La nueva realidad de la economía chilena



El Banco Central corrigió a la baja su estimación para la economía el presente año, proyectando ahora que la caída del PIB podría alcanzar un 7,5%, cifra que incluso puede ser mayor si la crisis del coronavirus se extiende más de lo esperado. Se trata de un escenario muy negativo y que coloca al país frente a desafíos extremadamente complejos para el futuro inmediato.

En esto hay que entender que no estamos frente a una crisis clásica, por la forma en que está golpeando a los distintos sectores de la economía. Lo que estamos viendo es un escenario donde hay sectores que se han potenciado, con otros que están a punto de desaparecer, o de experimentar ajustes profundos, al menos en la forma como estaban concebidos. Por eso, ya sabemos que la economía no solo está en crisis, sino que enfrentará una nueva realidad.

Ejemplos de esto hay muchos. Está el sector turismo, donde se estima una baja del 70% en la llegada de extranjeros. O el transporte aéreo, con un caída de 92% en abril; o el comercio, restaurantes  y muchos otros donde donde sucede algo similar producto de las cuarentenas. Aquí lo que se está viendo va mucho más allá de una baja de actividad. Es una destrucción de riqueza que significará que muchas empresas y emprendimientos ya no existirán al final de la crisis. Un estudio llevado a cabo por la UC sobre un universo de 1.145 empresas de la Región Metropolitana reveló que el 20% de ellas ha desaparecido o está en proceso de hacerlo. 

A lo anterior se suma el cambio tecnológico que se impuso por decreto producto de las restricciones de movilidad, el cual también significará que muchas actividades nunca volverán a ser las mismas. Si bien esto es propio del avance de la economía y la modernidad, la velocidad del cambio que desató la crisis es muy disruptiva, dejando poca opción de adaptarse a muchas empresas y personas.

Y finalmente están los efectos clásicos que una crisis de actividad tiene sobre el empleo. Ya sabemos que cerca de dos millones de personas han perdido su trabajo. Y también sabemos que cerca de la mitad de las empresas que hoy tiene trabajadores en el seguro de cesantía, no los volverán contratar. Tomará años recuperar los niveles de empleo previos a esta crisis, especialmente en aquellos sectores asociados al desplazamiento de personas, como es el caso de transportes, comercio, turismo, restaurantes y en general actividades recreativas, los que representan el 30% de la ocupación. A la luz de esta realidad, es claro que habrá un segmento de los chilenos que volverá a caer bajo la línea de pobreza.

Afrontar este conjunto de problemas no será trivial. Requerirá no solo de medidas asistenciales, o incentivos para provocar la reactivación, sino también de mucha transformación y reinvención de sectores enteros de la economía, y capacitación de las personas que allí trabajaban para que se puedan reinsertar en esta nueva realidad económica.

Esto tiene consecuencias directas con la velocidad de la recuperación de la economía, que tomará tiempo. Es cierto que hay algunas áreas, como la construcción o la minería, donde se podría esperar una rápida vuelta a la normalidad. Pero hay otras donde todo será más lento, ya sea porque quedaron destruidas o simplemente porque su negocio ya no existe o cambió en forma radical. 

Por lo anterior se estima que con esta crisis Chile se atrasará unos diez años más en alcanzar los niveles de desarrollo que exhiben países como Grecia y Portugal -los de menor ingreso entre aquellos desarrollados-, lugares donde hay menos pobreza, mejor educación, salud y oportunidades en general, todos indicadores de bienestar. Una década es mucho tiempo, pero es el menor tiempo que se estima si hacemos las cosas bien. Porque una cosa es clara: ya somos más pobres. Y para recuperarnos de esto se necesitará mucha seriedad, ingenio y paciencia.

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