Columna de Gonzalo Cordero: Amigos y amigotes



La reciente carta firmada por dirigentes del Grupo de Puebla, entre los que se encuentra el Presidente de Argentina, es un agravio a nuestras instituciones; si lo que allí se afirma fuera efectivo, nuestra democracia sería una mascarada, en Chile no existiría estado de derecho y las personas serían perseguidas por el sistema de justicia en razón de su filiación política, como ocurre en cualquiera de las dictaduras latinoamericanas. La carta no solo agravia al ex Presidente Piñera, sino también implícita y obviamente al Presidente Boric, quien sería incapaz de, al menos, denunciar la infracción a los principios de una sociedad civilizada que ellos describen.

No vamos a ser nosotros los que cambiemos al gobernante trasandino, ni menos al llamado Grupo de Puebla; es conocida su adscripción ideológica y el estilo de sus dirigentes, así como la manera en que ejercen el poder allí donde lo alcanzan. Pero nuestros gobernantes y particularmente el Presidente Boric debieran sacar aprendizajes de este episodio, de la importancia concreta de manejar las relaciones internacionales con absoluta independencia de las afinidades o desacuerdos ideológicos de los gobernantes de turno.

Al asumir el actual gobierno, el Presidente Boric dio señales muy claras de su disposición a privilegiar las sintonías políticas por sobre las relaciones con países con los cuales tenemos intereses comunes permanentes. La manera como la nueva administración enfocó la relación con Brasil fue de una falta de profesionalismo que linda con la irresponsabilidad. Es evidente que a las nuevas autoridades chilenas no les simpatizaba Bolsonaro, pero este era entonces el Presidente constitucional de Brasil y a Chile lo que le importa es la relación de largo plazo con el gigante latinoamericano. Designar embajador a un dirigente político de la coalición de izquierda fue una niñería, bastaba con nombrar a un diplomático de carrera de primer nivel para dar la señal correcta. El resultado es que generamos un incidente diplomático y nuestras autoridades tomaron partido de manera innecesaria en la elección presidencial carioca.

La amistad es un concepto muy distinto cuando se trata de países y de personas: los seres humanos tenemos relaciones de afecto basadas en visiones comunes de la vida o en experiencias personales; en fin, en una variedad de factores tan emocionales como cambiantes. Los países tienen intereses, comunes o antagónicos, que trascienden a las personas y sus emociones. En su momento, el Presidente Lagos y el Primer Ministro Tony Blair tuvieron relaciones con Estados Unidos, gobernado por George Bush, que fueron una verdadera lección de amistosa independencia o de alianza incondicional, que expresaban fuera de toda consideración ideológica las posiciones e intereses de sus respectivos países.

Las relaciones internacionales no se manejan con lógica de amigotes, el Presidente Fernández acaba de recordárselo de manera pedagógica a nuestro gobierno.

Por Gonzalo Cordero, abogado

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