Begoña Ortúzar y Cristián Heyne, miembros de Tormenta: "Hay músicos chilenos que no conocen a Los Prisioneros, lo que me parece aberrante"

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Los artistas hablan del dúo que ayer estrenó su EP debut, integrado por la artista visual y por el productor más reputado de la música local actual. El mismo que ahora declara un giro en su carrera.




En su oficio, Cristián Heyne es un ejemplar irrepetible. Aunque titulado como periodista, ha dedicado el último cuarto de siglo a su faena de músico, compositor, y sobre todo, cotizado productor discográfico, además de acumular una fama de personaje ermitaño y esquivo al mundo exterior. Pero el 27 de febrero de 2010, a las 3.34 de la mañana, Heyne fue un ser aún más único en su especie: mientras el país se sacudía, el profesional estaba trabajando en su estudio de Ñuñoa, el que también funciona como un sombrío refugio subterráneo.

"En ese momento estaba metido en diez proyectos. Era una mala época. O quizás buena, no sé. O sea, en pleno terremoto yo estaba en el estudio. Me cuesta decir que no a lo que me ofrecen, porque muchas veces son cosas entretenidas. Pero hace más de un año, empecé a tener más espacio y a decir que no, necesitaba tiempo para mis proyectos. Siempre he tenido harta pega, pero ahora he querido por Dios parar un poquito".

En esos días de principios de década, y tras colaborar con nombres como Supernova o Luis Jara, Heyne enfrentaba uno de los períodos más fértiles de su carrera, al encargarse de la producción de gran parte de los álbumes que definirían el pop local de los años siguientes: Audiovisión, de Gepe; Mena, de Javiera Mena; Música, gramática, gimnasia, de Dënver; o Panal, de Camila Moreno. En lo concreto, detenerse era imposible. Por eso, el paréntesis se abrió mucho tiempo después, en 2016, cuando decidió contar un año sin producir casi ningún título ajeno.

Y la mayor consecuencia de ese paso al costado se llama Tormenta, el dúo que formó junto a la destacada artista visual Begoña Ortúzar y que ayer estrenó su primer EP, ya disponible en las plataformas digitales. Una iniciativa donde distribuyen roles en letras y arreglos, secundado por una serie de singulares videos y donde el productor retrata todo su lenguaje creativo (los decorados sintéticos, las guitarras, las voces femeninas). Por lo demás, es su retorno al frente de un conjunto, tras las experiencias de Christianes y los aún vigentes Shogún. Aunque también es algo más que todo eso: un giro personal en donde precisamente ha comenzado a ceder ese sino de hombre hermético.

"No sé, me pasó hace un año. Paré de producir para dedicarme a Tormenta. Dejé varios proyectos sin seguir, algunos se lo tomaron mejor que otros, pero para mí era una necesidad tomarme mi espacio. Y en ese espacio me he dado cuenta que ahora no tengo ningún problema en que la gente conozca esta música y también lo que he hecho antes. Este proyecto debería fluir por partes donde nos parezca entretenido que fluyan, porque también es fome que las cosas fluyan igual que siempre. Esto no es un río tampoco, es arte y tiene que ir también por donde está seco. Además, me pasó que hace un tiempo salí de mi estudio por la invitación de Miranda & Tobar para participar de la Expo Milán, y anduve fuera de él por primera vez en mucho tiempo. Ahí fue como 'guau, ¡hay vida fuera del estudio!'. Fue algo personal, porque también volví a ir a la playa y a hacer otras cosas", dice el músico, sentado en un café de Providencia, en pleno mundo exterior.

De hecho, a momentos vuelve a observar su pasado para marcar distancia: "Me acuerdo de haber pasado siete años, de 1998 a 2005, en que sólo escuchaba Shogún. Me encerraba sólo a oír eso".

En este último año, ¿se aburrió de trabajar con artistas tan distintos, cada uno con su personalidad?

No, sólo necesité parar. No me di cuenta de eso cuando trabajaba con ellos, fue sólo darme cuenta que también quería desarrollar mis cosas. Yo ya estoy feliz con eso, con que este proyecto exista. No necesito que tenga muchas visitas en YouTube, que tenga súperventas, que vayamos a festivales.

En ese sentido, Ortúzar -ex voz de Los Terrys junto a Diego Adrián, de Adrianigual, y el cerebro tras todos los videos de Tormenta- representaba la cara opuesta: no sabía quién era Heyne.

"La verdad, no lo ubicaba. Me gustaban algunas cosas cuando era chica en el colegio, me encerraba en el baño con una amiga y cantábamos Supernova, pero no tenía idea ni que existían los productores".

A través de unos conocidos, y luego de unos videos de su catálogo que le envío a Heyne, ambos comenzaron a intercambiar ideas y a cimentar el puñado de composiciones que dio cuerpo a Tormenta. "Me pareció que entendía perfectamente las cosas que yo hacía. Congeniamos muy bien. Rescato su experiencia, que es lo que se cuela a cada momento en el trabajo. Nos tomamos mucho tiempo para poder sentirnos cómodos y creo que lo hemos ido logrando".

En su caso Cristián, ¿prefiere siempre trabajar con voces femeninas? Alguno de sus proyectos más visibles son mujeres: Christianes, Javiera Mena, Marineros.

Estoy familiarizado. He trabajado con muchas. Me es grato, me gusta. Creo que tienen menos problemas en ser sensibles y en demostrar su sensibilidad. Con las mujeres es más fácil llegar a que ellas tengan una relación con el arte menos prejuiciada con la idea del machismo del hombre.

¿Hay ahora una tensión con las expectativas que genera un proyecto asociado a Heyne? Es casi como una marca.

Depende del nicho. El otro día una persona de un sello me decía que mucha gente de 50 años me sigue viendo como el huevón de Shogún: problemático, pesado, altanero. Para otra gente más alternativa yo soy Emilio Estefan. Y todo dentro de un radio de siete kilómetros de Santiago. Entonces, no pesco lo que la gente puede esperar de mí. Sólo me tiene que gustar lo que hago.

Por tanto, aquel apelativo de mentor del nuevo pop chileno tampoco le preocupa, ¿no?

Uno a la prensa no la puede controlar. Me da igual, no me cambia nada. Y el camino que han tomado los artistas con los que he trabajado ha sido el que ellos han querido. Hay productores muy invasivos, pero yo no quiero volver todo más genérico. La gracia de la música chilena es que es súper poco genérica, algo que acá no se ve, porque la situación es súper ciega a observar con cariño el arte. Es difícil desde acá ver lo que se hace en Chile. Eso lo valoran desde afuera, en todos lados te lo dicen: la música chilena no se compara a nada. Es un hecho que acá no se valora, pero eso a los músicos nos tiene que dar lo mismo.

¿Cree realmente que no se valoran acá? Muchos, como Gepe, son muy reconocidos y exitosos.

Pero pese a tener esa condición, hay mucha gente que no los conoce. Hay muchos que no conocen a Manuel García, a Gepe. A mí hasta me ha tocado conocer en mi estudio a músicos chilenos, de 18 a 20 años, que cantan en inglés, y que no conocen a Los Prisioneros. Eso me parece aberrante. No sé de quién es la culpa. Todos estos nuevos artistas tienen grandes canciones, no hay que desconocerlo sólo por el hecho de ser menos masivos.

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