
Una campaña asquerosa

Así la definió Evelyn Matthei.
Y apuntó directamente a los republicanos como responsables de la serie de rumores que en las últimas semanas han inundado las redes sociales, que incluyen videos alterados para denunciar que padece problemas mentales, físicos, o incluso Alzheimer.
“Todo el mundo sabe quiénes son los que están detrás”, acusó Matthei, haciendo referencia a la nutrida presencia de partidarios de Kast como amplificadores de estos rumores.
Mientras los republicanos decían “yo no fui”, su vicepresidente regional y precandidato al Congreso por Los Ríos, Leandro Kuntsmann, dejaba claras las huellas digitales al publicar que lo de Matthei “no es Alzheimer, es locura temporal” (más tarde se disculpó).
“Kast lleva años usando ejércitos de bots para campañas sucias. Cobardía y machismo disfrazados de política. De cristianos, nada”, complementó Hernán Larraín Matte, de Evópoli.
Frank Sauerbaum, diputado RN, dijo que los trolls digitales “son las mismas personas que trabajaron también en otras campañas, como el Rechazo y en la propuesta constitucional del Partido Republicano”. Y acusó al presidente del partido, Arturo Squella, de ser “el sicario de Kast. Lo tienen para tratar de ofender, para levantar polémicas, para que alguien le conteste y luego victimizar al candidato”. Squella contestó que los rumores sobre Matthei habían sido difundidos por otros, como la exconstituyente Teresa Marinovic y el candidato presidencial Franco Parisi.
¿Qué conclusiones podemos sacar de esta polémica?
La primera es que Evelyn Matthei no se rendirá sin dar pelea.
La campaña de Kast apostó a empujarla a salir de la carrera ante su desplome en las encuestas. Squella declaró que “la suerte está echada”, y que la segunda vuelta enfrentará a Kast con Jara. Entonces empezaron a difundirse los rumores sobre una enfermedad como razón para justificar su bajada.
Leyeron mal a Matthei. La candidata de ChileVamos ha cometido muchos errores, pero cuando está contra las cuerdas puede ser una rival temible. Republicanos no consideró el carácter de su contrincante, y le regaló una oportunidad para intentar su comeback.
El contraataque de Matthei puso a Kast a la defensiva por primera vez en varios meses, y mostró las grietas de un diseño de campaña hasta ahora efectivo, que saca al candidato de las controversias, pero que es insostenible a largo plazo.
Porque los republicanos tienen muchos flancos abiertos, y tarde o temprano sus rivales los expondrán. Matthei dio el primer paso.
Uno de ellos es, precisamente, su relación con campañas de intoxicación de la opinión pública.
Esta semana, Kast aseguró que “nosotros no hacemos campañas de ese tipo, nunca haríamos una campaña en contra de los que no son nuestros adversarios políticos”. Una respuesta que pareció más un acto fallido que un desmentido efectivo.
Es que en la elección de 2021 los bulos abundaron. En uno de muchos casos, el diputado republicano Gonzalo de la Carrera reconoció que publicó una foto trucada de Gabriel Boric que le envió el comando de Kast. “A mí el comando me pedía difundir ciertos contenidos”, reconoció.
El propio Kast sigue compartiendo información falsa o engañosa. En marzo de este año, cuando Boric saludó en la calle a un niño con la camiseta de Universidad Católica, sus bots utilizaron un pantallazo del video para denunciar que Boric estaba ebrio en la vía pública. Kast lo publicó asegurando que había “conmoción pública”.
Cuando el papá del niño aclaró los hechos y publicó el video completo, Kast se hizo el desentendido: “No tengo por qué chequear una foto”, señaló.
Es un fenómeno global. Kast es un activo miembro de la familia de la “derecha alternativa” mundial y acude varias veces al año a sus peregrinaciones. Las estrategias de sus líderes, como Donald Trump, Jair Bolsonaro y Javier Milei, son calcadas: usan la violencia verbal, difunden bulos, siembran la desconfianza e intoxican el debate público.
Y los peores ataques los dirigen a la derecha tradicional. Porque si una lección se ha repetido en el acenso de la derecha radical, es que sus primeras víctimas son los que están más cerca.
En Estados Unidos, el orgulloso Partido Republicano de Lincoln y Reagan desapareció, sustituido por una secta personalista, MAGA. Trump reservó sus insultos más hirientes para sus colegas de partido, y los republicaron debieron elegir. O se someten a los dictados del líder, o son ridiculizados, expulsados y amenazados, como el exvicepresidente Mike Pence, quien terminó escapando de los trumpistas que asaltaron al Capitolio exhibiendo una horca, al grito de “Hang Pence!(¡Cuelguen a Pence!)”
Lo mismo ha pasado en Argentina, donde Javier Milei desata su artillería de insultos y ofensas contra cualquiera que no le sea incondicional. La última víctima es su propia vicepresidenta, Verónica Villarruel, acusada de “traidora” por Milei y acosada digital y físicamente por su ejército de bots, muchos de ellos pagados con dinero fiscal.
El día previo a las elecciones legislativas de mayo en Buenos Aires, el oficialismo difundió un video trucado con inteligencia artificial del expresidente de derecha Mauricio Macri, en que este supuestamente llamaba a votar por la candidata de Milei.
Ante la denuncia de Macri, Milei trató a su antecesor de “llorón” y defendió el bulo. “La libertad de expresión está por encima de todo ”, dijo.
Al partido de Macri, el PRO, no le quedó más que soportar la humillación. Pocos días después formó un pacto con La Libertad Avanza de Milei. El nombre del “pacto” ahorra comentarios: Alianza La Libertad Avanza.
La ultraderecha no hace alianzas, exige sumisión.
Kast es más cuidadoso en su lenguaje que sus aliados internacionales. Pero los republicanos chilenos les declaran admiración, y comparten estrategias, referentes y objetivos con ellos.
Algunos en ChileVamos parecen estar despertando a esta realidad. ¿Serán capaces de respaldar a Matthei y defender su espacio? ¿O, como ha ocurrido en Estados Unidos y Argentina, terminarán subyugándose a una forma de hacer política que de democrática tiene poco?
Al menos su candidata parece dispuesta a dar la pelea.
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