¿Será bueno castigar en el nombre del amor?

“Lo hago porque te quiero”, “lo hago porque tienes que aprender”, “lo hago porque es la única manera de que entiendas” o “lo hago porque es lo mejor para ti”. Frases que vienen luego de una amenaza o un castigo y que, según la terapeuta y diplomada en Crianza Consciente y Educación Emocional, Paulina Arias V. (@crianzayconsciencia), son el resultado de un tipo de crianza autoritaria y castigadora en la que siempre se antepone la razón de la o él adulto a cargo. Sin embargo –aclara– nunca va ser bueno atribuirle una forma de violencia a lo que llamamos amor, ya sea en nuestras relaciones de pareja, madre y padre con hijos e hijas, u otro tipo de vínculos. “El castigo es un mecanismo violento naturalizado en nuestra sociedad para corregir y condicionar el comportamiento”, explica.
Y es que si una niña o niño crece escuchando ese tipo de frases, cuando se transforma en adolescente, joven o persona adulta, otras frases como “quien te quiere te aporrea” podrían tener sentido bajo esa concepción de amor. “Pasa porque desde pequeños vamos interiorizando la idea de que el amor se construye y manifiesta desde el poder hacia un otro, entonces la figura de dominio y poder desde el adulto hacia el niño o niña, toma una posición de grandeza, sumisión y control. Si crecemos escuchando este tipo de frases, naturalizamos la violencia desde temprana edad y eso repercute en la construcción de nuestras futuras relaciones, vamos entendiendo que el amor es una forma de ejercer dolor y maltrato. Se nos distorsiona el concepto. Las consecuencias tanto psicológicas, físicas y emocionales se van manifestando en conductas que los niños y niñas integran y siguen perpetuando con sus pares”, explica.
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Por eso es relevante que el amor no se sostenga en una base violenta, agresiva y manipuladora. “Si seguimos promoviendo y perpetuando este patrón insano con nuestros niños y niñas, las relaciones que vayan construyendo seguirán sometiéndose a esta idea confusa y dañina sobre lo que es realmente el amor y la manera en que se configura una relación. La idea es que podamos ser conscientes de lo que este mecanismo relacional nos ha traído como consecuencia a nuestra sociedad, y ya es tiempo de derribar antiguas creencias, visiones y patrones para que las violencias dejen de tomar protagonismo en nuestra construcción sociocultural”, agrega Paulina.
En esto, es imprtante tener en cuenta también el contexto. No podemos culpar sólo a los padres, madres o cuidadoras. Falta de redes de apoyo en la crianza, mandatos patriarcales ligados a la maternidad, falta de políticas públicas en torno al cuidado y responsabilidad en la crianza, violencias transgeneracionales y un largo etcétera, son algunas de las causas de que este estilo de crianza esté tan naturalizado. En este sentido, partir modificando estos patrones desde la primera infancia es clave. “Podemos partir por casa, por pedir ayuda. Pero tambien partir como sociedad implementando políticas públicas de cuidado, programas de salud mental accesibles para todas las familias y cuidadores. La crianza es un acto político que implica observarnos a todos y todas, que nos hace responsables de guiar, cuidar y proteger a las futuras generaciones”, concluye.
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