás. Pero no a alguien que estaba en el mismo lugar de la explosión.

Las pericias

El subprefecto Reyes comenta que, a medida que se extraía material del lugar donde estaban los cinco extraviados, cada cierta cantidad de minutos miembros de la PDI iban fotografiando el lugar de la excavación, para entender la dinámica del accidente. Todo fue monitoreado por un equipo a unos cinco metros de la zona de extracción: aproximadamente cinco rescatistas de Codelco, liderados por Rodrigo Andrades, y cinco PDI. Era un lugar, dice Reyes, helado y húmedo. Cuando alzaba la vista, se podía ver el agujero que dejó el derrumbe.

Reyes comenta que a las 14.00 del sábado encontraron el primer cuerpo. Cuando lo hallaron, un perito de huellas dactilares analizó el cuerpo del fallecido para verificar su identidad. Era Gonzalo Núñez. Así pasó con todos. El día sábado, a las siete de la tarde, encontraron a Álex Araya y a Carlos Arancibia. Esa madrugada también encontraron a Jean Miranda.

Miembros que participaron en el rescate evitan hablar de la forma y condiciones en que encontraron los cuerpos, por respeto a las familias y a la investigación en curso.

El domingo 3 de agosto, a las 5.00, sucedió un contratiempo, comenta Reyes.

-Hubo un desprendimiento de material que nos hizo retroceder a cero. Por eso el quinto cuerpo pudo ser rescatado recién a las 15.00 del domingo, porque hubo que trabajar 10 horas para recuperar el tramo perdido.

Reyes quiere recalcar algo: el trabajo en total duró más de 30 horas, desde que llegaron a la mina hasta que recuperaron el cuerpo del último minero, el domingo a las 15.00. El cuerpo fue identificado por la PDI: era Moisés Pavez.

-Decidimos seguir con fuerza, porque sabíamos que había una familia esperando noticias de ese trabajador.

El subprefecto Reyes señala que aún hay varias cosas que son materia de investigación, llevada adelante por un equipo absolutamente dedicado de la PDI, formado por 10 personas. Por ejemplo, la cantidad de testigos del accidente del sitio Gardilcic. Ya declararon los 10 trabajadores que resultaron heridos y los jefes que tenían cargos directos en las zonas donde fallecieron los trabajadores.

-No descarto que en algún momento declare tanto el presidente ejecutivo de Codelco como el presidente de la división, Andrés Music.

En esa línea, Reyes adelanta que el proceso investigativo tendrá un enfoque de compliance, para ver si se cumplieron las buenas prácticas corporativas reguladas por la Ley de Delitos Económicos. Lo otro que afirma Reyes es que es “muy adelantado” hablar de sospechosos. Nadie ha declarado como imputado tampoco.

El subprefecto Osvaldo Morano, un ingeniero en geomensura, es parte de la Brigada Investigadora de Delitos contra el Medio Ambiente (Bidema) y también participa de la investigación. Dice que ambas zonas de accidentes son muy similares entre sí. Pero lo que le llama la atención es otra cosa.

-Es inusual que ocurran colapsos en lugares donde hay trabajadores, porque son zonas fortificadas, con altas medidas de seguridad. También llama mucho la atención la cantidad de roca que se desprendió. Es como si la roca hubiese estado bajo demasiada presión.

Foto: PDI

Según la primera información sobre el accidente, este sucedió posterior a un sismo de magnitud 4,2 grados en la escala Richter, registrado a 300 metros de profundidad de la mina.

-Yo no sentí nada -dice Piñones-. En los años que llevo de mina, nunca se sienten.

Reyes dice que tienen que “establecer si fue o no a consecuencia de ese sismo. Pero puede haber otros factores. Es materia de investigación”.

Estos días Rodrigo Piñones se recupera en compañía de su hermana en Illapel. De la posta de El Teniente pasó a una clínica en Rancagua. El minero sigue pensando en ese día. En que, a pesar de que con su primo siguieron todas las medidas de seguridad, pudo ser él quien perdiera la vida en la mina.

-Si estaba al lado de él, a un par de metros. Pude haber sido yo o cualquiera de mis compañeros. El otro día, cuando miraban esas piedras inmensas, me decían que no sabían cómo me salvé.

Al funeral de Paulo Marín asistió toda la cuadrilla que trabajaba con él en El Teniente. Se realizó en la medialuna de rodeo de Las Cañas. Asistieron unas 400 personas. Piñones, tal como esos últimos minutos en la mina, se sentó solo a un par de metros de su primo. Durante todo el acto, a Piñones se le acercaron personas a saludarlo. También le preguntaron varias veces cómo pudo estar tan cerca de la muerte. Todavía le cuesta responder. Solo dice que quizás no era su momento.

-Estoy pensando en si dejo la minería o no -cuenta ahora-. Es que esta no la cuento dos veces.

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