Este año, un mayor número de jóvenes han optado por estudiar alguno de los programas de pedagogía que ofrecen las universidades chilenas, lo que es una buena noticia. Sobre todo si consideramos que para 2025 se pronostica un déficit de más de 26 mil profesores idóneos, según cifras de Elige Educar. Aunque esta nueva admisión nos da cierta esperanza, sabemos que una golondrina no hace verano. Debemos seguir atentos para incentivar que más jóvenes decidan dedicarse a la educación y que además perseveren en su vocación.
La tarea más importante es ayudar a tomar conciencia de la dignidad del profesor y lograr que sea una figura plenamente valorada y respetada por la sociedad. Para esto es necesario contribuir desde instituciones públicas y privadas, desde el mundo gremial, desde asociaciones estudiantiles y de apoderados. En esta misión nadie sobra.
Nuestra Nobel Gabriela Mistral dedicó su vida a promover la vocación del profesor como una pasión y un servicio trascendental a la patria. Sin embargo, resulta difícil alcanzar este modo de ver la profesión si la tarea se torna un tormento a causa de la violencia, la falta de autoridad, y un sinfín de dificultades administrativas y reglamentarias que hacen kafkiana la experiencia de educar. Es evidente que los graves problemas que hoy vive Chile exigen soluciones rápidas.
El Ministerio de Educación ha presentado los problemas críticos que requieren medidas urgentes, de los cuales el primero es el impacto que la pandemia causó en los estudiantes. Los retrasos producidos en el desarrollo de sus habilidades cognitivas y sociales, que han terminado afectando también la estabilidad emocional de los alumnos.
Gracias a una prueba de diagnóstico de capacidad lectora desarrollada por la Universidad de los Andes, aplicada a 26 escuelas municipales, se conoció recientemente que el 96% de sus estudiantes de primero básico no identifican todas las letras del alfabeto. Además, el estudio comprobó que el promedio de comprensión lectora de los niños de tercero o cuarto básico en esos establecimientos es similar al de quienes comienzan primero básico en una situación “normal”.
Recientemente se ha creado una red transversal de más de 100 organizaciones provenientes del mundo público y privado, incluido el Ministerio de Educación, que conformaron el proyecto ”Por un Chile que lee”, cuyo fin es contribuir a buscar la reactivación educativa, a través del apoyo a los profesores y de sugerencias pedagógicas para mejorar el nivel de comprensión lectora de cada estudiante. Esperamos que esta iniciativa rinda frutos.
Otro problema grave es el abandono escolar de los últimos años. Según el Ministerio de Educación, entre 2021 y 2022, hubo 50.529 estudiantes que se desvincularon de sus establecimientos educacionales. La cifra es 24% mayor respecto de 2019 y afecta principalmente a la educación regular básica y media, tanto humanista-científica como técnica-profesional. El Ministerio ha anunciado un plan de acción. Es un tema que hay que monitorear muy de cerca para recuperar a los alumnos que abandonan. Las autoridades cuentan con los registros de asistencia mensual para el pago de la subvención, lo que facilita que se implementen medidas concretas tanto a nivel local como nacional. Esto permite establecer metas junto a los establecimientos educacionales, al tiempo que se les brinda apoyo para mejorar su capacidad de retención.
Es clara la importancia de abordar la educación como un proyecto nacional que nos involucre a todos, independiente de nuestras ideas políticas. Desde hace muchos años existe un acuerdo respecto de la necesidad de lograr una enseñanza de calidad, pero hoy tenemos que ponernos de acuerdo para sacar adelante a estas generaciones que sufrieron mucho con la pandemia. Tienen un déficit importante, y necesitan -más que nunca- tener profesores preparados para acompañarlos en un proceso de enseñanza que será muy difícil.
Por José Antonio Guzmán, rector de la Universidad de los Andes
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