Día Mundial para la Prevención del Suicidio: el efecto pandemia y el escenario que no podemos perder de vista

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“Vivo únicamente porque puedo morir cuando quiera: sin la idea del suicidio, hace tiempo que me hubiera matado”. Así resumía el escritor Emil Cioran su posición respecto a la posibilidad del suicidio. Pero, a diferencia de este tipo de representación, generalmente el acto suicida no responde a una elección entre la vida y la muerte, sino entre sufrir y dejar de sufrir. Como problema psicológico, el suicidio tiene menos que ver con el sentido de la vida y más con un intento de escapar de un sufrimiento insoportable. Se trata, por cierto, de una experiencia intensamente individual, pero también de un fenómeno social que interroga nuestra vida colectiva.

Si consideramos las tendencias de las tasas de suicidio durante las últimas décadas (2000-2019), observamos que Chile ha experimentado rápidas y marcadas fluctuaciones en el número de muertes por esta causa: luego de una preocupante curva ascendente (2000-2009), se observa una tendencia global a la baja en la cantidad de suicidios (2010-2019). Por ejemplo, si se compara el período 2010-2014 con 2015-2019, es posible ver una disminución del 7% en las tasas de suicidio. Sin duda se trata de buenas noticias, pero identificar los factores asociados a estos cambios de tendencia sigue siendo un desafío importante para la investigación en salud pública.

Los efectos de la pandemia de Covid-19 generaron tempranamente una preocupación respecto del posible aumento del suicidio. En efecto, diversos factores de riesgo (desempleo, aislamiento social, desesperanza, deterioro de la salud física y mental, reducción del acceso a servicios de salud) parecen haber configurado una “tormenta perfecta” para su incremento. Sin embargo, entre 2020 y 2021 el número de suicidios en nuestro país fue el más bajo de las últimas dos décadas. No es extraño que en períodos de crisis o desastres a gran escala este tipo de muertes disminuya. En el caso de la actual pandemia, esta reducción podría relacionarse a una mayor cohesión social (las personas tienden a ser más solidarias en tiempos de adversidad colectiva), a las políticas sociales para mitigar los efectos económicos de la pandemia (como el IFE o los retiros de fondos de pensiones) o la mayor presencia y supervisión de familiares en contexto de cuarentenas.

Estamos ante un escenario dinámico y desconocemos aún las consecuencias de la pandemia sobre el comportamiento suicida. De no adoptar medidas de prevención, su disminución inicial podría venir acompañada de un aumento sostenido en los meses siguientes, un fenómeno ya observado en otros países, como Japón. De hecho, si nos detenemos en las últimas cifras disponibles en nuestro país, veremos que las muertes por esta causa disminuyeron durante buena parte de 2021, pero aumentaron significativamente entre noviembre de 2021 y junio de 2022, revirtiendo la tendencia pandémica a la baja. Al comparar con las tendencias de la última década, este aumento no parece ser un efecto estacional (en general, el suicidio aumenta entre septiembre y enero, para luego disminuir progresivamente), lo que hace necesario mantener la vigilancia epidemiológica. Esta no debe limitarse a hacer un seguimiento del número total de suicidios, sino que debe prestar atención a estas muertes en distintos grupos, ya que las tendencias pueden variar en función del género, edad u otros factores demográficos y socioeconómicos.

En este nuevo Día Mundial para la Prevención del Suicidio, es necesario subrayar la importancia de reforzar las acciones y estrategias de prevención. Durante los últimos años, muchas personas han sufrido en términos económicos, han experimentado altos niveles de estrés y han visto deteriorada su salud mental. Muchas personas mantienen también una alta incertidumbre respecto del futuro. Prevenir significa anticipar. Debemos multiplicar nuestros esfuerzos para no seguir llegando tarde ante la dolorosa experiencia de personas que sólo encuentran en un acto extremo y desesperado la posibilidad de detener un sufrimiento que no logramos escuchar o acompañar.

Nota: En Chile existen distintos espacios de ayuda para personas que presenten pensamientos suicidas. Por ejemplo, Fono Salud Responde de MINSAL: 600 360 7777 o la plataforma Saludablemente: https://www.gob.cl/saludablemente/

*Académico Psicología UDP, investigador Imhay y MIDAP.

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