Política

Daniel Mansuy: “El Presidente nunca quiso comprender que el rol de Jefe de Estado es incompatible con la condición de manifestante”

El cientista político y académico de la Universidad de los Andes publica Los inocentes al poder, un acucioso y provocativo ensayo en torno al Frente Amplio y el Presidente Boric. La crónica de una generación convencida de su pureza, dice, que quiso transformar la sociedad sin estar preparada y chocó con la realidad. "Esa montaña de movilizaciones parió un ratón reformista que ha sido menos transformador que la Nueva Mayoría", dice.

Daniel Mansuy, Ciencista Politico, Academico. Foto: Andres Perez Andres Perez

En el verano de 2022, tras la elección presidencial, Gabriel Boric era protagonista de un singular fenómeno de popularidad. La “Boricmanía” estaba en las calles, los medios y las conversaciones. Incluso Brownie, el perro del presidente electo, se convirtió en una celebridad. “Esto es terrible”, le comentó un amigo de derecha a Daniel Mansuy. Pero el analista tenía una intuición: ese sería el punto más alto del gobierno entrante. Una vez en La Moneda, ciertamente, las cosas iban a cambiar.

—Izkia Siches me dio la razón a los dos días —dice Mansuy.

La fallida visita de la ministra del Interior a Temucuicui le sirve a Mansuy para hablar del ethos del Frente Amplio: “Es la idea de que nuestra sola presencia pacificará el conflicto, sin negociación ni consideración por las condiciones de seguridad. Pensaron que su pureza resolvería un problema de siglos. Esa inocencia estaba condenada a la decepción”.

Autor de Salvador Allende, probablemente el mayor bestseller de literatura política de las últimas décadas, Mansuy concentra ahora su análisis en el Frente Amplio y el liderazgo del Presidente Gabriel Boric. Los inocentes al poder, su nuevo libro, es un acucioso y provocativo ensayo sobre la generación que protagonizó las marchas estudiantiles de 2011 y llegó a La Moneda con la promesa de transformar la sociedad.

En poco más de 200 páginas, el autor reconstruye su historia, la estrategia política que desplegaron contra “la vieja política” y la transición, su retórica de conexión con la calle y su meteórico ascenso al poder. Su tesis puede ser tan atractiva como controversial: el Frente Amplio se vio a sí mismo como un grupo puro y distinto, y creyó que esa inocencia bastaba para cambiar la realidad. Pero ante la disyuntiva de preservar esa autopercepción o ejercer el poder, sistemáticamente optaron por conservar su inocencia, delegando la gestión a la vieja Concertación.

En su luminosa oficina como director de Signos, el centro de investigación en Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes, Mansuy recuerda un episodio: el 19 de septiembre de 2021 Gabriel Boric, ya como candidato presidencial, criticó la Parada Militar en un tuit.

—Él sabía que si ganaba, un año después iba a estar allí tomando chicha en cacho con el jefe del Ejército. Entonces, ¿por qué tuitear eso? Me pareció un gesto revelador de la dificultad para procesar las implicancias del poder.

¿Reconoce lo mismo en el tuit contra el bombardeo de Estados Unidos?

Ese tuit es el exacto reflejo de una de las tesis del libro. El Presidente tuitea inmediatamente después del bombardeo, manifestando su postura personal, que todos conocemos. La pregunta es si nos interesa la opinión de la persona de Gabriel Boric o del Presidente de la República, que representa al Estado de Chile. Si el tuit fuera el fruto de una conversación con el canciller o con los presidentes de las comisiones de Relaciones Exteriores de las cámaras, tú dices esta es la posición del Estado de Chile. Pero a él no le interesa eso, él tiene la pulsión de manifestar su opinión directa inmediatamente, sin pasar por ninguna mediación institucional. Él confunde los dos planos y comete un error que lo hace perder fuerza.

11 septiembre 2024 Entrevista a Daniel Mansuy, ciencista político, académico. Foto: Andrés Pérez Andres Perez

La escena de apertura del libro es la conferencia de prensa que el Presidente ofreció tras la caída de Manuel Monsalve. Cincuenta y tres minutos donde Gabriel Boric se esforzó por dar prueba de su transparencia e inocencia. De este modo, dice el autor, transformó un problema político en algo personal.

¿El Presidente no ha sabido habitar el cargo?

Les cuesta mucho a él y a su generación habitar el cargo, precisamente porque las instituciones, como dice Carlos Peña, buscan domesticar la espontaneidad del individuo. Pero aquí hay un esfuerzo por liberarse completamente de las instituciones, porque son vistas como una mediación odiosa que no permiten la manifestación inmediata de la propia personalidad o de la propia opinión. Ricardo Lagos, por ejemplo, entendía que no era él como persona lo que importaba. El Presidente Lagos encarnaba la República. Nunca supimos quién era la persona Ricardo Lagos. Mientras Ricardo Lagos era -sobre todo- Lagos, Gabriel Boric es, sobre todo, Gabriel.

En el libro sostiene que el Presidente Lagos es como la némesis de Boric: mientras Lagos era una figura que sobrepasaba los límites que enfrentó, Boric llegó con muchos planes y pocas herramientas.

Es una idea que tomo de Manuel Canales, un gran observador del país desde la izquierda dura. Lagos era mucho agente para tan poca agencia: un hombre desbordante de capacidades constreñido por los límites de la transición. Acá es lo contrario: la generación Boric llegó con grandes aspiraciones, pero con muy pocas herramientas. Tuvieron la agencia infinita del 18 de octubre, pero el agente político que construyeron era extraordinariamente limitado, por sus sesgos de clase, por su centralismo, por su desconexión con la realidad. Se prepararon poco y se conformaron con consignas simplistas. Toda esta montaña de movilizaciones parió un ratón reformista que fue menos transformador que la Nueva Mayoría.

Se ha destacado que el Presidente ha madurado en el cargo, ¿lo reconoce también?

Ha tenido signos. En la inauguración del monumento a Aylwin, en el funeral de Piñera, en algunas cuentas públicas. Ha hecho autocríticas. Pero no tienen efectos políticos, no son seguidas por su mundo. No modifican el discurso. El Frente Amplio sigue sin asumir responsabilidad en la inflación ni en la migración. No dejan que la realidad los interpele.

El Frente Amplio, dice Mansuy, nació con la aspiración de ser la correa de transmisión de los movimientos sociales, como si pudieran representar directamente al pueblo, pero realmente no tenían arraigo social.

El golpe del 4 de septiembre fue devastador porque el pueblo no estaba donde ellos creían

Daniel Mansuy

Ellos vivieron mucho tiempo bajo la ilusión de que representaban a los movimientos sociales, y con esa ilusión se revistieron de cierta autoridad moral y política. Pero eso no existe. Además, el Frente Amplio tiene los sesgos de clase que tiene la mayoría de sus dirigentes, sesgos centralistas, porque la mayoría son de Santiago. No critico que tengan sesgos, el problema es no ser conscientes de ellos. Y por eso el 4 de septiembre fue tan devastador para ese mundo, porque el pueblo no estaba donde ellos creían. Y ahí se desorientaron, porque todo su discurso y su doctrina política estaban articulados en torno a la idea de que ellos representaban a la sociedad. Y el 4 de septiembre la sociedad les dijo: estamos muy lejos de lo que ustedes creen.

¿Ahí se acaba el ciclo transformador?

Ese fue el fin del breve gobierno transformador del Frente Amplio. La sociedad no quería lo que ellos ofrecían. Habían construido todo su proyecto sobre la idea de que representaban a la sociedad, pero era una ilusión.

¿Llegaron al poder con una tesis errada?

Completamente errada. Y además las señales estaban ahí. José Antonio Kast gana la primera vuelta en 2021 y la parlamentaria le dio un empate a la derecha en el Congreso. Boric gana la segunda vuelta, pero en gran parte con el voto “anti Kast”. Era un voto de rechazo, no de adhesión entusiasta. Pero nadie quiso leer eso. Siguieron como si nada, armaron un gabinete como si tuvieran respaldo total y el 4 de septiembre chocaron con la realidad.

Para Daniel Mansuy, fue un error grave condicionar el programa a la aprobación de la nueva Constitución.

—No tenían control sobre la Convención. Eran influyentes, pero el Partido Comunista tenía más poder ahí. Entregaron el destino de su gobierno a un órgano que no controlaban. Lo digo en el libro: Gabriel Boric jugó a la ruleta. Apostó todo su gobierno a un solo número. No sé si es la mejor manera de hacer política.

El resultado, subraya, fue un gobierno con un programa lleno de promesas irrealizables, más parecido a un programa cultural y sin cuadros propios para ejercer el poder.

—El Frente Amplio no pudo tener su propio jefe del gabinete, su propio articulador político, Giorgio Jackson en Segpres tampoco fue un éxito. Algo les pasa con la administración del poder real. O sea, la pega política de verdad la han tenido que subcontratar en la Concertación. Eso te habla de un déficit político propio. Y por lo mismo es tan curiosa la campaña de Gonzalo Winter, que les pega tan fuerte a los 30 años, y en su propio gobierno el ministro del Interior, Álvaro Elizalde, viene de ahí.

La campaña política de las primarias ha revelado algo más, dice Mansuy: las viejas rencillas entre el Frente Amplio y el Socialismo Democrático siguen vivas.

—La Concertación venía de heridas profundas, y aun así construyeron complicidades, aprendieron a trabajar juntos. Eso no ocurrió aquí. No hay confianza, no construyeron una cultura de coalición.

¿Sigue el desdén por los 30 años?

Absolutamente. Basta ver el spot de Gonzalo Winter sobre la “mesa del poder”. Ese spot refleja que siguen pensando que los años 90 fueron un gran engaño. Siguen atados a esa lógica maniquea. Ese mismo spot podría haberlo hecho Boric en 2021 o Beatriz Sánchez en 2017. Eso te dice que las reflexiones que el Presidente ha hecho no han permeado a su gente, a su generación. Gonzalo Winter es su amigo personal, es el alma de Boric puesta en campaña. Entonces, el alma de Boric sigue pensando que los 30 años fueron un gran engaño. ¿Cómo se construye una cultura de coalición sobre esa base?

¿Qué va a hacer realmente el Frente Amplio cuando vuelva a ser oposición? ¿Volverán a las acusaciones constitucionales? ¿Volverán a ese tipo de tesis maximalistas? ¿O se van a reciclar en una especie de Nueva Mayoría o de Concertación 2.0?

Daniel Mansuy

Tras el plebiscito, el Presidente dijo: “No se puede ir más rápido que el pueblo”. ¿Qué le dice esa frase?

Esa frase revela que sigue creyendo que el problema era solo de velocidad. Pero el rechazo fue demasiado rotundo como para reducirlo a un asunto de velocidad. Cuando dice eso, vuelve a situarse él en el centro. No está escuchando realmente a los chilenos. Parece decir: ustedes son un poco torpes, les voy a dar más tiempo para entender lo que yo ya sé. No se deja interpelar por la realidad. Esta otra es tesis del libro: lo que ocurre en la sociedad no permea la mente frenteamplista.

¿La frase deja abierta la posibilidad de insistir con un proyecto similar?

Esa es la gran pregunta: ¿Qué va a hacer realmente el Frente Amplio cuando vuelva a ser oposición? ¿Volverán a las acusaciones constitucionales? ¿Volverán a ese tipo de tesis maximalistas? ¿O se van a reciclar en una especie de Nueva Mayoría o de Concertación 2.0? No lo sabemos. Pero viendo la franja de Winter, parece que quieren volver a lo mismo.

En el libro dice que, en el fondo, ellos no quieren gobernar, quieren conservar sus ilusiones. ¿En qué lo nota?

Nunca han renunciado a un horizonte de transformaciones radicales que la política hace imposible. Cuando el Presidente dice: “Una parte de mí quiere acabar con el capitalismo”, eso no es política. La política son las metas que puedes alcanzar en un gobierno, o en dos. Hay una dimensión soñadora, utópica. Gonzalo Winter habla, por ejemplo, de una sociedad sin clases. ¿Por qué no? Pero la pregunta es: ¿Quiere usted ser presidente de Chile hoy día? Porque hoy la gente está preocupada por la delincuencia, por la seguridad. Se dejan arrastrar por un idealismo que, a mi juicio, los termina paralizando.

¿El Presidente querría ser un manifestante más?

El Presidente se guarda para sí el espacio discursivo: se permite realizar gestos que lo conectan con su identidad personal. Nombra a Carolina Tohá en septiembre, indulta a los presos del estallido en diciembre. Todos los esfuerzos que habían hecho para avanzar en seguridad, los dinamita y pierde credibilidad para hablar de seguridad.

El ejercicio de gobernar tiene costos. Y, por momentos, pareciera que el Presidente quiere seguir siendo fiel a su personaje: el hombre que viene del movimiento social, que se pone el megáfono en la calle para apoyar a las matronas o a las organizaciones de vivienda, aunque sea contra su propio gobierno. Pero el Presidente de la República no puede estar con un megáfono en la calle. No puede, porque representa al Estado de Chile, no a la sociedad. Y esa distinción —entre Estado y sociedad— Boric no la logra internalizar.

¿Es un contrasentido?

O sea, tu posición de agitador es ridícula si recibes honores de Carabineros todas las mañanas. El Presidente nunca quiso comprender que el rol de Jefe de Estado es incompatible con la condición de manifestante.

¿Eso es performance o autenticidad?

Esta generación confunde performance con autenticidad. Son pulsionales. Viven en la inmediatez de Twitter. No saben vivir fuera de las redes. Yo diría que es más performance que autenticidad, pero para ellos las dos cosas se confunden.

¿Cuál es el legado de este gobierno?

Han hecho reformas importantes, pero la cuestión es: ¿El legado será su fidelidad a los movimientos sociales o será la consolidación del régimen de AFP? Esas dos cosas son incompatibles. Tienen que elegir. Puedes tener un legado reformista modesto, pero no puedes mantener al mismo tiempo la consigna “No + AFP” y, a la vez, consolidar el sistema.

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