Nuestras lectoras preguntan: Yo trabajo y mi marido no, ¿cómo vivo sin culpa los roles de crianza no tradicionales?

Los roles en la casa y la crianza son, afortunadamente, cada vez más compartidos. Sin embargo, cuando se salen de la norma, todavía causan cierto desconcierto, tanto en el entorno como en nosotras mismas. Desaprender los moldes con los que crecimos es una tarea importante para liberarnos cada vez más de las culpas y el deber ser, y así fluir en una sociedad más integrativa.




LA PREGUNTA:

“Yo trabajo y mi marido está en la casa con los niños. ¿Cómo vivo sin culpa ese cambio de roles en la crianza de los hijos? Aunque nuestra dinámica funciona bien y nos apoyamos, me siento culpable de no alcanzar a estar en ciertas actividades como las reuniones de apoderados, por ejemplo y de estar poco tiempo con los niños”.

Antonia, 39 años.

LA RESPUESTA:

La culpa es un sentimiento que aparece frecuentemente en la maternidad y tiene relación con la autoexigencia, y las críticas u opiniones externas además del desafío que implica la crianza en sí. “Generalmente tiene que ver con situaciones en las que sentimos que no cumplimos con lo que se espera de nosotras como madres, y entonces nos invade la culpa por no hacerlo lo suficientemente bien. Desde los roles de género impuestos por el sistema patriarcal, las labores domésticas y de cuidados se conciben como una responsabilidad primariamente femenina, y salir de esa distribución tradicional, posiblemente agudiza el juicio de sentirse ‘mala madre, ausente o despreocupada’”, reflexiona la psicóloga clínica y perinatal Nicole Dimonte de @criardelamano.

La Superwoman

Actualmente la expectativa social es altísima y, por ende, la autoexigencia también lo es. Buscamos tener éxito en todas las áreas. “Nos sentimos exigidas a cumplir con el estándar de la madre sacrificada por su familia, pero además con una vida laboral y social exitosa. Ahí es cuando aparecen los malabarismos de la maternidad, los intentos desesperados (y a mi parecer imposibles) de compatibilizar crianza, trabajo remunerado, y vida personal. Y por lo general somos las mujeres quienes tenemos que estar permanentemente en esa tensión, porque para los hombres está permitido culturalmente que la mayor parte de su tiempo lo destinen a sus jornadas laborales remuneradas, no así para nosotras”, opina Dimonte.

Siguiendo esa línea, Pablo Zavala, abogado especializado en derecho de familia, niñez y crianza respetuosa y creador de @papaternidad –comunidad orientada a visibilizar la normalización de la co-parentalidad activa-, concuerda: “En esta sociedad patriarcal, principalmente la mujer, siente culpa por no poder ejercer el rol de crianza, pensando muchas veces que el hecho de que los niños se queden con su marido y no con ella, va en desmedro de su calidad de mamá, y eso es algo que hay que erradicar. Nosotros como hombres, al salir a trabajar confiamos y no nos cuestionamos el hecho de no poder asistir a reuniones de apoderados o no poder llevar a los niños al pediatra”, dice. Lo que Pablo ha podido ver en su trabajo, es que es muy común que (la culpa) ocurra entre las mujeres porque desde que nacen están predeterminadas social y culturalmente a que tienen que ejercer su rol de mamá: la sociedad espera que sean madres que no trabajen, o que hagan como si no trabajan, y/o trabajadoras que se desempeñen como si no tuvieran hijos. “Desde ahí se genera un paradigma que hay que cambiar, en donde no se les culpabilice o pre-determine su rol, y donde también se eduque a los hombres no solo a tareas básicas como limpiar, sacar la basura, lavar la loza; sino también en tareas de crianza (…) Hoy se le sigue poniendo la capa de superhéroe cuando los papás y los hombres hacemos lo mínimo que se espera de las mujeres y se apunta con el dedo a aquella mamá que no hace lo ‘mínimo’ que nosotros hacemos”.

“Si habitualmente vemos que los niños pasan más tiempo con sus madres, es porque culturalmente se ha dispuesto que la crianza sea una tarea primariamente femenina, pero no porque esté determinado así biológicamente. Lo que sí está dispuesto de manera evolutiva, es que los niños y niñas requieren tener figuras de apego porque tienen la necesidad de contar con alguien a quien recurrir en momentos de estrés o malestar. Si es el padre quien pasa la mayor parte del tiempo encargado de la crianza, lo más probable es que sea él la figura de apego principal para sus hijos o hijas”, explica Nicole Dimonte.

La culpa a raya

Las culpas se podrán dejar atrás en la medida que existan cambios estructurales que faciliten experimentar la maternidad desde la vereda subjetiva. Sin embargo, es posible disfrutarla y manejar mejor las culpas. Para ello –según Nicole– deberíamos: “Construir expectativas realistas en torno a la maternidad, que hagan sentido con la experiencia de cada mujer. Si nos quedamos sólo con lo que se espera de nosotras, nos sentiremos permanentemente frustradas. En segundo lugar, la experiencia de criar es distinta para cada mujer y cada familia, por lo tanto, sugiero evitar comparaciones, porque la maternidad es en contexto, y lo que le resulta a una mujer, puede que a otra no le sirva. Y por último, intentar cambiar la culpa que solo paraliza o deprime, por el sentido de responsabilidad que nos activa a buscar reparar en caso de habernos equivocado”.

Responsabilidad compartida

Independiente de si la situación de esta lectora es temporal, definitiva, reciente o antigua, siempre es recomendable dedicar espacios de conversación con la pareja para expresar las visiones y expectativas de género que se puedan tener. “Se ha visto en investigaciones que el ser buen hombre y buen padre está fuertemente asociado al hecho de ser buen proveedor, por lo tanto, para aquellos hombres que no están trabajando de manera remunerada, ya sea por circunstancias externas o decisiones personales, puede significar una crisis o duelo importante de revisar. Desde el lado femenino, socialmente se asume que, si alguno de los miembros de la pareja tiene que dejar de trabajar por cuidar de los hijos, será la mujer, y desde allí muchas veces nos cuesta creer, con convicción, que la maternidad y el trabajo no tienen por qué excluirse mutuamente”, expresa Nicole.

“Debería haber una deconstrucción respecto del rol masculino en la crianza y en las labores de la casa, en que uno (como hombre) también vaya desmontando sus propios patrones y estructuras a fin de entender que quedarse en tareas de crianza no te hace más o menos hombre, sino que es parte de la vida misma”, dice. Y agrega que es necesario mantener comunicación en la pareja, hacer oídos sordos de comentarios, críticas o consejos no solicitados respecto de la situación. “Me parece importante no banalizarlo, sino que enfrentarlo y naturalizar el rol. Los juicios sociales siempre están en las diferentes aristas de la maternidad y paternidad, y creo que hay que soltar esos juicios y eventualmente enfrentarlos en forma directa”, complementa Pablo.

A nivel de pareja, la forma en la que se organizan y distribuyan las tareas construirá su coparentalidad y si hay muchas diferencias, podría generar una sensación de injusticia o resentimiento en alguno de los miembros. “Para el cuidador que esté menos involucrado en la crianza, sugiero aprovechar los momentos con sus hijos para estar verdaderamente presentes y asegurarles que el vínculo y el afecto por ellos sigue estando seguro. No tienen que ser actividades elaboradas, lo importante es poder estar presentes de manera plena para conectar con sus hijos sin distracciones”, concluye la especialista.

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