Mujeres que impactan: Evelyn Cordero y la neurociencia como motor de cambio educativo
Gracias a su pasión por el conocimiento y su compromiso con la infancia, Evelyn Cordero creó Fundación Arrebol, una iniciativa pionera que busca transformar la educación desde la evidencia científica. Su objetivo: derribar neuromitos, formar docentes y tender puentes reales entre neurociencia y aula, para que aprender sea un derecho para todos.

Evelyn Cordero nació en Santiago, en el seno de una familia humilde, hija de una madre y un padre que, aunque tomaron caminos separados, le entregaron amor y valores sólidos. Su infancia transcurrió entre juegos en la calle; escondidas, pinta y tombo. “Soy de la generación que jugábamos en la calle y que, de hecho, nos tenían que entrar en algún minuto”, dice con nostalgia. Pasaba tardes completas en la casa de su abuela, bajo un parrón lleno de damascos, compartiendo pan con mermelada. “Tengo el privilegio de haber tenido una infancia feliz. Lo pasé tan bien, jugábamos horas y horas. Esos recuerdos los atesoro, porque hoy los niños no viven eso. Me da mucha pena que las nuevas generaciones no tengan esa vivencia”.
Desde pequeña también aprendió el valor de la educación gracias al ejemplo de su madre, una mujer esforzada que, a pesar de no haber terminado la enseñanza media en su minuto, inculcó en sus hijos el amor por el estudio. “Mi mamá siempre decía que no hay nada que heredar salvo la educación. Era rigurosa con que estudiáramos. Leía mucho y nos hacía leer. Nosotros leíamos porque mi mamá leía”, dice.
Años después, Evelyn acompañó a su madre a terminar su enseñanza media: “Yo ya era profesional y le ayudé a estudiar para que pudiera dar exámenes libres. Fue una experiencia hermosa. Nos juntábamos todos los lunes a repasar contenidos, y ella se aprendía las ecuaciones, la historia, todo. Cuando terminó cuarto medio, fue un orgullo inmenso”. Lo hizo, en parte, porque para ella el estudio y esta posibilidad de acceder al conocimiento era lo más valioso que había y lo mejor que les podía dar a sus hijos. “Todos mis hermanos somos profesionales, la primera generación de profesionales de la familia”, cuenta con orgullo.
Evelyn se formó como profesora de educación básica y desde el comienzo entendió que su camino estaría ligado al conocimiento. “No hay un año de mi vida, desde que empecé la universidad hasta hoy, en que no haya estado estudiando algo”, confiesa. Su trayectoria académica es amplia: postítulos en matemáticas y psicopedagogía, tres magísteres —en educación, ciencias biológicas y neurociencia—, y un doctorado en neurociencia. “Tengo una fascinación por el estudio. Aprender me encanta, todo me llama la atención. Y mientras más sabes, más entiendes que hay tanto aún por conocer”, dice.
Pero su búsqueda no se trató solo de acumular títulos, sino de comprender profundamente cómo aprendemos. “En mi formación profesional como docente no me habían habilitado para esa pregunta tan relevante: ¿cómo aprendemos?”, explica. Esa inquietud la llevó a pasar de la sala de clases al laboratorio, de enseñar a niños a entrenar ratas para estudiar los procesos de aprendizaje desde la neurociencia. “Fue un cambio radical, pero que abrió nuevas preguntas en mí. Creo que eso de hacerse preguntas e ir detrás de las respuestas ha sido mi motivación”.
Así nació Fundación Arrebol, un espacio que busca tender puentes entre la ciencia y la educación. “Creamos Arrebol con dos propósitos: hacer divulgación científico-educativa seria y responsable, y formar a los docentes en ciencias del aprendizaje”. Comenzaron a trabajar junto a universidades, centros de investigación y organizaciones de la sociedad civil para acercar los hallazgos de la neurociencia cognitiva al mundo escolar.
Evelyn explica que uno de los grandes problemas ha sido la simplificación excesiva de la neurociencia. “Nos llenamos de neuromitos en las salas de clase. Ideas falsas, como que aprendemos según un estilo visual o auditivo, o que existen las inteligencias múltiples. Todo eso es falso, y sin embargo el 90% del profesorado cree que es verdadero”. Arrebol busca desmentir estos mitos y reemplazarlos por conocimiento basado en evidencia, sin dogmatismos, fomentando la reflexión crítica en los educadores.
“Sería raro que un médico te recetara algo que hace 100 años sabemos que no funciona. Bueno, en educación pasa algo semejante: seguimos usando prácticas que no sirven”, señala. Arrebol trabaja precisamente para cambiar eso, ofreciendo programas de formación docente acreditados por el Ministerio de Educación y un simposio bianual gratuito sobre neurociencia y educación, que convoca a investigadores, profesores y estudiantes de todo el país. “Al último asistieron mil personas. Nos llena de alegría ver tanto interés, porque eso significa que hay sed de conocimiento y transformación”.
Pero el propósito final de Evelyn va más allá de mejorar las prácticas pedagógicas: es el bienestar y la equidad desde la infancia. “Si tuviéramos en cuenta la evidencia, podríamos orientar mejor nuestras decisiones en el aula y en las políticas públicas”. Le duele ver que, como país, Chile sigue al debe con su infancia: “Yo tengo una pena terrible porque siento que la infancia no nos importa. Este es un país que no cuida a los niños y niñas”.
Cita a Gabriela Mistral para resumir esa convicción: “La infancia es hoy, mañana ya es tarde. Eso debería estar tatuado en nuestro escudo nacional. Si no nos ocupamos hoy, no nos quejemos de lo que nos va a pasar mañana”.
Por eso cuando se le pregunta qué mensaje dejaría a los docentes que buscan innovar, su respuesta es contundente: “Les diría que abran espacio a la creatividad y al pensamiento crítico. Las respuestas que vamos a necesitar en este siglo dependen de esas dos cosas. La innovación educativa nace de ahí”. También refuerza que su labor puede transformar vidas, para bien o para mal. “Por eso los profesores debemos esforzarnos por ser los mejores profesionales del mundo, porque afectamos las trayectorias vitales de las personas”.
Cuando reflexiona sobre lo que significa para ella la Fundación Arrebol, se emociona: “Más que algo técnico, Arrebol es un sueño. Lo siento como un hijo. He invertido tanto tiempo, tanto cariño, tanto trabajo en sacar adelante esta idea, que cada pequeño cambio que logramos en un aula, cada profesor que se forma, cada niño que aprende mejor, se siente como una semilla que siembra esperanza en el futuro de nuestro país”.
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