Gritos de negación desde el interior de Ventanas: “Lo del ‘Chernóbil chileno’ es un invento”

Así se ve, desde Quintero, la chimenea de la fundición Ventanas. Foto: Dedvi Misene.

Contraviniendo la evidencia científica, dos operarios de dilatada trayectoria en la fundición de Codelco y una exprofesora del emblemático sector de La Greda ponen en entredicho que la contaminación de los gases y metales pesados en la zona realmente afecte a personas. “He vivido toda mi vida aquí y nunca he sufrido una intoxicación”, dice ella. “Si la contaminación fuese tal, ya estaríamos con cáncer”, dicen ellos.


“Mire, yo he vivido toda mi vida en La Greda, mi familia también, y si fuese tanta la contaminación que dicen que hay, ya hubiésemos sufrido algún tipo de intoxicación ¿no cree?”. Milta Bernal (75), una reconocida profesora normalista de Puchuncaví, cuestiona lo que muchos de sus vecinos vienen denunciando desde hace más de dos décadas. Vive en la calle Los Alerces, en el sector La Greda, a 200 metros de la antigua escuela, que en 2011 fue escenario de la intoxicación masiva de 33 niños y 9 adultos.

“Recuerdo muy bien ese episodio porque yo era la presidenta del centro de apoderados de la escuela en ese momento”, rememora. Asegura que fue ella quien debió canalizar el pánico colectivo en toda la comunidad, y con quien debieron conversar autoridades regionales y nacionales para buscar una solución. “Al final, el doctor (Jaime) Mañanalich, que era el ministro de Salud de la época, fue quien decidió el cierre de la escuela, para trasladarlo dos kilómetros más arriba. Y ahí uno se pregunta: ¿acaso no llega la misma contaminación arriba?”, reclama.

Milta Bernal (75), histórica vecina del sector La Greda, en Puchuncaví. Foto: Dedvi Misene

Ahora, la hija del exalcalde de la comuna, Héctor Godofredo Bernal, se queja por el completo abandono en que se encuentra el antiguo recinto de educación básica, que tras el episodio fue detectado con una alta presencia de arsénico y plomo. “Esta escuela tenía más de 100 años de historia y nunca había tenido este problema. La comunidad se reunía aquí, la gente hacía talleres, pero ahora no hay nada”, contrasta.

Efectivamente, pese a los diversos proyectos planteados –que iban desde hacer un museo contra la contaminación a una estación de monitoreo del aire- la antigua escuela de La Greda está hoy en ruinas. Luce rayados en sus murallas, sus techos se derrumbaron con el peso de las hojas acumuladas por años y, según denuncian los vecinos, en las noches sirve de guarida para alcohólicos y drogadictos. Por eso, Milna siente pena de lo que le ocurrió a su comunidad.

“Es muy raro que justo durante los últimos años, cuando la planta de Codelco ha mejorado tanto sus estándares, haya casos de intoxicación y que justo afecten a las personas que llegaron de afuera a vivir acá. No digo que la contaminación no exista, porque antes de los 90 aquí había que encerrarse y guardar la ropa a las cuatro de la tarde por los humos que salían de la fundición, pero hace rato que eso dejó de ser así”, testifica.

Así luce hoy la antigua escuela de La Greda, clausurada en 2011 tras un episodio de intoxicación masiva. Foto: Dedvi Misene

En cambio, para ella existe una suerte de aprovechamiento por las indemnizaciones que la cuprífera nacional debió entregar a decenas de denunciantes. “A mí me tocó recibir a todos los abogados que quisieron hacerse parte de la demanda contra el Estado y Codelco. Se peleaban por tomar el caso porque sabían que había mucha plata en juego”, recuerda.

“Un invento de los ambientalistas”

Similar es la opinión de Mario Roldán (54) e Isaías Sepúlveda (60), dos operarios de la fundición Ventanas, con años de servicio para Codelco. “Yo trabajo en la planta hace más de 20 años y nunca he sufrido una intoxicación, ni siquiera un malestar. Antes, incluso se trabajaba así nomás, sin ningún tipo de protección, con polera y pantalón corto, pero sin mascarilla ni nada y a nadie le pasó nada”, asegura Roldán.

“Siento que se ha estigmatizado mucho a Ventanas, cuando se ha demostrado que son otras empresas las que más contaminan. Llevamos dos semanas paralizados y han seguido ocurriendo los casos de contaminación, entonces no pueden decir que somos nosotros los responsables, porque está claro que no es así”, dice Sepúlveda, encargado de operar en la renovada nave de electrolitos que procesa las emisiones de Ventanas.

Ambos reconocen que durante años la empresa sí realizó emisiones contaminantes, pero que las diversas reformas mejoraron este proceso, llegando ahora a atrapar el 95,6% de los gases tóxicos. “Por eso, creo que esto de que somos el Chernóbil chileno es un invento de los medioambientalistas, porque aquí la gente no muere de cáncer como se ha dicho”, se queja Roldán.

De izquierda a derecha: Isaías Sepúlveda (60) y Mario Roldán (54), trabajadores operarios de la fundición Ventanas, de Codelco. Foto: Dedvi Misene

En cuanto a los procesos de prevención, ambos concuerdan en que la empresa está constantemente midiendo a través de exámenes de orina los niveles de metales pesados que cada trabajador posee en el cuerpo. “Y cuando detectan a alguien con los niveles superiores, lo envían a una zona especial donde se los elimina y ahí recién puede comenzar a trabajar”, asegura Sepúlveda.

¿Sienten miedo de trabajar en Ventanas o que su familia esté expuesta a los agentes contaminantes? Ambos aseguran que no: “Es que si esto fuera así de grave como se ha planteado, ya estaríamos todos contaminados y eso no es así”.

Arsénico en las venas

Pero sí hay estudios que han demostrado el nivel de contaminación de esta zona de sacrificio. El último, publicado en febrero de este año, tiene un título tan sugerente como escalofriante: La concentración de arsénico en la capa superior del suelo de Chile central está asociada con la metilación aberrante del gen P53 en células sanguíneas humanas: un estudio transversal.

La investigación fue realizada por un grupo interdisciplinario de ocho científicos de las universidades de Valparaíso, de Chile, Andrés Bello, La Frontera, además de clínicas y centros de estudio nacionales, que estudió la sangre de adultos de la zona que rodea el cordón industrial de Quintero-Puchuncaví durante cinco años, concluyendo que esta población posee concentraciones de metales pesados (arsénico, cobre, plomo y zinc, entre otros) que superan ampliamente los estándares internacionales.

“Los resultados de este estudio sugieren que la contaminación ambiental en los municipios de Quintero y Puchuncaví, en Chile, ha inducido cambios epigenéticos en el genoma de sus habitantes. De acuerdo con estos resultados, el gen p53 (supresor de tumores) y su metilación (cantidad de grupos metilo en el ADN) aberrante están asociados con la duración de la residencia en un área con mayor concentración de metales pesados en el suelo”, finaliza el estudio.

El concejal ambientalista de Puchuncaví Ricardo Quero, frente a la termoeléctrica Ventanas 2, de Aes Gener. Foto: Dedvi Misene

Ricardo Quero, concejal ambientalista de Puchuncaví, es quien expone este estudio para advertir de la situación de su comuna. “Hay visiones encontradas, pero la evidencia científica ha demostrado que se ha contaminado durante décadas la zona. Actualmente, no se sabe si es o no Ventanas la que más contamina, pero se comprobó que ellos emiten más del 60 por ciento del total de las emisiones de dióxido de azufre en la región”, argumenta el edil.

Por eso, explica que el cierre de la planta de fundición de Codelco debe entenderse bajo un contexto histórico. “Durante años Ventanas ha contaminado la zona. Es cierto que hay otras 17 industrias en la zona, pero ellos, al ser la más antigua, ha acumulado la mayor cantidad de agentes tóxicos, y eso es algo de lo que deben hacerse cargo”, expone Quero.

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