Los informes desclasificados de Estados Unidos sobre Carlos Cardoen

Carlos-Cardoen--y-Pinochet

Durante los años 80, el empresario chileno -cuya extradición solicitó esta semana el gobierno de EE.UU.- vendía bombas de racimo a Saddam Hussein con la venia de Washington. Irak estaba entonces en guerra con Irán. Pero todo cambió tras el fin del conflicto. Hussein pasó al bando enemigo de EE.UU. y la relación de Cardoen con ese país se tensionó. Desde 1993 el empresario está en la lista roja de Interpol. Los informes elaborados en los 90 por la embajada de EE.UU. en Santiago, dan cuenta del interés e inquietud que despertaba el empresario en la Casa Blanca.


Los fallidos contactos antes del ataque a Irak en 1991

"El embajador ha tratado de contactar al fabricante de armas chileno Carlos Cardoen para obtener información sobre las capacidades iraquíes o armas específicas y sistemas que Cardoen pudo haber suministrado a las Fuerzas Armadas iraquíes. Pero Cardoen literalmente desapareció", señala un cable enviado desde la embajada de Estados Unidos en Santiago al Departamento de Estado, en enero de 1991, días antes del inicio de la Operación Tormenta del Desierto contra Irak. El texto agrega que la oficina de Cardoen le informó a la embajada que el empresario estaba de vacaciones en el sur de Chile y que "la única comunicación con su retiro vacacional es por radio".

El interés del entonces embajador de Estados Unidos en Chile, Charles Gillespie, era urgente. El representante diplomático tenía instrucciones de contactarse con Cardoen antes de que las fuerzas aliadas iniciaran su ataque contra Irak, para forzarlo así a retirarse de Kuwait. En agosto de 1990, el régimen de Saddam Hussein había invadido sorpresivamente ese país del Golfo Pérsico desatando la condena internacional. El Pentágono quería disponer de la mayor cantidad de información para evitar sorpresas en la acción militar, que había sido aprobada por un mandato de Naciones Unidas, en noviembre de 1990.

Hablar con el empresario chileno, sin embargo, no fue fácil. La secretaria de Cardoen le aseguró entonces a Gillespie -según consta en el documento caratulado de secreto y que fue desclasificado en septiembre de 2013- que Cardoen sabía que el embajador quería hablar con él y que "probablemente se pondría en contacto la próxima vez que estuviera en Santiago". Hablar con el empresario antes del inicio de los ataques, que comenzaron el 16 de enero, fue imposible para Gillespie. No sería hasta el 21 de ese mes que Cardoen finalmente se reunió con el diplomático y para lograrlo, según consta en otro cable desclasificado en 2013, tuvo incluso que intervenir La Moneda.

"Después de un empujón del ministro del Interior Enrique Krauss -tras la insistencia del embajador-, Carlos Cardoen se reunió con el embajador el 21 de enero", según consta en el informe enviado por la embajada de EE.UU. en Santiago a Washington. En esa reunión, el diplomático estadounidense le preguntó al empresario chileno si él o su equipo tenían información que pudiera ser de valor para las fuerzas aliadas en Irak, pero Cardoen lo descartó. El empresario le aseguró a Gillespie que en el pasado siempre le entregó a las autoridades estadounidenses toda la información que disponía sobre tipos y cantidades de armas iraquíes. Para esa época, según el empresario chileno, él ya había concluido todos sus negocios de armas con Irak.

En el diálogo que mantuvo ese 21 de enero de 1991 con el embajador Gillespie, Cardoen insistió que desde el primer minuto condenó la agresión de Irak contra Kuwait. Más adelante, sin embargo, el empresario dejó claro "que si bien él estaba preparado para cooperar con EE.UU., le gustaría también ver una actitud recíproca", en referencia al reciente allanamiento de su empresa Swissco en Miami. Según él, está preparado a entregar "información sobre Irak, si el gobierno de EE.UU. conduce su investigación contra Swissco de manera responsable y sin acosar a la firma". La justicia investigaba entonces el supuesto uso de Swissco para lavado de dinero.

Embajada alerta sobre campaña impulsada por Cardoen

"Al mostrarse como un exitoso hombre de negocios del tercer mundo acosado por Estados Unidos, Cardoen está buscando explotar un sentimiento antinorteamericano que subyace en el sistema político chileno. Y como las Fuerzas Armadas chilenas también producen y venden armas, Cardoen puede estar intentando sumarlas a su lado". El comentario cierra un cable enviado por David Greenlee, segundo de la embajada de Estados Unidos en Chile, en mayo de 1991. Se trata de la primera advertencia que envió la misión estadounidense en Santiago, sobre lo que califica de una "ofensiva lanzada por Carlos Cardoen contra de Estados Unidos" tras las medidas judiciales que amenazan sus intereses en suelo norteamericano.

En enero de ese mismo año, las oficinas de Swissco, empresa ligada a Cardoen en Miami, habían sido allanadas en busca de evidencias sobre un eventual lavado de dinero y violación de las normas de exportación. Posteriormente, las autoridades confiscaron propiedades del empresario chileno, incluido el prototipo del helicóptero que buscaba producir en serie. Un proceso que derivó a que en 1993 el gobierno de EE.UU. presentara cargos contra Cardoen por lavado de dinero y exportación ilegal de circonio para la fabricación de bombas de racimo, causa por la que fue incluido ese año en la lista roja de Interpol.

En medio de ese clima, un cable de julio de 1991 da cuenta de un llamado del propio empresario al embajador Gillespie quejándose directamente de lo que considera una persecución en Estados Unidos. "Cardoen asegura que es objeto de 'una caza de brujas' desde el inicio de la crisis iraquí", señala el informe. En él se agrega que el empresario insistió durante el diálogo que él "no ha hecho nada malo y confía que será exonerado de todos los cargos". En el encuentro Cardoen desvirtúa, además, una versión entregada por la cadena estadounidense ABC, según la cual en los 80 se reunió con el subdirector de la CIA Robert Gates. "No conozco a Gates", le habría dicho Cardoen a Gillespie, tras insistir que EE.UU. siempre supo de sus acciones en Irak.

En esa ocasión el empresario le entregó una carta al embajador para que fuera enviada a Washington, en la que expresó su molestia por lo que estaba sucediendo. Cardoen calificó las acciones del gobierno de EE.UU. en su contra como "una persecución que intenta desviar las potenciales responsabilidades que tienen otros en el fortalecimiento militar de Irak y busca limitar la creación y el desarrollo de una industria de defensa en un país del tercer mundo como Chile". El empresario expresó luego su protesta, por lo que calificó como una "persecución" y aseguró que "se reserva el derecho a tomar todas las acciones legales para defender mi integridad, la naturaleza abierta de mis actividades y mi honor". Según el documento, el embajador Gillespie prometió enviar la carta a Washington.

Los procesos contra Cardoen, sin embargo, siguieron abiertos hasta la presentación de cargos formales en 1993. Un cable de febrero de ese año volvió a advertir sobre la campaña impulsada por el empresario. El documento, titulado "Cardoen lanza campaña de solidaridad", asegura que éste ofreció una serie de entrevistas que "parecen ser parte de un muy bien organizado esfuerzo de relaciones públicas para ganar la simpatía de la gente". Además el cable agrega que Cardoen también reforzó sus gestiones privadas en el gobierno de Patricio Aylwin para que intercediera a su favor. Según la embajada de EE.UU., La Moneda apoya a Cardoen en privado, pero no públicamente debido a la "permanente extorsión" de Washington con "las ofertas e ilusiones sobre un acuerdo de libre comercio".

"Conviene observarlo de cerca"

El encuentro mantenido en enero de 1991 entre el embajador de Estados Unidos en Chile, Charles Gillespie, y Carlos Cardoen, no fue la primera conversación entre ambos desde que el 2 de agosto de 1990 Irak invadió Kuwait, en la antesala de la Guerra del Golfo. Según consta en otro documento desclasificado de la embajada de EE.UU., fechado en agosto de 1990, tres días después de la invasión, el propio empresario chileno llamó al embajador para expresarle su inquietud por lo sucedido, aclarándole que "su relación de suministro de armas al régimen de Saddam Hussein había acabado con la excepción de una limitada participación en la producción de fuselaje de bombas".

Durante la conversación, Cardoen precisó, eso sí, que aún tenía a cerca de 100 personas trabajando en un campo en las afueras de Bagdad, aunque "en proyectos civiles, principalmente tuberías y accesorios para baños". Durante ese mismo diálogo, abordó lo que sería uno de sus proyectos más polémicos, la adaptación de un helicóptero estadounidense, que años más tarde fue confiscado por EE.UU. Washington estaba preocupado que el empresario chileno le terminara vendiendo el aparato a Irak. Por ello, durante el diálogo, el embajador le "dejó claro que continuar con su asistencia militar a Irak no sería bien visto en Washington". Y agregó que la contratación del general (r) Richard Secord de la Fuerza Aérea como su "asesor técnico" en el proyecto "no lo ayudaría en nada con el gobierno de EE.UU.".

En el cierre del informe, firmado por Gillespie, el embajador asegura que el empresario "es tan astuto como son en Chile y está intentando por todos los medios lograr quedar bien con nosotros".

"Está genuinamente interesado en limpiarse del tema de Irak, que le ha permitido hacerse de un montón de dinero. Sin embargo, ahora es un genio de las relaciones públicas". "En todo caso sigue siendo un actor importante y conviene observarlo de cerca", concluye el embajador.

El interés por invertir en Cuba

Entre los 95 documentos desclasificados por el gobierno de EE.UU. sobre Carlos Cardoen, hay varios que hacen referencia a los deseos del empresario de realizar negocios con Cuba a principios de la década de los 90 y el eventual impacto que ello pudiera tener en EE.UU.

Según un cable fechado en agosto de 1990 y titulado "Empresario chileno sobre posible comercio con Cuba", Cardoen le pidió informalmente al embajador Charles Gillespie, el 6 de agosto de 1990 -es decir un día después del diálogo mantenido sobre la invasión iraquí a Kuwait- "cómo vería EE.UU. una ofensiva comercial con Cuba que estaba considerando". El empresario, según el informe, le aclaró al diplomático, que sería un negocio de naturaleza "no-militar" y que no quería "ofender al tío Sam" ni "pisar callos".

El interés de Cardoen estaba en el ámbito de los productos alimenticios y del turismo, según el mismo le aclaró a Gillespie. El representante de Washington le señaló que si bien hay una diferencia entre la acción de los privados y la de los gobiernos, "las percepciones políticas son menos precisas y EE.UU. no promueve iniciativas que faciliten que el régimen de Castro siga en el poder".

Gillespie le insistió a Cardoen que ese negocio sería visto como "poco útil" para los intereses regionales e inevitablemente se sumaría a otros asuntos, afectando las relaciones entre Chile y EE.UU.". Si bien la última parte del informe firmado por Gillespie está tachado, sí señala que Cardoen no dio ninguna señal sobre cómo procedería frente a Cuba.

El empresario posteriormente haría inversiones agroindustriales en la isla y sería un fuerte crítico de la ley Helms Burton que endureció el embargo. Un cable de la embajada de EE.UU. de marzo de 1992 destaca que "Cardoen es responsable de virtualmente todo el comercio entre Chile y Cuba", concretado tras el restablecimiento de las relaciones entre ambos países.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.