La otra cara del coronavirus: economía y consciencia colaborativa

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A dos días de que el gobierno anunciara la cuarentena total para siete comunas de la Región Metropolitana, las dudas con respecto al posible impacto económico de un cierre parcial han aumentado. Las medidas políticas, desde hace ya una semana, apuntan a resguardar las remuneraciones de los trabajadores a través del fondo solidario del Seguro de Cesantía, propuestas inéditas que buscan disipar los posibles efectos de una crisis posterior al coronavirus, y que en Chile ya se venía anticipando desde finales del año pasado.

Estamos enfrentando una pandemia y si bien la prioridad urgente es velar por la salud de las personas, para los economistas es difícil no pensar en lo que viene después. Se habla de una recesión y de un rebote. Pero también de la posibilidad de que esta situación sea interpretada como una señal de alerta que ponga en tela de juicio el sistema económico social imperante en un mundo globalizado en el que los efectos son sistémicos y lo que impacta a un país tiene repercusiones en los demás. Y es que esta es, para algunos, la oportunidad para repensar la tendencia individualista y dar paso a un escenario más colaborativo.

El economista de la Universidad de Chile, PhD de la Universidad de Maastricht y ex coordinador del Ministerio de Hacienda, Jorge Valverde, habla de los impactos económicos, a corto y mediano plazo, de esta crisis sanitaria; las implicancias de vivir en un mundo globalizado; y cómo una pandemia puede moldear los patrones de comportamiento, las relaciones entre países y las prioridades sociales a nivel mundial.

¿Cuáles son las especulaciones respecto a un eventual periodo de recesión después de la pandemia?

Hay un relativo consenso a nivel mundial de que la situación que estamos viviendo implicará una recesión económica mundial como la del 2008, lo que cambia es el factor detonante. Las dos últimas grandes crisis fueron la asiática del 99 y la crisis financiera del 2008 y lo que evidenciaron fue el grado de globalización que habían alcanzado los mercados financieros y lo rápido que se propagan los shocks de un país a otro. No obstante, si bien el detonante es distinto, lo que se puede dar ahora igualmente es un efecto en cascada entre países, que está dado por cuán interrelacionadas están las sociedades. Porque las crisis, en un mundo híper conectado, tienen efectos sistémicos: lo que impacta a un país tiene repercusiones en los otros.

Los efectos a corto plazo ya los hemos visto. Por un lado está el desplome de las bolsas, como la caída que tuvo estos días Standard and Poor's en Estados Unidos y que fue la más grande de su historia, incluso más que en el 2008. En segundo lugar, está la depreciación del peso (el dólar está a $827,6 pesos chilenos) y, por último, la caída del precio del cobre, que todavía no cruza la barrera de los dos dólares la libra, pero se espera que luego lo haga. Eso tiene un efecto concreto en la economía chilena que es muy dependiente de este precio para las inversiones, ya que gran parte de nuestra inversión está dada por la minería y sus sectores relacionados. Estos tres efectos a corto plazo se acentúan en Chile porque ya se venían arrastrando desde el año pasado, producto del estallido social. Mientras los otros países estaban en su máximo histórico, nosotros estábamos en una base mucho más baja. No es lo mismo caer un 20% estando en la cima que caer estando bajos.

Los efectos en la economía real, es decir en el PIB, el nivel de empleo y nivel de ingreso, aun no se han visto. Y los vamos a empezar a ver en el IMACEC de marzo que conoceremos en mayo. Si la producción de los sectores más grandes –la minería, las forestales y la salmonera– sigue en niveles normales, no debería haber una baja considerable. La baja fuerte se espera en el retail.

¿Cómo se logra el equilibrio entre detener una pandemia y tratar de que los costos económicos no sean altos?

Eso es muy complejo y hay muchas incertidumbres al respecto. Pero la lógica detrás es que no se trata de algo blanco o negro. Por ningún motivo la economía es más importante que la detención de una pandemia, y estando totalmente de acuerdo con que el objetivo principal es resguardar la salud de las personas, lo que hay que pensar es que todas las crisis pasan y es de suma importancia haber sido lo más eficientes posible en combatirla. Esto considera desde la salud pública hasta las medidas que se tomen en pos de que las personas no pierdan su calidad de vida. El rebote posterior a la crisis va existir sí o sí, como ocurre después de toda crisis, pero no da lo mismo desde qué piso se rebota. Por eso la mejor opción es ser selectivos e ir cerrando los focos infecciosos. Si en una comuna hay un brote, hay que cerrarla, pero las que no estén con mayor contagio, deberían seguir operando. De esa manera se puede mitigar el impacto de la crisis posterior. En ese sentido, Chile tiene una particularidad que ahora nos juega a favor: somos un país largo y gran parte de nuestra producción y exportación está repartida y distanciada entre sí. El cobre se trabaja en el norte, las forestales en la Séptima, Octava y Novena Región y los salmones en la Décima y Undécima. Por lo tanto si existiera un buen manejo, se podría decir que es factible mantener la producción. Lo que se va a ver, entonces es una recesión económica que quiere decir que el PIB de muchos países va ser negativo por un par de trimestres al menos. Pero la pregunta es: ¿Cuán prologada y profunda será la recesión?

Por estos días, el filósofo israelí Yuval Noah Harari habla de que lo paradójico de todo esto es que para salvarnos, vamos a tener que salvar a los países que históricamente fueron nuestros "enemigos".

A largo plazo, lo que vamos a sacar en limpio de esta crisis es que van a cambiar muchas cosas, no solo en cuanto a los modelos económicos, sino que a nivel social. Debiera generarse una mayor consciencia de lo que implica vivir en un mundo globalizado en el que los efectos son sistémicos, pero también mayor consciencia respecto a la importancia de ser personas y países colaborativos. Como explica Yuval Noah; no sacamos nada teniendo el mejor sistema de salud del mundo si el resto de los países tienen sistemas precarios. El problema acá es que no hay que poner barreras entre los países, sino que entre los seres humanos y el virus. Creo que si esto tiene algún impacto a nivel social, sería que las personas dejen de ser tan individualistas y sean más colaborativas, porque lo que le pasa al otro nos repercute a todos. Creo que el ejemplo más explícito de esto es lo que se ha visto en varias partes del mundo, en las que durante los primeros días de la crisis todos se acaparaban de los productos de limpieza en el supermercado, pero luego fuimos entendiendo que nuestra salud depende también de la salud del vecino y que no sirve de nada tomar todas las medidas personales si el resto no puede hacerlo.

¿Es el fin de una era individualista orientada solamente al mercado y la competencia?

El modelo capitalista y todo aquello que lo sustenta no se va acabar, pero lo que puede ocurrir es que exista un capitalismo más consciente o con rostro humano, que privilegie el valor compartido con la sociedad y no solo la maximización del valor bursátil de las empresas. Al coronavirus le estamos tomando el peso porque es una crisis cuyos impactos estamos viendo de inmediato, pero la crisis climática puede tener efectos iguales o peores, solo que a largo plazo porque son efectos acumulativos. Esta instancia nos sirve para darnos cuenta de que si no nos hacemos cargo ahora de ciertos riesgos, mañana puede ser muy tarde.

Los niveles de contaminación han bajado en estos días.

En China –que es uno de los principales países emisores de CO2– en el mes de enero se redujeron las emisiones en un 25%, algo que bajo ninguna medida de mitigación de cambio climático se habría logrado. Y esto es porque se pararon las industrias y se cerraron las fábricas y, en consecuencia, disminuyó la generación eléctrica. A nivel mundial, las emisiones también han bajado y van a seguir bajando porque los aviones y embarcaciones marítimas –que están detenidas en este momento– son grandes emisores. Ahora bien, esa es una cuenta alegre a corto plazo porque cuando la economía se recupere las emisiones van a volver a seguir la tendencia. Para poder bajar las emisiones efectivamente se requiere de recambios tecnológicos, inversiones y decisiones concretas por parte de los gobiernos que incentiven las tecnologías limpias o que castiguen las contaminantes.

¿Cómo crees que va cambiar esta crisis lo que entendemos por "público"?

Sobre todo en un país como Chile, en el que la mayoría de los servicios tienen la opción de prestación pública o privada y en el que lo público es sinónimo de mala calidad, nos vamos a dar cuenta de que al final, en circunstancias como éstas,  las prestaciones de servicios privados no son capaces de hacer frente a la emergencia. Y el único garante termina siendo el Estado. Lo que se va cuestionar nuevamente, entonces, es si la solución privada que se le da a la salud –y a otros servicios básicos– no garantiza nada en eventos poco usuales como éste, ¿no será más eficiente que los recursos vayan siempre al Estado para que tenga mayor capacidad de respuesta en ésta y todas las instancias? Al final se trata de entrar en una lógica de solidaridad, ya que quienes están en lo público suelen ser personas de menos recursos.

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