Opinión

Un premio para el alma de Venezuela

Foto: X @MariaCorinaYA

Para un país que ha sufrido tanto, que ha visto a su gente huir, a sus jóvenes enfrentar represión y a sus familias desintegrarse por el exilio, la noticia del Premio Nobel de la Paz otorgado a María Corina Machado no es simplemente un reconocimiento internacional. Para los venezolanos, este Nobel es una vindicación histórica, una señal luminosa en medio de una noche demasiado larga: el mundo, por fin, ha entendido la magnitud de nuestra tragedia y la dignidad con la que el pueblo ha resistido.

Porque este Nobel no pertenece solo a una persona.

Es un premio para toda Venezuela. Es de las madres que criaron solas a sus hijos, de los maestros que siguieron enseñando sin recursos, de los jóvenes que marcharon con escudos de cartón, de los presos políticos que nunca se rindieron, de los abuelos que aún esperan el regreso de los suyos. Es, sobre todo, el premio de quienes han sufrido, pero no han dejado de creer.

Un reconocimiento al coraje moral.

La trayectoria de María Corina Machado no se entiende sin el contexto del país que la vio emerger. Señalada, perseguida, inhabilitada, vigilada, pudo haber optado por el silencio o el exilio cómodo. Pero eligió algo mucho más difícil: quedarse y hablar. Desafiar la maquinaria del poder desde la palabra, la coherencia y la firmeza.

El Nobel reconoce esa valentía individual, sí, pero reconoce algo aún más grande: la fuerza moral de un pueblo que se negó a entregar su dignidad. En un país donde el régimen ha intentado fabricar una realidad paralela, dividir a la sociedad y criminalizar a la ciudadanía, este premio devuelve algo esencial: la verdad.

Durante años, la dictadura trabajó para encerrar a Venezuela en un relato de propaganda, minimizar la represión y convencer a la región de que la crisis era un simple conflicto ideológico. El mismo presidente del Comité del Nobel en su discurso dijo que uno de los errores de los líderes democráticos es mirar para otro lado cuando hay indicios de autoritarismo o reproducir la desinformación de las tiranías. Pero el Nobel rompe ese cerco diplomático y narrativo.

El mundo finalmente dice: “Los vemos”.

Por Julio Borges, ex presidente del Parlamento de Venezuela.

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