Opinión

Cuidando nuestra salud mental en tiempos de fiestas

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Las fiestas de fin de año suelen presentarse como un tiempo de alegría, encuentro y descanso. Sin embargo, para muchas personas, dentro de las que me incluyo, se transforman en uno de los períodos más exigentes y emocionalmente complejos del año. La misma época que promete alegría puede convertirse, paradójicamente, en una fuente de cansancio y ansiedad.

Un estudio de la Asociación de Psicología Americana (APA) mostró que cerca del 89% de los adultos reportó mayor estrés durante las fiestas que en otros períodos del año. En Chile, investigaciones recientes indican que cuatro de cada 10 personas identifican la tristeza (y no la alegría) como la emoción predominante en estas fechas.

El cierre del año suele venir acompañado de una acumulación de cansancio, metas pendientes, evaluaciones finales y una intensa agenda de compromisos sociales, laborales y familiares. A ello se suma la expectativa de que pronto llegará un descanso reparador. Sin embargo, ese descanso, tensionado por la sobrecarga previa, rara vez se concreta. Así, el fin de año se vive más como una carrera contra el tiempo que como un espacio real de pausa, conexión y disfrute.

Si bien hay circunstancias que no podemos cambiar, sí podemos revisar cómo lo transitamos. Cuidar la salud mental en este contexto implica buscar estrategias hábiles que nos permitan atravesar estas fiestas sin perdernos a nosotros mismos ni quedar atrapados en el agobio.

Esto supone recorrer un camino intermedio: ni rechazar las celebraciones, ni idealizarlas como si debieran ser perfectas. Puede ayudarnos a moderar nuestras expectativas simplificar, hacer renuncias conscientes y priorizar aquello que realmente nos nutra. Como antídoto, resulta clave privilegiar la presencia, cuidar los vínculos, pedir ayuda cuando la carga se vuelva excesiva y recordar que no todo tiene que resolverse en el estrecho margen de unos pocos días.

Quizás el mayor desafío de estas fechas sea justamente ese: cultivar una presencia cálida y consciente con quienes nos rodean. Soltar la idea de cumplir con tener unas fiestas ideales, ya que nunca lo son, sino más bien disfrutar el acompañarnos y el dejarnos sostener, en un tiempo que, por definición, es compartido, imperfecto y frágil.

Por Claudio Araya, docente Escuela de Psicologia UAI.

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