Frenos a la innovación y a la productividad

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El nuevo índice de competitividad del Foro Económico Mundial (WEF) y de la U. Adolfo Ibáñez, presenta de manera nítida el desafío que tenemos como país en materia de crecimiento: pasar a una etapa de desarrollo donde la innovación y la sofisticación de los negocios sean los principales motores de los aumentos en la productividad. Esta tarea es urgente.

Los expertos que asesoran al gobierno en el cálculo del PIB tendencial estiman que la productividad (PTF) crecerá a un promedio anual de sólo 0,35% en el período 2019-2021.

En décadas pasadas, la apertura económica, la estabilidad macroeconómica, el desarrollo del sistema financiero y un sólido desarrollo institucional, generaron un crecimiento económico significativo.

El crecimiento del PIB tendencial superó en ocasiones el 7% en la década de los 90 y la productividad creció a un ritmo promedio anual de 2,3% en dicho período.

Pero conforme el país ha avanzado, la estrategia de acumulación de factores productivos y de ganancias en eficiencia al interior de cada sector ha comenzado a exhibir rendimientos decrecientes. Es el momento de potenciar el crecimiento económico fortaleciendo una estrategia basada en la innovación.

El informe del WEF da algunas luces respecto de factores que limitan hoy nuestro crecimiento: baja inversión en I+D, bajo desarrollo de clusters, bajos niveles de colaboración entre los distintos actores del ecosistema, baja capacidad de nuestras empresas para adoptar ideas disruptivas y bajo crecimiento de empresas innovadoras.

A pesar de los esfuerzos realizados en administraciones pasadas, la implementación de una estrategia de desarrollo basada en la innovación no ha logrado consolidarse.

Una razón para lo anterior es que ésta sigue siendo una discusión muy ideologizada. En un extremo están los que creen que no existen las fallas de mercado, que la necesidad de generar bienes públicos y reducir los problemas de coordinación entre los distintos actores son menores.

En el otro extremo están los que aseguran que para fortalecer el crecimiento, el Estado debe participar directamente en la generación de nuevas industrias.

Otra razón que disminuye el atractivo de implementar políticas de desarrollo basadas en innovación, es que los resultados de éstas, no se materializan en el corto plazo. Se requieren esfuerzos contantes en inversión en ciencia, tecnología e innovación para gatillar el surgimiento de una economía basada en conocimiento.

La experiencia internacional muestra que una fuerte cola boración público-privada es clave para mitigar los factores que limitan la implementación de una estrategia de innovación de largo plazo.

Bajo esta lógica, en la administración pasada se implementaron los programas de especialización inteligente. Instancias de colaboración público-privada que buscaban transformar a nuestros recursos naturales y a sectores claves de nuestra economía (como el cobre, el litio, los alimentos y el turismo sustentable) en plataformas para la innovación.

Lamentablemente, la caída en el Presupuesto 2019 de los recursos para innovación y la eliminación o fuerte reducción de programas de diversificación y sofisticación productiva como los antes mencionados vuelve a quitarle continuidad a una necesaria estrategia de desarrollo basada en la innovación.

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