Cesación tabáquica: una necesidad

ex-fumador

Por Guillermo Paraje. Profesor de Economía Universidad Adolfo Ibáñez

Este 31 de mayo se celebra en todo el mundo el Día Mundial Sin Tabaco. Según datos de la Organización Mundial de la Salud el consumo de tabaco es responsable de unas ocho millones de muertes anuales a nivel global (tres veces más de lo que ha matado el Covid hasta ahora). En Chile se ha estimado que mueren unas 19 mil personas al año por consumo de tabaco y que la sociedad gasta o pierde anualmente recursos que son 14 veces superiores a los impuestos que recauda por consumo de tabaco.

Aunque se ha avanzado mucho en el control del tabaco en Chile, existe un área en el que el avance a sido prácticamente nulo: las políticas de cesación tabáquica. Estas políticas incluyen la provisión y financiamiento de terapias farmacológicas, psicológicas, etc. destinadas a que fumadores, que así lo deseen, puedan superar su adicción. Según el último reporte sobre de la Organización Panamericana de la Salud, Chile es uno de los países de la región en el que los seguros de salud no cubren los costos de estos tratamientos, lo que implica una barrera financiera alta para el acceso por parte de grupos socioeconómicos bajos.

¿Es razonable que la sociedad haga un esfuerzo financiando los tratamientos para que fumadores abandonen el tabaco de manera exitosa? No solamente es razonable en términos sociales, sino que lo es en términos sanitarios y económicos. En Chile, la edad promedio de inicio en el consumo de tabaco está en torno a los 14 años. Eso implica que la inmensa mayoría de los que inician su consumo de esta sustancia tremendamente adictiva son menores de edad. A pesar de que la venta está prohibida para menores, al momento en que estas personas llegan a la mayoría de edad ya son adictos. Adicionalmente, muchos de los que hoy son adictos comenzaron a fumar hace más de 15 años cuando se permitía la publicidad abierta del tabaco en revistas, cines, radio, televisión, etc. Aun sabiendo que el tabaco era altamente adictivo y tóxico como sociedad fallamos en protegerlos (lamentablemente, todavía fallamos en proteger a algunos de nuestros niños).

Un fumador pierde en promedio 10 años de vida, aunque si deja de fumar antes de los 40 años solo pierde un año de vida. Además, los años que vive son más saludables respecto de los que tendría como fumador, redundando en menores costos sanitarios. El impacto económico de esto es enorme, ya que se ganan años productivos vividos con mejor nivel de salud. La incidencia de enfermedades cardiovasculares, EPOC, cánceres de varios tipos, etc., en cuyo tratamiento hoy Chile gasta miles de millones de pesos (son todas enfermedades GES), podría reducirse rápidamente si se redujera el consumo de tabaco. No tiene sentido económico alguno gastar en enfermedades causadas por el tabaco y no extremar los esfuerzos realizados para reducir el número de fumadores.

El financiamiento de los programas de cesación puede obtenerse incrementando los impuestos al tabaco y aumentando los esfuerzos para reducir el comercio ilícito. Como sociedad debemos brindar una respuesta sanitaria a quienes lo necesitan.

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